El destacado escritor nicaragüense Sergio Ramírez, fue galardonado en el 2017 con el Premio Cervantes, el más importante reconocimiento a un autor en lengua española; es uno de los creadores que aborda con notable acierto la literatura de tema deportivo, como se puede apreciar en su impresionante y moderno cuento “El Centerfielder”, cuyo personaje central es “Matraca” Parrales, ex integrante de la selección nacional de béisbol de su país, es hecho preso por agentes del régimen de turno y luego asesinado en la cárcel, al relacionarlo con el encubrimiento de un grupo armado de desafectos del que formaba parte su hijo.
El relato combina elementos de la ficción con la realidad de un sistema represivo y criminal; narra con crudeza y brillantez las penurias de los presos en las inmundas ergástulas. Parrales vive momentos de angustias, consciente del final que le aguardaba. Por la atormentada cabeza del antiguo jardinero central, bullían con rapidez muchos episodios de su vida, de su desaparecido hijo, pero también rememoraba los partidos donde representaba los colores de su amada Nicaragua en eventos internacionales.
Ramírez es un prolífico escritor, autor de novelas, cuentos, ensayos y artículos periodísticos. Entre sus novelas más premiadas se destacan Margarita está linda la mar, Un baile de máscaras; Tropeles y Tropelías, es de sus libros de cuentos más elogiados; es de profesión abogado y fue vicepresidente de Nicaragua durante el periodo 1985-1990.
Cuando llegó el momento decisivo en cautiverio, el narrador lo describe de la siguiente manera: “El foco pasó sobre las caras de los presos una y otra vez, hasta que se detuvo en un camastro donde dormía de espaldas un hombre con el torso desnudo, reluciente de su sudor. Ese es, dijo el guardia asomándose por entre los barrotes.”
Se oyó el ruido de la cerradura herrumbrada resistiéndose a la llave que el carcelero usaba amarrada a la punta de un cable eléctrico. Después dieron con la culata del garand sobre las tablas del camastro, y el hombre se incorporó, una mano sobre los ojos porque le hería la luz del foco.
Tan pronto le llamaron-narra el autor- para que subiera: “A tientas comenzó a buscar la camisa; se sentía tiritar de frío aunque toda la noche había hecho un calor insoportable, y los reos estaban durmiendo en calzoncillos, o desnudos. Encontró la camisa y en los pies desnudos se metió los zapatos sin cordones.”
Cuando salieron al patio y al fondo, el ex beisbolista por momentos en su calvario, hasta se ilusionó: “Qué patio más hermoso, para jugar béisbol. Aquí debe armarse partidos entre los presos, o lo presos con los guardias francos. La barda será la tapia, unos trescientos cincuenta pies desde el home hasta el centerfield. Hasta llegó a pensar en un escape. Un batazo a esas profundidades corriendo hasta los almendros (…) vería el corredor doblando por segunda cuando de un salto me cogería de una rama y con una flexión me montaría sobre ella y de pie llegaría al nivel del muro erizado de culos de botella (…) y aunque me hiriera al descolgarme al otro lado y después correría espiándome en los cardos, caería sobre la corriente de agua de talayo pero me levantaría. En breve volvió a la realidad.
Entonces el capitán le preguntó:
“¿Cúanto hace que no ves a tu hijo?”
“Usted sabe que ya lo mataron.” “¿Por qué me lo pregunta?”
Finalmente el capitán decidió terminar su macabra misión, tras decir: uno quiere ser bueno a veces, pero no se puede. Tras apagar el aparato de aire acondicionado. El repentino silencio inundó el cuarto. De un clavo descolgó una toalla y se la arrolló al pescuezo. Llamó al sargento a este le preguntó, ¿Qué pongo en el parte?
“-Era beisbolista, así que invéntate cualquier babosada.”