El cementerio de la avenida Independencia

El cementerio de la avenida Independencia

Aparte de buscarle destino a los huesos humanos incinerados o no, en los cementerios, en las tumbas y en los sepulcros, podemos identificar la relación que el hombre tiene con la muerte a lo largo de la historia de la Humanidad. El ser humano se distingue del resto de los animales en el hecho de que somos los únicos que enterramos a nuestros semejantes con ritos, dependiendo de la cultura y la creencia.
Estudios arqueológicos establecen que los seres humanos llevamos muchos miles de años sepultando a nuestros difuntos. Desde entonces, los cementerios se convirtieron en espacios donde los vivos comparten con los muertos y las deidades. Se contacta allí el mosaico cultural de una sociedad.
Independientemente de la religión o la raíz cultural que se herede, el camposanto es un lugar respetado y sagrado. La municipalidad, en consecuencia, debe ocuparse de preservarlos y protegerlos.
Los cementerios públicos criollos, sin embargo, son deprimentes. El de la avenida Independencia, próximo al parque del mismo nombre, ha derivado en un estercolero vergonzoso que obliga a voltear la cabeza para no ver semejante irrespeto a los muertos, que en el caso particular de éste, recibió grandes figuras de nuestra historia.
El 29 de agosto de 1824, fecha para la cual los haitianos ocupaban la parte este de la isla, se llevó a cabo la inhumación de los restos de la ciudadana Juana Flores, con lo cual se dejó inaugurado este cementerio, que es más antiguo que el de Santiago de Cuba, conocido aquel con el nombre de Santa Ifigenia, nombre que se debe a una virgen etíope bautizada por el apóstol Mateo.
La tristeza y el desconsuelo asaltan a cualquiera que pase por la avenida Independencia, pues lo que podría ser un patrimonio cultural, histórico y arquitectónico que alberga los huesos de ilustres personalidades y que, en el pasado, fue depositario de héroes nacionales, ha devenido en una vergüenza nacional.
Los despojos mortales de prestantes cabezas de familias criollas del siglo XlX fueron sepultados allí. Por ejemplo, hay enterramientos de la familia Peynado, Galindo, Cisneros, Handal, Bonetti, Pimentel, Virgil, Díaz, Cayetano Rodríguez, Johnson, Peralta, Mañón, Bobadilla, Reyes, Prud Homme, Mañón, Ricart, Calventi, Pellerano, Lamarche, Selman, Trujillo, Galván, Velázquez y una retahíla más de apellidos dominicanos o extranjeros que se establecieron en Santo Domingo desde el siglo XVlll.
Para tener una idea del significado histórico que tiene ese camposanto, solo basta con saber que a él fueron llevados los restos del insigne Eugenio María de Hostos, exhumanos y llevados al Panteón Nacional.

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