El centenario de “San” Juan Bosch Gaviño

El centenario de “San” Juan Bosch Gaviño

Los jóvenes dominicanos que empujamos el vehículo en que regresó Juan Bosch a Santo Domingo, en el mes de julio de 1961, no estábamos en condiciones de vaticinar que, 48 años después, el más importante exiliado político de la tiranía trujillista sería considerado por sus herederos como un personaje que transmitía cierto olor de santidad.

Recuerdo que pocas semanas después de aquel acontecimiento conocimos a un pez gordo, llamado Sacha Volman, que había llegado en aquel momento, aireando sus vínculos con la escuela política de Costa Rica adonde peregrinarán desde entonces numerosos jóvenes del Partido Revolucionario Dominicano.

La gente comenzó a hablar entonces de los tutumpotes y de los carros pescuezolargos, desechando el término burgueses que usábamos los miembros del Movimiento Popular Dominicano, del Movimiento Revolucionario 14 de Junio y el pequeño Partido Socialista Popular, mientras la avanzada que encabezó Angel Miolán recorría el país, aplicando en la formación de los comités de base del Partido Revolucionario Dominicano la política de borrón y cuenta nueva tan del agrado de los antiguos correligionarios del partido de Trujillo.

Poco tiempo después, haciendo uso de métodos non sanctos el presidente del Partido Revolucionario Dominicano sustituyó al viejo exiliado Buenaventura Sánchez Feliz por un joven médico de apellido González Tamayo que consiguió, con esta bendición, la vicepresidencia del país.

Conocimos entonces el comportamiento de alguien que nunca asimiló el mensaje bíblico “Bienaventurados los mansos porque ellos poseerán la tierra.»

Pero a pesar de mi pasado clerical me resisto a enfocar las actividades conmemorativas del nacimiento del escritor vegano como la preparación del expediente para cursar ante el Vaticano la beatificación del respetabilísimo político.

Más bien considero un error el deshumanizar a don Juan, persona que junto a su brillantez arrastró facetas que la historia nunca podrá ocultar con éxito.

Por esto, sin pretensiones de elaborar un listado exhaustivo de las debilidades de aquella gran personalidad, me atrevo a llamar la atención de los académicos sobre la resistencia del político vegano a defender en forma pragmática su propio gobierno frente a los conspiradores que Rafael Fernández Domínguez y sus compañeros de armas le habían denunciado.

Dentro de ese contexto hay que situar la designación del secretario de Interior y Policía en el gobierno de los siete meses. Si mal no recuerdo se trató de un pequeño comerciante de Ocoa cuyo nombre habría que buscar en los periódicos de la época, dada su escasa sonoridad.

Queda también como una tarea para la historia el análisis de las diversas actuaciones con motivo de la invasión de playa Caracoles, negada extrañamente por algunos políticos dominicanos.

Por ahí anda también el maltrato verbal a un negro brillantísimo llamado José Francisco Peña Gómez que hubiera honrado el sillón presidencial dominicano de no habérselo impedido los protagonistas del pacto más vergonzoso de nuestra historia.

Me dan ganas de llorar cuando académicos destacados aparecen desbocados al alabar a nuestro maestro en la técnica de escribir cuentos cortos, pero no tan exitoso político.

Termino invocando la frase latina aquella de que nada humano me es ajeno, la cual queda probada con creces si aportamos anécdotas como la que me afectó en el trato con don Juan a su regreso de Benidorm en 1970.

Recibí una invitación de Enriquillo Sánchez Fernández para el encuentro con Bosch en la casa de Milagros Ortíz de Basanta, y asistí como uno más dentro de cincuenta escritores, músicos y pintores de todo el país. Al rato noté que estaba circulando un documento que la gente leía y firmaba, pero el dichoso papel me brincaba cada vez que por casualidad llegaba a mi ubicación.

Don Juan habló informalmente de sus experiencias con los agrupamientos de artistas y escritores en el mundo y algunos invitados plantearon la necesidad de formar una asociación del mismo orden en la República Dominicana, con Juan Bosch como asesor. Yo estuve de acuerdo con la propuesta pero señalé que Bosch debía ser presidente del organismo proyectado, no asesor, porque no se trataba de una liga agraria.

Todavía me encontraba en el uso de la palabra cuando don Juan Bosch Gaviño me colocó un dedo en la punta de la nariz, mientras decía : «Pues yo no participo en ninguna asociación en la que usted participe.»

De inmediato, se fue de la reunión, dejándonos en el patio de su casa dentro de la mayor confusión.

Dos o tres aduladores, el pueblo los llama lambones, propusieron la formación de una comisión de desagravio para localizar al ofendido y explicarle que la asamblea no compartía el punto de vista del hijo de doña Antera Artiles y Clemente Lockward pero esto no prosperó porque Jimmy Sierra y Norberto James dijeron que alguien tenía que desagraviarnos a nosotros después de dejarnos en el patio de su casa sin darnos la más mínima explicación.

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