La pasada semana nos referimos a los daños cerebrales y cardiovasculares en los personajes gruñones y de un temperamento “violento”. Mencionamos dos neurotransmisores, la dopamina y la serotonina, que son usados por nuestras neuronas para contrarrestar exabruptos y para comunicarse, en busca de un mejor estado anímico, no olvidando que el lenguaje entre ellas es químico y eléctrico.
Mediado ese complejo lenguaje por esas sustancias que tienen que ver con la consecución de la gratísima felicidad, hoy “conversaremos” sobre otra neuro-hormona que tiene relación estrecha con esa sensación de mansedumbre y de paz interior que nos dan sensaciones como: el amor, la maternidad, la excelsa espiritualidad, el logro de metas, la placentera compañía con personas gratificantes, la agradable degustación de un buen vino o un exquisito manjar, un trascendente momento íntimo, de esos que nos hacen volar sobre el arco iris, pues tocamos momentáneamente los dinteles de la gloria.
¿Cuál es esa sustancia tan especial? se llama la oxitocina, la que es conocida como una hormona reproductora femenina, siendo una de sus funciones principales la de controlar las contracciones del útero durante el parto. Hoy se la asocia en su actuar tanto en la sangre como en el cerebro, a funciones para la obtención de la conducta moral, la empatía con los demás y la mansedumbre en una recíproca e inteligente socialización. Cuando una madre lacta tiene los niveles más elevados de esta hormona y esa secreción láctea es una respuesta emocional basada en “una memoria celular” dictada por la oxitocina. Está demostrado que las razas de animales sin capacidad de producir oxitoxina tienen amnesia social permanente.
La empatía en los humanos, que la hemos tratado en anteriores “conversatorios”, es la emoción de ser solidarios, cuando vemos a alguien preocupado o sufriendo y tenemos una afición adherente, se estimulan en nosotros áreas cerebrales específicas. Demostrada científicamente esa conducta solidaria en humanos y animales, por los estudios de Jean Decety, de Chicago, y el italiano Giancomo Rizolatti, de la Universidad de Padua. Si usted desea ver la serie de “conversatorios” escritos por nosotros sobre estos temas cerebrales, es fácil, computarice el “Hoy digital”, busque opiniones, digite mi nombre y encontrará muy ordenadamente muchos de nuestros artículos sobre el tema.
La oxitocina puede estar combinada con las dos sustancias neuroquímicas del bienestar -la serotonina y la dopamina-, a esta triple estimulación se le llama en neurociencias “circuito HOME”. Esta compleja red cerebral es la que hace que nos comportemos moralmente, esto porque la oxitocina genera la empatía social, que conduce a una conducta moral.
Fomenta el altruismo, permite solidarizarnos con los demás, cuando ayudamos al otro en caso de necesidad, cuando hacemos empatía socializante con los demás, esto es derivado de la secreción de esta neurohormona. Claro que será secundario a que nuestras estructuras cerebrales frontales y temporales estén funcionado adecuadamente (manejan la conducta). Este eje de neurotransmisores es el que nos permite lograr la escurridiza felicidad. Sabemos que esa “felicidad” no es tan fácil lograrla, pero debemos todos procurarla, tenemos el derecho a ella, pero nunca la busquemos fuera de nosotros. Sustento que ella es resbaladiza, temporal y que tiene 10 “íes”, es: inteligente, intransferible, individual, inexplicable, inmediata, inescrutable, indulgente, interina, íntima e inolvidable, todo debido a estos tres neurotransmisores de la felicidad y la socialización. ¡Atrévase usted a ser feliz!