El cerebro, la palabra y la poesía

El cerebro, la palabra y la poesía

  JOSÉ A. SILIÉ RUIZ
Se han necesitado más de 15,000 millones de años de evolución de la materia y la energía, y más de 4,000 millones de años de evolución de la vida sobre el planeta Tierra para lograr un órgano como el cerebro, con capacidades funcionales creativas tan complejas como son la interpretación de una fuga de Bach, la construcción de las pirámides, el techo de la Opera de París por Chagall, el desarrollo de una ecuación sobre equivalencia entre materia y energía. Pero, entre todas sus capacidades, se destaca por encima de todo lo demás la palabra, expresión de superioridad biológica y universal.

Creo que cometemos un sacrilegio mayor, casi parecido al de los dioses del olimpo, cuando tratamos este tema, que es de tal envergadura y complejidad aun para este neurólogo, simple admirador de la poesía, que en verdad se siente caer en la «temeridad» de Faetón, el hijo de Helios (el Sol) y de Climena. Habiéndole dado su padre permiso para guiar el carro del sol durante un día, estuvo a punto, por su inexperiencia, de abrasar el universo. Pero todo el que escribe asume, el que sólo habla, puede rectificar y hasta negar lo dicho; pero lo escrito, escrito está, ahí radica el acto de «bravura» al tratar este tema.

El lenguaje es un claro ejemplo de una función superior del cerebro cuyo desarrollo se sustenta, por un lado, en una estructura anatomofuncional genéticamente determinada y, por otro, en el estímulo verbal que le da el entorno. Modernamente se consideran tres sistemas principales que sustentan funcionalmente el lenguaje:

1.- Un sistema operativo o instrumental, que ocupa la región perisilviana del hemisferio dominante (el izquierdo) y que incluye las llamadas áreas de Broca y de Wernicke.

 2.- Un sistema semántico, que abarca grandes extensiones corticales de ambos hemisferios y

3.-Un sistema intermedio organizado modularmente, que sirve de mediación entre los dos hemisferios y que se ubica alrededor del sistema instrumental. Hemos mencionado a Paúl Broca y a Carl Wernicke. Francés el primero y alemán el segundo, porque estos neurólogos hace más de siglo y medio, plantearon la ubicación cerebral de las áreas del lenguaje en la parte lateral del cerebro, más específicamente a la altura de la tercera circunvolución del prosencéfalo.

Si nos ponemos la mano en la «cien» (porción temporal) ahí estarán esas áreas del lenguaje. En un resumen, podríamos decir que el área de Broca participa en la producción del lenguaje y que el área de Wernicke, dirige la compresión del lenguaje. Pero el procesamiento del lenguaje no se limita al área del alemán. Intervienen también, de forma muy activa, zonas adyacentes situadas en el lóbulo frontal izquierdo. Las informaciones sintácticas (combinaciones gramaticales), por ejemplo, están activadas por el opérculo frontal. Determinada zona del lóbulo temporal y otra del frontal, respectivamente, procesan siempre conjuntamente la semántica (los significados ligados a palabras o frases) o la sintaxis. El lóbulo frontal se activa sólo cuando aumenta el nivel de exigencia, es decir en casos de frases más complejas.

El estudio exhaustivo de la adquisición normal del lenguaje durante la niñez, ha puesto de manifiesto la relación que existe entre el habla y la capacidad cognoscitiva del ser humano. Hace unos años se reportó el caso de una jovencita (Curtis, «lenguage», 1974). La chica Genie, había sido mantenida en completo asilamiento, sin ninguna experiencia lingüística hasta el momento en que fue descubierta a sus trece años de edad, y sin ninguna experiencia cognoscitiva considerable. En resumen la trágica y prolongada privación de todo estimulo lingüístico ha puesto de manifiesto el papel fundamental que desempaña el lenguaje en la constitución mental del ser humano, de su memoria, capacidad cognitiva y creativa.

El paso de los años ha demostrado que Genie mejoró de su incapacidad de lograr recuerdos, por la razón de que no tenía lenguaje y sin el lenguaje no hay «memoria» organizada en el cerebro. Más recientemente, trabajos del Instituto Max Planck, con el uso de los modernos Pet y Resonancia Funcional, confirman que las mujeres reaccionan mucho antes que los varones frente a las informaciones emocionales de la prosodia (reglas del lenguaje hablado) a los 200 milisegundos, diferente a cerca de 750 de los varones. Es probable que nosotros, al contrario de las damas, procesemos por separado el significado de la palabra y la melodía de la frase, para establecer luego la relación entre ambas. Parece en cambio que, para ellas, adquiere mayor importancia la prosodia que la semántica.

Hemos valorado la parte del neurólogo, pero veamos por igual el «compromiso» del poeta con el lenguaje. El buen amigo José Mármol en su ultima obra «Cansancio del Trópico», señala: -Al poeta, y con éste al narrador o dramaturgo, si llega a ser de su obra la más encumbrada manifestación del lenguaje, y consecuentemente, del pensamiento, le toca una gran cuota de responsabilidad en la tarea de concebir, explicar y hacer entender la compleja estructura humana como síntesis de pasión, razón y creación.
El poeta derriba los unidimensionalismos para revelarnos al hombre íntegro, capaz de sentir, pensar y crear en unidad monolítica. Es mas, la misión del poeta ante el mundo estriba en profetizar el porvenir de la humanidad en relación a un cada vez más cultivado y firme «homo aesteticus», capaz de engarzar razón y pasión en una fascinante aventura creadora.

En conclusión, puede afirmarse que el desarrollo ontológico del individuo humano depende de la cultura en la que está inmerso. El lenguaje es el componente más importante de esta cultura; y, cuando es deficiente habrá poco enriquecimiento de las experiencias y de los conocimientos. Son ellos los bardos, los que manejan la simpleza de las palabras, las que complejizan y las hacen trascendentes.
Si el lenguaje es la más alta expresión de la evolución humana sobre la tierra, será entonces doble la «bonanza», la del manejo del lenguaje y la de las fantasías que tienen ellos, los poetas y, que nosotros los profanos al imitarlos, nos paseamos por senderos que nos conducen a una humanidad plenamente desarrollada.

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