Deseo compartir con mis amables lectores una experiencia que podría ser definida como maravillosa. En razón del cumpleaños de mi nieta Nicole, y como lo prometido es deuda, nos fuimos toda la familia a Orlando, Florida, a celebrárselo junto a las princesas de Walt Disney, viaje muy gratificante.
Como abuelo obsequioso no les niego que únicamente en las noches por cansancio me acordaba entonces de mi edad, sólo por los nietos se hacen caminatas maratónicas. Pues en el día lograba plenamente la razón de ser de esas atracciones, una verdadera -evasión-, magia embriagante, donde se nos mezcla el niño que todos llevamos dentro, con el adulto en efugio de la realidad.
La grata experiencia con el cine en versión tridimensional, no lo había vivido nunca. La película Avatar que rompió récords de taquilla, donde la dominicana Zoe Saldaña logra papeles protagónicos, es la expresión más acabada de ese cine de ficción, que permite que los actores se nos acerquen a nuestras narices, esa la vi en mi casa sin los efectos de la moderna tecnología.
Donde lo disfruté en grande fue en las salas de cine de Disney World y Universal estudios. Al pato Donald y a Harry Potter los tenía en mis narices, viajaban en tridimensión gracias a la magia de la moderna tecnología que logra una visión tridimensional. El ojo humano es un órgano extraordinariamente complejo. Funciona como una cámara que capta y enfoca la luz para convertirla en una señal eléctrica que el cerebro traduce en imágenes. Pero, en lugar de una película gráfica (rollo), posee una retina especializada que detecta la luz y procesa la señal mediante varias docenas de tipos de neuronas.
Las vías visuales son muy complicadas, los nervios ópticos se entrecruzan en su mitad interna antes de llegar a la zona occipital donde radica la corteza visual. Esta compleja anatomía del nervio óptico permite que tengamos media imagen de cada enfoque en ambos hemisferios, cuadro que el cerebro recompone unificándola en milisegundos. Si vemos un objeto, por ejemplo una vela, con ambos ojos la vemos muy centrada como una sola, aunque ambas imágenes no son totalmente idénticas, ya que tenemos una distancia entre ambos ojos, unos 6.5 centímetros. Si cerramos un ojo y lo abrimos alternadamente el izquierdo y luego el derecho o viceversa, oportunamente veremos dos velas, se pierde la capacidad de la corteza cerebral de superponer las imágenes en una sola, y percibiremos dos velas descentradas, es lo que se llama disparidad binocular retiniana.
La tecnología tridimensional, en el moderno cine de alta definición, es filmada con unas cámaras digitales especiales que captan dos objetivos, de manera que permiten reproducir la visión como los ojos de una persona. El espectador luce unas gafas con lentes polarizados de tecnología complicada, uno no deja pasar más que la luz de polarización vertical y el otro cristal sólo la luz polarizada en sentido horizontal. De esta forma, el cerebro cree recibir la escena filmada por nuestros ojos, pero en falsa realidad. Esta tecnología ha logrado engañar el cerebro, al no poder valorar la profundidad. No les niego que vi a personajes de Disney salirse de las pantallas y colocarse como un objeto virtual entre la pantalla y el público, produciéndome un gran placer neuronal.