El cerebro de la felicidad

El cerebro de la felicidad

Mañana es “Noche Buena”, y hace tres días se inició nuestro “crudo” invierno, es por eso que hoy no estoy en complejidades cerebrales, ni pretendo tratar temas espinosos, ni científicos. Muy por el contrario, estoy imbuido por la fresca brisita y el encantador espíritu de la navidad, este es el más bello tiempo del año.
Prefiero referirme en este “conversatorio” a la felicidad. Nos pasa a todos, que al final del año hacemos una especie de recuento de cómo discurrió, y nos hacemos promesas íntimas de cambios, de decisiones que habremos de tomar y de metas a lograr. Todo el mundo ansía encontrar la felicidad, la alegría, pero la buscamos desde el exterior, gracias al dinero, al poder, a un vehículo, o una casa más grande, lo que constituye un craso error. La mayoría de la gente, no repara en que la auténtica fuente de una vida más feliz, es esa que está en nuestro interior, no fuera, al igual que es fuente de salud física. Es maravilloso descubrir que lo que buscamos no es la felicidad. Yo no hablaría de buscar la felicidad, sino más bien debemos hablar de buscar la alegría.
En la alegría, está la máxima felicidad. Es algo mucho más grande, más trascendente. La alegría, nos pertenece por derecho, y es aún más esencial que la felicidad. Solemos percibir la felicidad como algo estrechamente ligado a simples factores materiales externos, mientras que la alegría es independiente de esos elementos sociales. Ese estado mental y emocional de estar alegre, se acerca más a lo que anima nuestra existencia y, a la larga, llena nuestras vidas de más satisfacción y significado. Sustento que la felicidad, tiene cinco “ies”: es intransferible, inmediata, innegociable, íntima e indefinible.
El neurocientista Dr. Richard J. Davidson, profesor de psiquiatría de la Universidad de Wisconsin, autoridad en el campo del estudio de las emociones combinadas con las modernas neuroimágenes sostiene que podemos “entrenar” nuestro cerebro, para que podamos ser más resistentes, menos negativos y posiblemente más felices. Él ha creado un teoría unificada de la felicidad, basada en cuatros aspectos principales: primer circuito, nuestra habilidad para mantener estados positivos de alegría; el segundo, la capacidad de recuperarnos de un estado negativo, el tercer circuito, se refiere a la capacidad de concentrarnos mentalmente, para evitar la dispersión mental y el cuarto y último circuito, es la habilidad de ser generosos.
Veamos estos puntos de vista, al parecer nacemos equipados para la cooperación social, la compasión y la generosidad, experimentamos un gran bienestar cuando ayudamos al prójimo. Procurar la alegría de los demás, es la forma más rápida de experimentar nosotros felicidad. El primero de los circuitos es ese estado positivo es una emoción agradable que debemos procurar, no podemos decretar la felicidad, ni puede ser como un acto de magia, debe ser la consecuencia de un viaje a nuestro interior navegando dentro de nuestro propio ser, con deseos de conocernos y aceptarnos como somos.
En cada persona, hay una naturaleza única e inimitable que tiene sus elementos propios. Cuando esa naturaleza se desarrolla en un mundo dinámico, armonioso y creativo, la persona alcanza su plenitud. Por desgracia, somos nosotros mismos los que nos creamos las condiciones que socavan la alegría y la felicidad y ello se debe principalmente a las tendencias negativas de nuestra mente, a la reactividad emocional equivocada, a nuestra incapacidad para apreciar y hacer uso de los recursos que tenemos en nuestro interior. La felicidad radica solo en el yo íntimo, en una visión de equilibrio, creador de la ansiada serena paz interior, como una ofrenda voluntaria a uno mismo. ¡Seamos felices por el amor, la generosidad y la mansedumbre! La felicidad duradera, se halla tan solo en nuestra mente y el corazón. Este hermoso tiempo de adviento, por celebrar el nacimiento del Nazareno, es propicio para que nos envuelva como nación la magia de la hermosa navidad, y que tengamos todos grandes alegrías, esas que nos conducen indefectiblemente a la verdadera felicidad. ¡Muy felices pascuas, les doy un fuerte y cariñoso abrazo, a todos mis siempre amables lectores!

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