El cerebro y el 14 de febrero

El cerebro y el 14 de febrero

José Silié Ruiz

El cerebro y el 14 de febrero. El próximo lunes celebraremos el Día del Amor y la Amistad. Deseo con la venia de mis amables lectores en este “conversatorio” por San Valentín citarme a mí mismo, lo que me permite no tener que dar créditos de autoría. En medio del filosofar sobre cuáles son las áreas que participan del amor, los científicos ofrecen cada vez teorías más disímiles de la imbecilidad transitoria como definió Ortega y Gasset a ese sentimiento que llamamos amor. Veremos científicamente por qué resulta una verdadera pero embriagadora imbecilidad.

Todos los que hemos sido afortunados de haber estado flechados por el joven arquero, sabemos que resulta muy grato el disfrutar de esa compleja reacción al ser atravesados por la filosa lezna de Cupido y que debemos llamar de alguna manera y sería enamoramiento.

Sabemos que todo se inicia en el cerebro, -no en el corazón-. ¿Cómo se expresa la felicidad de amar en el cerebro? son activados: el hipotálamo, amígdalas, ínsula derecha y bilateralmente en la cingulada anterior, en la cingulada posterior derecha, así como en la corteza somato sensorial secundaria derecha y la circunvolución parahipocámpica. La activación tiene lugar en los ganglios basales y la línea media del cerebelo. Lo relevante es que hay desactivación (se aboban) las circunvoluciones prefrontal medial y lateral, temporal y parietal, las que tienen que ver con el pensamiento rápido, lógico y discriminativo.

Al parecer, la felicidad que da el amor pleno nos hace menos pensantes. Cómo explicamos esta contradicción cerebral. Cómo esos oleajes químicos mediados principalmente por: dopamina, norepinefrina, oxitocina y feniletilamina, iniciados en esas profundidades cerebrales pasando luego el estímulo al sistema nervioso autónomo (piel de gallina, palpitaciones, rubicundez, etc.), compleja combinación de esas manifestaciones de “embotamiento cognitivo” con todas las otras sensaciones tan maravillosas que expresan el amor en todo nuestro ser.

Creo que es mejor explicar estos fenómenos tan complejos, con poetas y con la romántica experiencia del habitante de isla negra. Del poeta Alberto Cortez: Te sigo queriendo valga la osadía/con la garantía de mis pobres sueños/es decir empeños, porque todavía vive el alma mía de seguir creyendo/ Como el primer día/ como el primer beso/ y el primer exceso de melancolía, como la folía del primer intento/como el argumento, de una profecía/como el primer día/ te sigo queriendo…

Veamos también al gran Pablo de Chile de su libro “Los versos del capitán, El amor:
Qué tienes, ¿qué tenemos, ¿qué nos pasa? Ay, nuestro amor es una cuerda dura que nos amarga hiriéndonos y si queremos salir de nuestra herida, separarnos, nos hace un nuevo nudo y nos condena a desgarrarnos y quemarnos juntos. ¿Qué tienes? Yo te miro y no hallo nada en ti sino dos ojos como todos los ojos, una boca perdida entre mil bocas que besé, más hermosas un cuerpo igual a los que resbalaron bajo mi cuerpo sin dejar memoria…

Yo busqué bajo tu piel, bajo tus ojos nada, bajo tu doble pecho levantado apenas, una corriente de orden cristalino que no sabe porque corre cantando. Por qué, por qué, ¿por qué amor mío, por qué? No trate usted de encontrar satisfactorias explicaciones neurológicas ni científicas al amor, porque ¡no existen!