El cerebro de Einstein

El cerebro de Einstein

El genio, por más que se quiera sujetarle a las mismas pautas de nuestra existencia diaria, se sale de ellas. El genio es siempre un milagro, el milagro humano por excelencia. Mientras el talento sigue su curso normal, etapa por etapa, el genio salta cual chicuelo vivaz e impaciente los escalones de tres en tres, de cuatro en cuatro…” (Amado Nervo). Esto nos describe esa condición respecto de la cual todavía las neurociencias no logran obtener un perfil cerebral completo: de esos hombres y mujeres muy superiores en su intelecto y en sus acciones.
Pero en lo que sí estamos todos de acuerdo es que aquellos con participación destacada en sus campos, con aportes geniales para la humanidad, han de tener a su favor 5 elementos que son: 1.Sensibilidad, 2.Pensamiento independiente 3.Perseverancia 4.Motivación para el trabajo y 5.Alta autoestima.
Lo que le ha pasado al cerebro de Einstein es una clara evidencia de que no hemos podido determinar con precisión dónde el cerebro guarda la inteligencia, las genialidades y la brillantez de pensamiento, claro que hasta hoy, mañana sabremos cómo funcionan los cerebros superiores y crearemos genios. El genio mayor de la física muere el 18 de abril del 1955, de un aneurisma de la aorta. Varias horas después el patólogo de servicio en el Hospital Princeton, de New Jersey, el Dr. Thomas Harvey, actuando por su propia cuenta le saca el cerebro y lo conserva, sin contar para ello con el consentimiento de los familiares. El brillante pensador de la relatividad de origen alemán pidió ser cremado. El patólogo guardó celosamente el cerebro por 30 años, hasta iniciar luego consultas con otros patólogos, para tratar de determinar qué áreas cerebrales eran las que producían tanta lucidez mental.
Se convirtió para el Dr. Harvey en una obsesión el estudio del cerebro del genio: tomó fotos con detalles de la anatomía y preparó más de 500 slides (son cortes del cerebro montados en placas de cristal) para la valoración con el microscopio. Algunos consideraron que tenía en el cerebro “el signo de Omega” que es un aumento en la región frontal (gyrus precentral) presente en algunos artistas, en cuanto a esto, sabemos que interpretaba el violín con gran destreza. En el 2013 la Universidad de Shanghái consideró que había una mayor “celularidad” neuronal en particular en el cuerpo calloso de su cerebro, que es el punto de unión de los dos hemisferios (izquierdo y derecho) por igual mayor número de neuronas en algunos lóbulos cerebrales.
En el 1985, Marian Diamond, de la Universidad de California, había planteado que las células gliales del cerebro del pensador cuántico estaban más desarrolladas que el de otras referencias cerebrales. Estas células son las que actúan como soporte y como vía de alimentación de las neuronas. No hay hasta hoy un consenso definitivo para decidir qué determina la agudeza de un genio. Es decir, que un niño precoz no tiene que necesariamente llegar a ser genio, ni el superdotado tiene que llegar siempre a ser un ejemplo de superioridad. Es cierto que Voltaire escribía versos desde la cuna y que Mozart componía minuetos a los cinco años, pero Einstein apenas sabía hablar a esa misma edad. ¿Qué tenían los cerebros de Aristóteles, Picasso, Pitágoras, Isaac Newton, Marie Curie o Sigmund Freud, etc., que son también ejemplos de genialidad? No estoy hablando de la genialidad de algunos criollos que ganan dos manos de dominó y se consideran como genios. No, estamos “conversando” de la eficacia y creatividad de personajes superiores que han hecho grandes aportes a la humanidad. Hasta el momento, ningún estudio de los cerebros de personajes de esa “élite” nos ha permitido conclusiones satisfactorias para determinar dónde está la genialidad humana. Dijo humildemente Einstein: “No tengo ningún talento especial, solo soy un curioso apasionado”.

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