El cerebro en la pobreza

El cerebro en la pobreza

Se ha comprobado científicamente que nacer y crecer en la pobreza, no solo nos cambia el modo de encarar las cosas, sino que causa cambios atróficos en nuestros cerebros. Dos estudios recientes con relación al tema se han convertido en puntos de discusión en el mundo de las neurociencias. La pasada semana en mi más reciente viaje a Nueva York, hice dos visitas gratificantes para mi cerebro, la primera a la biblioteca de la Universidad de Columbia y la segunda al Museo de Arte Moderno, el Guggenheim de la 5ta. Avenida, de la que “conversaremos” más adelante. La razón de la primera visita universitaria fue para revisar las investigaciones de la Profesora de Neurociencia y Educación, la doctora Kimberly G. Noble, principal autora del trabajo más reciente donde demuestra que los niños nacidos y criados en muy empobrecidos entornos, con padres con baja educación tienen menos sustancia gris. Esta es la capa exterior del cerebro, la parte de nuestros cerebros que permite los procesos del manejo de las informaciones, la discriminación y las conductas ejecutivas. En el hipocampo donde se organiza la memoria. Esa misma sustancia gris en los lóbulos frontales, participa en la solución de los problemas, la toma de decisiones, el control de nuestros impulsos y nuestra conducta emocional. Esa sustancia gris, por igual a nivel del lóbulo temporal está envuelta en los procesos del lenguaje y la audición y ¿qué somos como individuos?
Todas esas estructuras sanas participando armónicamente son la llave del éxito académico y el social. El primer estudio fue publicado en JAMA Pediatrics, en el 2015, con unos 400 participantes entre 4 y 22 años. El segundo, publicado en Nature Neuroscience, revisaron mediante Resonancia Magnética, EEG y test psicométricos los cerebros de más de mil niños y jóvenes entre los 3 y 20 años. Concluyeron ambos que la formación de conexiones cerebrales de las áreas mencionadas, así como las conexiones neuronales de las partes del cerebro que tienen que ver con la conducta, la inteligencia y los procesos de decisiones éticas estaban disminuidas en los cerebros de los niños en extrema pobreza. El estudio titulado: “Ingresos familiares, Educación Parental y las estructuras del cerebro de niños y adolescentes.”
Trabajos más recientes de la psicóloga inglesa Ian Deary de la Universidad de Edimburgo, experta en cuestiones de inteligencia, ratifican estos hallazgos. Pero lo más grave de estas investigaciones es que demuestran científicamente que las condiciones ambientales adversas relacionadas con la pobreza, influyen negativamente por igual: violencia, mala nutrición, mala salud, polución, carencia de estímulos adecuados, ruidos excesivos, abusos físicos y emocionales, hogares caóticos y disfuncionales, la baja educación de los padres, etc. El cerebro humano tiene la capacidad de “agrandarse” en conexiones neuronales por los estímulos positivos que recibe, eso se llama plasticidad cerebral, que de manera lógica es más importante a una temprana edad, ese cerebro nobel en un entorno propicio, con padres psicológicamente sanos, educados, amorosos y sin violencia, con adecuada alimentación y mimos, será muy diferente al cerebro de un pobre niño en abandono total sin ninguna muestra de afecto, desarrollándose en un entorno hostil donde todo es carencia, frustración, violencia y agresividad. Hoy sabemos que se le atrofia el cerebro y lo llevará a perder neuronas en las áreas que tienen que ver con las funciones de tomar correctas decisiones relacionadas con juicios sociales, éticos y morales, que normarán en el futuro su conducta cuestionable.
Sin embargo, sin perjucio de lo anterior, es importante resaltar que hay una esperanza: si no se logra mejorar este cerebro a temprana edad, el cerebro humano tiene otro período de neuroplasticidad (crecimiento y maduración) de los 15 a los 30 años, esto nos da otra oportunidad. Es decir, que tenemos un segundo chance de mejorar ese insuficiente cerebro de los desposeídos de la heredad y la educación para mejorarlos con una adecuada instrucción hasta los 30 años, para ese entonces el cerebro sigue aprendiendo pero con mucho más lentitud. Estos encuentros científicos nos abren las puertas para implementar legislaciones y políticas públicas a fin de poder mejorar la educación y enderezar conductas antisociales y reubicarlas dentro de cánones de convivencias correctas y respetuosas, fomentar el convivir con principios respetables, civilizados, sin violencias, adecuados para que seamos ese mejor país que todos los dominicanos pensantes deseamos.

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