El cerebro de mi nieta

El cerebro de mi nieta

JOSE SILIÉ RUIZ
Hoy es día de las madres, las que ya son mamás, las abuelas, las esposas, las compañeras, las ausentes y las futuras madres son congratuladas en este “conversatorio” con ternura “abuelil”. “El Señor hizo a Adán. Así practicó para hacer a Eva.

Enseguida hizo las noches de luna llena. A consecuencia de eso Adán y Eva empezaron a hacer lo que debían para ser papás. Le preguntó Eva a su Creador: – Señor, ¿por qué hiciste todo lo que hiciste para que Adán y yo tuviéramos hijos? Le contestó el Padre: – Es que, la verdad, ya tenía ganas de ser abuelo”. Estos juicios son del mexicano Armando Fuentes en su obra “De abuelitas y abuelitos”.

En verdad concurro en su totalidad y estoy seguro que todos aquellos que pertenecen al club de la “paternidad irresponsable” que es la camarilla de los consentidores abuelos sabrán que esa experiencia es una “excelsitud”  y como dice la canción “hasta Dios habrá de darme la razón” porque eso de “abuelear” es una acción maravillosa, no se puede explicar, se tiene que vivir. El escritor francés André Maurois inquirió: “¿Qué hace falta para ser feliz? Un poco de cielo azul encima de nuestras cabezas, un vientecillo tibio y la paz del espíritu”.

Yo le agregaría tener eso mismo más una nieta como Nicole Marie. Tiene en la actualidad dos años y unos meses, y he sido testigo de su evolución, desde sus gestos corporales iniciales y luego las articulaciones prelingüísticas, hasta la actualidad donde me da “cátedras” teatralizadas y muy rítmicamente organizadas al compás de Dora la exploradora y los Backyardygans. Resulta de gran dificultad el determinar cómo tuvo el hombre conciencia de sí mismo.

Ha sido muy interesante para nosotros ser testigos como neurólogos de la evolución de ella, pues se ha planteado que valorando la evolución de las distintas fases de los niños, podemos recapitular ese complejo evento evolutivo que lleva a la auto-conciencia. Lo que nos falta en esos años tempranos es sólo “memoria” de nuestra conciencia. Ciertamente, nuestra memoria solo guarda imágenes fugaces de una vida consciente durante nuestros primeros años; evidentemente, al crecer todo ha caído en el olvido, aunque no necesariamente fuera de toda posibilidad de volver a ser recordado en circunstancias especiales, tal vez sea esa “tempranidad” la base de nuestra felicidad.

Se ha demostrado que los niños mucho antes de que puedan hablar ya saben “pensar”. Dicho en resumen, los lactantes de pocos meses aprenden a recordar cosas y a comparar sus propiedades, de ese modo ponen orden en su entorno. Y esto es muy necesario, pues la plétora de nuevas impresiones que, desde el ambiente, bombardea  constantemente a los retoños amenaza con exigir demasiado al nuevo cerebro.

Para ordenar esas sensaciones, su cerebro agrupa las cosas en categorías, las clasifica en una suerte de “cajones mentales”.  Nacemos con un número exacto de neuronas, y lo que ellas hacen frente a los estímulos y demandas del medio, es madurar y formar nuevas conexiones o “sinapsis”. El cerebro se guía por el principio elemental de “úsalo o déjalo”. A diferencia del incremento de las sinapsis, que sí dependen para aumentar en número de la “estimulación”.

Sólo se consolidan las conexiones sinápticas utilizadas con frecuencia, es decir; que en la nieta es vital el “reto” de un entorno demandante, la inflexible genética que hereda, una educación motivante y lo más importante por encima  de todo el gran “amor” que reciba con sanidad mental en su medio, son fundamentales en esa maduración y sólo así se formará  su cerebro a modo “inteligente”. Doy fe pública muy feliz y orgulloso de la experiencia con mis tres hijos.

La princesita está que  lo cuestiona todo, los qué y los por qué abundan, y es que su cerebro la perfila ya como una niña muy avispada, el de la dulce Nicole Marie, se caracteriza por tener muchas ansias de aprender, tal vez para ser una buena, inteligente, abnegada, cariñosa y ejemplar madre en el futuro, como su bisabuela, su abuela y a su madre. Felicidades a todas las madres en su día.

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