UBI RIVAS
El primero de septiembre de 2006, se cumplirá el primer centenario del nacimiento en Navarrete, Santiago de los Caballeros, del niño Joaquín Amparo Balaguer Ricardo, que llegaría a ser con el discurrir del tiempo el segundo gobernante que por más tiempo detentó los relámpagos del mando absoluto, por 22 años, aventajándole solamente el generalísimo Rafael Leónidas Trujillo con 31 años y siete meses.
Joaquín Balaguer, o Elito, como le decían sus familiares, o simplemente Joaquín, como sólo en sus últimos años le llamaban José Manuel Bello Cámpora y Eduardo León Asensio, fue un político tradicional a quien los escrúpulos o principios le importaron un comino siempre y cuando se interpusieran al continuismo inconcluso de su glotonería de poder infinito.
Material y moralmente corrompió a su sociedad, aunque él solo lo segundo, nunca lo primero, y la prueba al canto es que todo lo material que adquirió, tres casas y una formidable biblioteca, lo cedió antes de su deceso ocurrido el 14-07-02.
En el doctor Balaguer, como en todos los gobernantes y todos los hombres, resulta imperativo considerar dos vertientes, la positiva y la negativa, la luz y la sombra, lo bueno y lo malo, que es sine qua non en la condición humana.
Hay un Balaguer que construyó una infraestructura en todo el país, sin que se quedara prácticamente ningún rincón de esa obra ciclópea, canales de regadíos, presas, puentes, carreteras, caminos vecinales, hospitales, escuelas, inicio del proceso turístico que nadie antes acometiera y de las zonas francas industriales y el polo industrial de Herrera en su famosa ley 199 que privilegiaba las exportaciones.
El Balaguer que detuvo en seco el proceso de desertificación nacional pero que no le respaldó con un proyecto de reforestación masiva, sobre todo en la cuenca de los embalses de las presas que construyó y que se tradujeron en acortar la mitad de sus vidas útiles.
El aspecto de construir las infraestructuras indispensables es una cara de la moneda, la luz, pero en otro sesgo, está la otra cara, la sombra, y fue el eclipse de los derechos humanos, la era de presos políticos y políticos presos, deportaciones, apaleaduras, torturas, asesinatos a mansalva como a Gregorio García Castro, Orlando Martínez y Guido Gil Díaz, desaparecido para siempre, no así a los dirigentes de izquierda, que pretendieron derrocar a un gobierno constitucional por las armas, harina de otro costal.
Pero los balagueristas de convicción o de conveniencia deben aprestarse todos, particularmente los más pudientes, que los hay y muchos, a, desde ya, prepararse a conmemorar el primer centenario del nacimiento de su líder, maestro, conductor, ideólogo, con una serie de actos, el primero de ellos, editar en un solo formato las 35 obras suyas, como lo hicieran los discípulos políticos del profesor Juan Bosch.
También, ordenar la construcción de dos réplicas de su figura tamaño heroico, para colocar una al inicio del parque Mirador Sur que el doctor Balaguer construyó obviando los susurros de no pocos que le animaron a que construyera allí un tenderete de multifamiliares.
Y colocar la otra a la entrada de Navarrete, pero primero consultar a sus munícipes en relación a su conformidad con esa obra colocada allí.
Porque aunque a muchos nunca nos entró el doctor Balaguer, eso no resta nunca que consideremos que signó una etapa importante en la vida nacional, y que entre él y El Jefe jalonaron 52 años de 161 de turbulento trajinar republicano. Lo primero.
Sed justos, si queréis ser felices, sentenció el Padre de la Patria Juan Pablo Duarte Díez.