El cerebro, el hambre y las cifras

<p>El cerebro, el hambre y las cifras</p>

JOSÉ A. SILIÉ RUIZ
Teníamos razón, cuando el domingo 4 del presente, en esta columna dominical, señalamos en primicia los perjuicios en el cerebro por las carencias alimenticias: “Si valoramos estos encuentros del hambre y los adaptamos a nuestra realidad social, aceptando que la inadecuada alimentación por generaciones (desnutrición crónica), sumado esto a una limitación de la educación y de estímulos adecuados (analfabetismo, hogares deshechos, baja escolaridad, oscurantismo, carencias afectivas, etc.) producen daños en el cerebro infantil, entonces no hay que ser brillante para asumir que si no hay las correcciones de estos parámetros negativos a tiempo, el futuro de nuestra nación en lo que respecta a luminosidad intelectual y creatividad con inteligencia, será para un reducido grupo de sobrevivientes de carácter espartano”.

Esa misma semana a que me refiero, un informe dado por la CEPAL-PMA planteó la incidencia de los costos para el país que tiene el problema de la desnutrición, en las áreas de educación y salud, al inhabilitar a los niños desnutridos para sus labores productivas y de adecuado crecimiento. El informe causó gran revuelo en todos los estratos con sensibilidad social, porque retrata una muy cruda realidad, que no es patrimonio exclusivo del país, pues es universal, pero que nos pone en un lugar poco privilegiado en materia de efectos y costos en la lucha contra la desnutrición.

En una reseña económica, la más lucida que hemos leído sobre el tema, en este diario, firmado por Claudio Cabrera (11 de febrero) señala: “ Crisis económicas recurrentes desde el final de 70, desatención hacia planes y programas sociales diseñados para mejorar las condiciones de vida de la población más pobre, el choque en el ordenamiento productivo interno desde los años ochenta para convertir el país en economía de servicios, junto a una desigual distribución de riquezas, son factores que han propiciado el alto grado de desnutrición infantil en República Dominicana y en otros países de la región”. Alarma el solo mencionar las cifras de los costos probables de la desnutrición infantil, los que de acuerdo a estos informes se consideran que superarían los RD$30 mil millones; por la nefasta combinación de mortalidad, morbilidad, ausentismo, bajo rendimiento y deserciones escolares.

Pero volvamos a conversar sobre la más extraordinaria agrupación celular que poseemos los humanos, nuestro cerebro. Cada neurona pide energía: oxígeno como combustible y azúcar a guisa de carburante. Pero esta enigmática maquinaria celular exige para trabajar el efecto conjunto de enzimas y proteínas, que responden todas a una misión en particular. Estas acciones participadas por los aminoácidos, derivados de proteínas animales y vegetales. Algunos aminoácidos dan lugar también a los neurotransmisores, que son los agentes de comunicación entre las neuronas; otros a los neuropéptidos, que modulan esos intercambios de información.

A su vez para actuar las enzimas y proteínas, tienen absoluta necesidad de vitaminas a su alrededor. Las membranas celulares que aseguran la información eléctrica y química necesitan imperiosamente ácidos grasos. Así de numerosos nutrientes y minerales tales como el zinc, sin él careceríamos por completo de olfato; o de la sal y el yodo que sin ellos no hubiera transmisión nerviosa, es por todo esto es que se hacen complejas las carencias nutricionales.

Hoy se acepta que la desnutrición produce otros efectos neurobiológicos, sabemos que altera la multiplicación celular, neuronal y glial, la mielinización y el crecimiento dendrítico. Se ha demostrado que existe una dramática reducción en el peso del cerebro de niños que mueren con marasmo temprano (forma grave de desnutrición proteico-calórica). La reducción post-natal del número de células cerebrales afecta obviamente aquellas líneas celulares que se multiplican después del nacimiento, es decir, las células gliales, alcanzando valores tan elevados de un 20 a un 50% de disminución.

Los efectos en la mengua del tamaño neuronal y en las fibras de arborizaciones dendríticas por igual, todo lo cual resulta en un menor espesor de la corteza cerebral. El estudio de las Naciones Unidas valora por igual el desempeño intelectual, además de los efectos morfológicos que hemos mencionado. Esta deprivación se manifiesta en alteraciones en el desarrollo mental e intelectual; esto ha podido demostrarse mediante la medición del coeficiente intelectual y por los estudios de las funciones de simbolización como son el lenguaje, la lectura, la escritura y el rendimiento escolar. La triste e inexpresiva mirada de un niño desnutrido, es una elocuente evidencia para el argumento de la pérdida de comunicación afectiva que sufre.

Se embiste por igual al pobre cerebro con las carencias motivacionales, pues generalmente se une a la desnutrición, una falta de estímulo ambiental y cultural, que causa y profundiza además el retardo en el desarrollo psicomotríz del niño. Desafortunadamente cuando hay ‘pobreza’ ese estímulo ambiental oportuno se ve limitado por numerosos factores cuyas causas se confunden frecuentemente con las de la desnutrición, tales como: el abandono de la niñez por la miseria, la limitación del acceso a la cultura, las carencias de afectos y diversiones, los niños obreros, la falta de juegos infantiles, el maltrato paterno y la ocurrencia de frustraciones permanentes en padres y tutores por sus mismas carencias, que llevan a la angustia, a la agresividad o la conducta antisocial. En ocasiones creemos que las soluciones del “hambre” de nutrientes y estímulos son tan simples y no es así, todo esto lleva una estrecha e indiscutible hermandad son el subdesarrollo y éste no es tan fácil erradicarlo.

Como vemos, el hambre no es solo la momentánea carencia de adecuada alimentación. En el cerebro del niño se conjugan variantes genéticas y ambientales, carencias de estímulos, motivaciones y de adecuada dirección; que en ocasiones son de tanta importancia para la maduración cerebral, como los mismos alimentos para el cerebro. Las cifras están ahí, sin buscar culpables, creemos que a todos por igual nos corresponde poner nuestro aporte para que esta triste tragedia mejore.

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