El cerebro de la madre, el padre y los bebés

El cerebro de la madre, el padre y los bebés

En razón del aumento familiar con la llegada de otro nieto y uno en camino, medité sobre cuáles son los cambios que se producen en el cerebro de la madre, del padre y de la pequeña criaturita. Carolina, mi hija mayor, me dio la primera nieta, Nicole Marie, quien es un verdadero encanto en todos los órdenes. ¿Qué le pasó al cerebro de esa madre durante el embarazo, el parto y los primeros años de esa princesita bella? veámoslo.
Desde inicio se plantea que temprano hay una discreta disminución cerebral, con las quejas de los mareos, las náuseas, etc., sin embargo, estas molestias son compensadas luego con creces porque la maternidad incrementa las formas de cognición (facultad de un ser vivo para procesar información a partir de la percepción que le permite valorar experiencias y aprendizajes), las hace más inteligentes, acrecienta la resistencia al estrés y se le agudiza la memoria, las neuronas de la empatía aumentan (detrás de la sien), se les potencializa el olfato.
El cerebro de la madre sufre una metamorfosis estructural. En el 2012, Piyong Kim y colaboradores, del Instituto de Salud Mental de Estados Unidos descubrieron por resonancia que la sustancia gris de la madre aumentaba durante las últimas semanas del embarazo y luego de parir. La materia gris es la «parte pensante» del cerebro, es lo que nos hace supriores en la escala biológica.
El aumento neuronal es mayor en las zonas parietales y la corteza prefrontal. Producen en el cerebro unas descargas de hormonas que protege a la futura madre de las amenazas que podrían comprometer su capacidad para cuidar el niño, es decir, que ni se enferman. Así que son muchos los cambios positivos en el cerebro que da la maternidad.
En el padre también hay cambios en el cerebro, el cerebro del bebé parece preparado para el contacto con su padre. De forma recíproca, relacionarse él con su hijo confiere ventajas cognitivas al progenitor. En el padre se da un aumento de la oxitocina («hormona del amor») que hace que se manifieste en el padre motivaciones paternales más fuertes y cariñosas en los primeros meses de la vida de su hijo. Solo un diez por ciento de los progenitores machos de todas las especies de mamíferos invierten su tiempo en la supervivencia de las crías. Por ello vemos que la interacción entre padre e hijos resulta beneficiosa para el cerebro de ambos. En el cerebro del progenitor crecen neuronas suplementarias y experimenta cambios tras el nacimiento del niño, es decir, aumenta la plasticidad cerebral. La presencia de la figura paterna desde que se nace puede influir en el desarrollo de comportamientos sanos. El padre importa, los niños que crecen sin padre tienen mayor riesgo de desarrollar problemas emocionales, de agresividad y adicción.
El recién nacido hace todo lo posible por atraer y mantener la atención de sus padres Omar y Sabrina (mis hijos que se estrenan como padres). Su llanto, su olor único, su mirada y el modo de agarrar con sus dedos, etc., cada estimulación en él inicia conexiones cerebrales para su maduración. En este caso, el joven Javier ya se encuentra en su cuarto mes de nacido, y vemos con satisfacción que va por buen camino de maduración cerebral y lo más importante, luce muy feliz.
El otro nieto que vendrá es Boni José; hoy vi su sonografía 3D y como abuelo-neurólogo «examiné» su cerebro. Sabemos que el cerebro en el feto comienza su desarrollo a los 18 días de vida. Él está ya en sus 20 semanas, su cerebro en la fase de migración neuronal y ya presenta ondas cerebrales pues las neuronas en este período de vida fetal se multiplican unas 250,000 por minuto. Al ver esa sonografía, pude asumir que habrá otro «inteligentico» en la familia.

Publicaciones Relacionadas

Más leídas