El cerebro, el cine, la dominicanidad

El cerebro, el cine, la dominicanidad

Tuve el honor de ser invitado a la noche inaugural del III Festival de Cine Funglode,  oportunidad en la que se presentó la película “Touched”. En la ocasión disfruté de esta producción por  el tema tratado (no soy crítico de cine) y sin quizás, por el hecho que de una u otra forma había cierta “dominicanidad” en la obra (Shalim Ortiz). El cine, como el arte más joven que tenemos los humanos, no sin razón se le llama el 7mo arte, en conocimiento de que la pintura, la música, la danza, entre otras formas de expresión, fueron practicadas por el hombre desde las cavernas. En mi caso en particular, en ese mismo orden, música, visión plasmada, están entre mis preferidas.

Pero este arte, creador de sueños y fantasías apenas tiene un siglo, desde que los hermanos Luis y Augusto Lumiére lo presentaron al público en el 1894. Como todo arte, tiene su origen en el órgano rector, hacemos nuestros los juicios de Semir Zeki, en su obra “Art and the Brian”, que opina: “El arte, como cualquier otra actividad humana, debe obedecer las reglas del cerebro, que a la postre es un producto de su actividad, y estoy convencido de que no se conseguirá alcanzar ninguna teoría del arte que sea completa o desde luego profunda, a menos que esté basada en una comprensión acerca de cómo funciona el cerebro.”

En la obra caleidoscópica, la trama de una madre que ejerce gran violencia en contra de su única hija, al extremo de convertirla en discapacitada, es la expresión de un caso de Trastorno Afectivo Bipolar (TAB) lo que se conoce popularmente como trastorno bipolar, en mis años de estudiante de medicina, lo conocíamos como Psicosis Maniaco-Depresiva, entidad que en sus diferentes severidades es más común de lo que nos imaginamos, y por esos mundos de Dios, hay muchas personas con conductas bizarras, alteraciones anímicas que cambian de la alegría a la tristeza sin razón aparente, comportamientos anormales, agresivos o paranoides que muy bien encajarían en el diagnóstico, que de manera lógica debe ser hecho por las personas expertas en el ramo, que son los colegas psiquiatras. El papel de la madre “perturbada”, fue interpretado magistralmente por Shirly Brener.

La noche sirvió de homenaje al gran actor Omar Sharif, estrella internacional que iluminó el escenario, con una caballerosidad y una sencillez de Lord inglés, mi dama y yo, lo “fuimos a ver”, está entre nuestros gratos recuerdos, no sin razón nuestro único varón se llama Omar, que significa en árabe “hombre justo”. El, en un perfecto español, agradeció el homenaje recibido.  En una reseña de esa noche, publicada en El País (25 de Noviembre), la periodista española Yuma Gómez, plantea: “que se debe abandonar el localismo como destacar los filmes Touched y Sol Caribe, entre otros”. Qué bueno, por fin hemos empezado a distanciarnos del hechizo de Guacanagarix, ¡viva nuestra dominicanidad!

Como un simple admirador del arte visual, no antojo a tener la capacidad para contradecir a los verdaderos críticos de esta habilidad, pero debo reconocer, aún con mis delimitadas fulguras en este campo, que tal vez esas no sean las mejores del celuloide, pero en ésta velada, se ha encumbrado orgullosamente la dominicanidad. Con respecto al festival, creo logró ya, estatura universal, perpetuémoslo.

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