El cerebro, los excesos y la resaca

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JOSÉ A. SILIÉ RUIZ
El cerebro, el órgano rector de todas las acciones humanas,  consecuencia del trabajo de las neuronas, de las que hay tantas en él, como estrellas en las galaxias, tienen una estrecha relación con la búsqueda del placer a través de los sentidos. Con gran pesar asociamos estos días de la Natividad al puro placer con el banquete, las francachelas y con acciones muy cerca de las hordas salvajes de los Hunos; tiempo que debería ser de alegría moderada, de reflexión y regocijo espiritual. Baco y Dionisio, los dioses mitológicos de los festines, han arruinado muchas vidas.

La comida, en tanto que un acto fisiológico, es un proceso socializado de comunicación, pero  si se animaliza en el exceso, pierde de inmediato el goce del gastrónomo,  que solo existe cuando el placer y el arte se anteponen en el cerebro para cumplir con necesidades orgánicas, hedonistas y psicosensoriales; pero que si nos excedemos pierden el encanto. En este período tendemos la gran mayoría, a cometer con exceso en las comidas y las bebidas, toda invitación termina en ambas cosas, es una especie de júbilo contagioso que lo concluimos la más de las veces en discordancias.

Nada más divorciado de lo que debe ser el verdadero espíritu de la Navidad, de meditación, compañerismo, integración familiar, acercamiento a los amigos; festejar, pero con el secreto de la sabia moderación. Como placer, las pitanzas y las libaciones, no podemos negarles sus bonanzas, pues nos producen regocijo a los sentidos, pero si no espiritualizamos estas fiestas, las convertimos en festivales al hedonismo vacío e intrascendente, que luego nos pesa y nos recriminamos.

El alcohol, en dosis pequeñas nos parece euforizante, y sentimos que estimula las facultades intelectuales, pero en una cercana frontera está el exceso, que se ha demostrado, es un verdadero depresor y se convierte en tóxico, embotando todas nuestras potestades. No sin razón, más de  un tercio de los accidentes en autopistas y carreteras y en el mismo hogar, guardan relación con la ingesta de bebidas alcohólicas. Afecta todos los sentidos y sabemos, que del que él  abusa son muchos los actos bochornosos en los que se ve envuelto; pero lo más penoso es matar a alguien o ausentarse usted por un accidente de este mundo terrenal.

La temida resaca, muy propia de  estos días navideños, es consecuencia sencilla de que en las células cerebrales, las neuronas, hay unos receptores con unas sustancias llamadas los gangliosidos, que tienen afinidad por el oxígeno-hidrogeno del alcohol ingerido y al desprenderse esa unión entra agua a las células, y se produce un edema intracerebral. Por eso tal sensación de plenitud y de cefalea pulsátil tan desagradable, que se experimenta posteriormente. Con la agravante de que está demostrado lleva apareada cierta muerte neuronal.

Con respeto a los excesos alimenticios, son varias las consecuencias funestas, pues está demostrado que el exceso de grasa en la sangre, es el tercer o cuarto factor de riesgo, en la producción de los infartos, tanto del cerebro como del corazón. Es obvio que si en las festividades hacemos la combinación nefasta de exceso de alcohol, y demasía en las comidas, convertimos tan hermosa fiesta en un potencial elemento de daño para nosotros mismos y para los demás; las intoxicaciones, los envenenamientos, las salmonelosis, los accidentes de transito, las muertes súbitas, los derrames cerebrales, etc., todos aumentan.

 La clave inteligente es, moderación en todo,  pues siempre es posible actuar con sabiduría. El luto, la tristeza en estos días no sería el mejor regalo de navidad que podamos hacer ni a los nuestros ni a terceros. Disfrute pues para eso son las fiestas navideñas, el pero, es que por la fecha misma los riesgos aumentan por la ingesta de alcohol, la deprivación de sueño, abandonos de tratamientos médicos, balas perdida y una  descomposición social traducida de modo equivocado en tragedia.

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