El cerebro político (2)

El cerebro político (2)

Es a partir del  año 2000 cuando se le ha dado gran importancia a la relación cerebro y política.  Antes de ese tiempo no existían las novedades en imageneología cerebral y las investigaciones se debían conformar con apreciaciones indirectas y en el mejor de los casos con el estudio de la actividad eléctrica del cerebro con el electroencefalógrafo o la tomografía, que da muy buenas imágenes anatómicas, pero no funcionales.

Hoy con las Resonancias Magnéticas y los PETscaners podemos “ver” cómo las emociones se expresan en nuestro órgano rector. Sabemos que desde los egipcios, el cerebro ha tenido preocupación en el humano, aunque ellos en los procesos de momificación lo echaban a la basura, algunos  de sus sabios le daban jerarquía; aunque no es hasta Hipócrates quien lo señala como el centro de nuestras emociones.

En junio del 2006, en la prestigiosa revista Scientific American, Michael Shemer escribe “El cerebro político”, y en la oportunidad hace referencia  de cómo las emociones participan de la política, al comentar un trabajo de investigación de la autoría del psicólogo Drew Westen, llevada a cabo en la Universidad de Emory, el equipo presentó sus resultados en la conferencia anual del 2006 de la Sociedad de Personalidad y Psicología Social.

Los resultados en esa oportunidad, trabajando en esta investigación norteamericana con militantes republicanos y demócratas muy activos, se estudiaron sus reacciones ante sendos discursos de sus líderes, y los estudiados detectaron las frases inconexas que habían expresado ambos líderes, pero sólo las apreciaron en el enemigo político. Se demostró mediante la Resonancia Magnética que en los cerebros de los militantes políticos sólo se activó  la red neuronal que gobierna circuitos emocionales, la corteza frontal orbital, – en la frente -, pero no hubo incremento  de la actividad de la corteza frontal dorso lateral, que es la  que realmente en nuestros cerebros gobierna el pensamiento lógico y  se  involucra en un  razonamiento consciente y elaborado, así el sesgo se produciría fuera de la conciencia lógica y racional.

De igual manera participaron activamente la corteza cingulada anterior que se asocia a la resolución de conflictos; la corteza cingulada posterior, que se ocupa de hacer juicios sobre la responsabilidad moral, y una vez que los sujetos estudiados habían llegado a conclusiones, y que se sentían emocionalmente cómodos, el estriato ventral, que está relacionado con la recompensa y el placer, se activaba. De acuerdo al investigador Westen, no se encontró ningún aumento de activación de las partes del cerebro  que normalmente participan del razonamiento lógico.

 Esta investigación, con sus pros y sus contras, dio inicio a una serie de trabajos sobre el comportamiento cerebral y la política a nivel mundial; las referencias son numerosas. En reciente  investigación quedaron demostrados los cambios producidos en el cerebro por la política, publicada en “Current Biology” el pasado año del Instituto de Neurociencia Cognitiva de la Universidad de Londres, a la que pertenecí, de la autoría de Ryota Kanai. No pretendo tener la capacidad de mis brillantes amigos, la politóloga Rosario Espinal o del “Gurú” de la mercadología política Dorín Cabrera, pero los juicios deben hacerse en conjunto, pues los psicólogos cognitivos, neurocientíficos, politólogos y economistas hemos aportado en los últimos cinco años más que en siglos anteriores al conocimiento de la toma de decisión en la política. ¡Continuaremos “conversando”.

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