El cerebro femenino

El cerebro femenino

JOSÉ SILIÉ RUIZ
Son tres las visitas obligadas que hacemos en cada país que visitamos; una de ellas es a las librerías, tradición que cumplimos desde hace muchos años, las otras dos tienen relación con el arte y la música. En Madrid, adquirimos recientemente, entre otros, el libro de la Dra. Lowann Brizendine, neuropsiquiatra de la Universidad de California, titulado «El cerebro femenino», RBA Libros.

Esta obra, que habíamos buscado en anteriores ocasiones y parecidas circunstancias, ya está en nuestras manos y como un rico plato apetecido, lo hemos disfrutado, con la elegancia, la frugalidad y la parsimonia de una exquisita «degustación gourmet», por ello constituye la razón del «conversatorio» de este domingo, amén de que lo habíamos prometido y lo prometido es «deuda», pues manos a la obra.

Haremos énfasis en algunas de las diferencias entre el cerebro femenino y el de los varones. En una primera instancia, la corteza prefrontal: es la reina «cerebral» que gobierna las emociones y evita que éstas se vuelvan desmedidas, es la que pone freno a «las amígdalas». Esta parte de la corteza cerebral es mayor en las mujeres, y madura uno o dos años antes en ellas que en los hombres. Esto nos explicaría aquello que vivimos en nuestros años de infancia y adolescencia, que las compañeras de colegio de igual edad eran más «avanzadas», maduraron más temprano en personalidad, propósitos, en noviazgos, compromisos y hasta matrimonio. Estoy seguro que algunas hoy querrían devolver el reloj, pero es el pago hecho a una inexorable biología cerebral, que hoy se demuestra con evidencias científicas.

Hemos mencionado las amígdalas, llamadas así porque tienen formas de almendras, situadas en la profundidad de nuestros cerebros, las cuales son muy diferentes a las amígdalas palatinas que están en nuestras gargantas. Son ellas, las cerebrales, en su porción dorsal pequeña las que gobiernan el «reconocimiento» de las actitudes y conductas de los demás. En combinación con esa corteza cerebral anteriormente mencionada, hacen que el cerebro femenino tenga una mayor capacidad de «intuir» los estados de ánimo. ¿Sería esta mayor capacidad del cerebro femenino el asiento del sexto sentido? Ese aforo adicional que tienen las damas de una mayor «percepción» de los instintos y propósitos de los demás; intuición que les permite «olfatear» la actitud malsana, resentida, envidiosa y escondida de algunos, que ellas las advierten y nos previenen, debemos siempre escucharlas (de lo contrario luego nos pesará), ya que nosotros los hombres somos más crédulos y necesitamos, a diferencia de las féminas, de lo contrario llegar a los años de la sabiduría para lograrlo.

Más del 99% del código genético de los hombres y mujeres es exactamente el mismo. Entre treinta mil genes que hay en el genoma humano, la variación de menos del uno por ciento resulta pequeña. Pero es esa diferencia de porcentaje lo que nos hace disímiles. Los cerebros de los varones son más grandes en alrededor de un 9%, incluso con la corrección de tamaño corporal. En el siglo XIX, los científicos interpretaron que esa diferencia demostraba que las mujeres tenían menos capacidad mental que los hombres. Pero ante las investigaciones modernas, se comprueba que las mujeres y los hombres, sin embargo tienen el mismo número de células cerebrales, léase neuronas. Las células están simplemente agrupadas con mayor densidad en las mujeres, como embutidas en una faja o corsés dentro de un cráneo más pequeño, pero la celularidad es la misma.

Todo cerebro empieza como cerebro femenino, sólo que se vuelve masculino ocho semanas después de la concepción, cuando el exceso de testosterona (hormona masculina) hace que disminuyan en el cerebro de los varones la celularidad en el centro de comunicación cerebral, se reduce la corteza de la audición y se hace dos veces mayor la parte del cerebro que procesa el sexo. Son los cambios hacia la «masculinidad cerebral».

Una tercera gran diferencia son los recuerdos: las mujeres pueden recordar detalles más pequeños de sus primeras citas y sus congojas, mientras que sus maridos apenas recuerdan que hayan sucedido esas cosas. Otro ejemplo de diferencia es en los centros para el lenguaje y la audición, las mujeres tienen un 11% más de neuronas que los hombres en estas áreas cerebrales. Esto me explica la razón de por qué nuestras colegas y compañeras dominicanas en Londres, lograron durante los años de entrenamiento en el Reino Unido, la «entonación», el cantadito que tienen los ingleses al hablar, y ninguno de los varones por más esfuerzos que hicimos no logramos la entonación igual a aquella de los intelectuales de Oxford, ni de Cambridge.

Una quinta y muy importante diferencia entre ambos cerebros, es en el eje principal de la formación de la memoria y las emociones   – el hipocampo –  el cual es también mayor en el cerebro femenino, igual que los circuitos para el lenguaje y la observación de las emociones que hemos mencionado. Estos encuentros nos explicarían dos cosas: la mujer tiene más facilidades para comprender y hablar otros idiomas y para lograr lo que en música se llama el «oído absoluto», que es la muy rara habilidad de identificar una nota musical en el vacío, sin ninguna otra nota de referencia.

Volviendo al aspecto de las emociones, esa área hipocámpica aumentada significa, por término medio, que ellas expresan mejor las emociones, tienen mayor capacidad de hacer amigos verdaderos, y recuerdan los detalles de importantes acontecimientos con cargas emocionales más que los varones. Ante las evidencias debemos aceptar que el cerebro femenino tiene muchas diferencias con el masculino, pero lo que importa sobre todo es que de modo inteligente logremos complementarnos. Sensato es unir esas capacidades cerebrales de uno y otro para así lograr la ansiada «perfección». Creemos que por lo interesante y complejo del tema muy bien merece con la «benevolencia» de ustedes, siempre tan amables lectores, un segundo «conversatorio» dominical.

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