El centenario de Vicente Huidobro

El centenario de Vicente Huidobro

R. A. FONT BERNARD
En el curso del año que ya termina, Chile conmemoró con numerosos eventos culturales, el primer centenario del nacimiento del poeta Vicente Huidobro, «nee», Vicente García Huidobro Concha.

El nombre de Vicente Huidobro, está investido de un notabilísimo rango en la historia de la literatura latinoamericana. En particular, en el espacio que enmarca los primeros dos tercios del pasado siglo XX. Vicente Huidobro fue contemporáneo de Pablo Neruda, con quien compitió por el cetro de la primacía poética de Chile. Y si fue sobrepasado por Neruda en la notoriedad continental, fue porque éste, se le anticipó con el deslumbramiento iniciático de los «Veinte poemas de amor y una canción desesperada». Sin embargo, ninguno de los dos, alcanzó las dimensiones poéticas de Rubén Darío, porque éste, mas que poeta, fue el genio.

Mientras la poesía primigenia de Neruda, fue una constelación de exaltados erotismos, posteriormente evolucionó hacia la poesía revolucionaria de fondo y forma. Huidobro por lo contrario, se mantuvo fiel a su «creacionismo», en el que alcanzó su mayor expresión, con la publicación de su obra cumbre, «Altazor».

Descendiente de una familia linajuda, propietaria de tierras y de viñedos, Huidobro tuvo el privilegio de residir muy joven, en Francia donde se relacionó con las corrientes literarias, predominantes luego de la I Guerra Mundial. Allí, en una etapa delirante, se constituyó en el rector de un nuevo experimento poético, desentendiéndose de sus predecesores, Rubén Darío, Leopoldo Lugones y Julio Herrera Reisig. Se consideró un legislador de nuevas formas, autorizado para poetizar revolucionariamente:

«Que el verso sea como una llave
que abra mil puertas.
Una hoja cae; algo pasa volando;
Cuando miren los ojos, creado sea,
Y el alma del oyente quede temblando»

Como admirador de la poesía de post guerra, el poeta Huidobro se atribuyó la capacidad de trascender todas las antinomias, y de alcanzar, por ejercicios imaginativos, una suprarealidad, en la que desaparecían, los compartimientos, en que se excinde el mundo de las exigencias personales.

«Inventa mundos nuevos y cuida tu palabra.
El adjetivo cuando no da vida, mata».

En el París, que visitó por primera vez, el año 1816, el poeta Huidobro tomó de aquí y de allá -cubismo, dadaísmo, surrealismo-, para asombrar el universo poético latinoamericano con su creacionismo.

«Al horitaña de la montazonte
La violondrina y el golencelo
Descorgada esta mañana de la lunala
Se acerca a todo galope,
Ya viene la golondrina
Ya viene la golonfina,
Ya viene la golontria,
Ya viene la golonchina,
Ya viene la golonrisa,
La golonniña,
La golongira,
La golombrisa,
La golonchilla…»

Marginalmente, nosotros caemos en la tentación de creer, que esa etapa del «creacionismo», influyó en la poesía del cubano Emilio Ballaga, autor del «Poema de la Ele»:

«Tirno glú – glú de la ele,
ele espiral del glú – glú.
Es gloringloro aletear:
Palma, clarín, ola, abril»

Desde la etapa de «Altazor» Huidobro se expresó en su propio acento, en su propia palabra, conduciendo su estatura de poeta, al más elevado nivel de la poesía latinoamericana.

«He ahí el mar.
El mar abierto de par en par.
He ahí el mar quebrado de repente,
para que el ojo vea el comienzo del mundo.
He ahí el mar,
De una ola a otra ola, hay el tiempo de la vida.
De sus olas a mis ojos, hay la distancia de la muerte»

Conforme a la opinión de Luis Alberto Sánchez, -a nuestro parecer exagerada-, «no existe en la poesía castellana, un himno al mar, que supere al de Huidobro». Nosotros, nada académico, evocamos el mar latino de Rubén Darío, frente al que el poeta, siente «en roca, aceite y vino» su antigüedad. En su poema titulado «Ehu» Rubén Darío dijo:

«Y esta claridad latina,
¿de qué me sirvió,
a la entrada de la mina,
del yo o del no yo?.

Al poeta Vicente Huidobro hay que reconocerle, que fue un revelador de misterios, un perseguidor del enigmas, de lo desconocido. Que fue en su época, un adelantado.

Huidobro falleció en París, el 2 de enero del 1948, sin que su creación poética fuese reconocida por la Academia Sueca, como merecedor del Premio Nóbel de Literatura. Tampoco lo fueron, inconcebiblemente ignorados, Rubén Darío, César Vallejo, y Jorge Luis Borges.

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