El cementerio de la Avenida  Independencia

El cementerio de la Avenida  Independencia

Al cementerio de la Avenida Independencia se le dio durante largo tiempo el nombre de “Cementerio De La Sabana”, hasta que oficialmente designado fue como “Cementerio Municipal”. Quien visite esa necrópoli fácilmente puede hallarse con mausoleos, donde durmiendo la eternidad del último sueño se encuentren personajes que pertenecen a la historia.

 En este camposanto se da el caso que no existe “Barón” sino “Baronesa”. Según la leyenda la “Baronesa” tuvo por nombre “Juana Flores”. La aludida tumba siempre muy visitada ha resultado y hasta ofrenda ha recibido. Antes había una inscripción que daba cuenta con claridad, quién era que ahí dormía el sueño postrero de la eternidad. Así las cosas, hace tiempo que nos llamó la atención la tumba que solamente dice “Abelardo” llana y escuetamente. Se trata de Abelardo Rodríguez Urdaneta, el famoso escultor, pintor, fotógrafo y retratista.

En ese cementerio también reposa el orador, patriota y jurista Luis Conrado del  Castillo. quien el día de su enterramiento tuvo en su honor un desfile de oradores, entre ellos el patriota haitiano Jolibois Fill. Por igual se puede ver un sepulcro que correspone al brigadier español Joaquín Suárez de Avegonza, quien fue asistente militar del anexionista Pedro Santana.

Algo que llama la atención resulta la ostentosa estela mortuoria que se puede leer en la tumba de un fiel servidor el presidente Heureaux. Este personaje, que falleció en el 1938 a los noventa años de edad, posee en verdad una estela pinto- resca, pues ella reza así: “Felipe Mañón, soldado restaurador, comandante de armas de Bayaguana, jefe de operaciones en Guerra y Antonci, jefe de reserva, gobernador interino, jefe el puerto, regidor, elector, presidente del consejo de guerra, presidente de la Junta de caridad Padre Billini, masón G. 30, caballero marca Odd-Fellows P.N.P”. Nos Parece que solamente faltó que pusieran que por su gran bigote, Lilís  lo llamaba “Mañoncito del To’ bozo”.

Existe un cenotafio o sea un sepulcro vacío, erigido a la memoria de las víctimas del 3 de septiembre del 1930, a causa del ciclón de San Zenón. La tarja reza: “El Clero Arquidiocesano a las innumerables víctimas del 3 de septiembre del 1930”. Ahora citamos algunos de los nombres de los muertos de la contienda bélica del 1965, que fueron sepultados en el “Cementerio Independencia”. Pude ver el sepulcro de la mártir heroína Yolanda Guzmán, asesinada en Mata Redonda, donde también resultó victimado el periodista Luis Reyes Acosta. Estuve frente a los sepulcros de algunos de los caídos junto al coronel Rafael Tomás Fernández Domínguez, en la calle 30 de Marzo, el 19 de mayo de 1965.

Recuerdo a Rey de Jesús, al doctor Juan Miguel Román Díaz, al hermano haitiano Jean Sateur. Y no pude encontrar los sepulcros de Euclides Morillo, ni del abogado José Díaz. Pero sí estuve frente a las tumbas de algunos de los caídos el 15 de junio de 1965, cuando los “Hackers” y los “Smuglers” del bondadoso “Uncle Sam” trataron de triturar y borrar la “Zona De La Dignidad Constitucionalista”.

Con fervoroso silencio me coloqué frente a los nichos de Marino Cruz, Domingo González, Eduardo Abreu Heredia y de Frank Díaz Vásquez, estudiante de término de la Facultad de Medicina, quien andaba ese aciago día… en tarea y labor de Cruz Roja. Tenía 23 años. En su tumba se puede leer: “Murió por la causa de su patria. Vivirá en lo eterno del recuerdo y del ejemplo”. Como ya no hay espacio, decimos: “No son muertos los que en dulce calma, la paz disfrutan de la tumba fría. Los que viven sin honra son los muertos. Los que mueren con honra esos son los vivos”. Y sin tratar de filosofar, afirmamos que: Las lágrimas y los lutos del 1965 tuvieron un diabó1ico y avérnico Padre que se llama: 25 de septiembre del 1963.

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