El cerebro y el aislamiento

El cerebro y el aislamiento

En 1950 se inician investigaciones relacionan aislamiento con daño cerebral

Está demostrado que el severo aislamiento produce alteraciones en el cerebro derivando en: alteraciones cognitivas (memoria, atención, lenguaje, planeamiento, etc.), trastornos cardiovasculares, inflamaciones, ansiedades, perturbaciones inmunológicas y depresión.

Las investigaciones formales para determinar cómo el aislamiento produce daño cerebral tienen sus inicios en el año 1950, cuando el prominente psicólogo Donald Hebb pagó 20 dólares por día a unos estudiantes de la Universidad de McGill para que tuvieran un tiempo totalmente aislados sin comunicación con el exterior.

Pronto, a muchos de ellos se les deterioró la cognición mental, expresada en extrema irritabilidad y alucinaciones.
Uno de los estudiantes reportó que sentía que su cuerpo estaba dividido en dos y que el no podía decidir cuál era su verdadero cuerpo.

Raramente se presentan situaciones tan extremas de aislamiento social, pero muchos estudios confirman que aun en la vida normal, la soledad frecuente tiene un impacto negativo en nuestra salud mental.

En una revisión publicada por la revista Science of loneliness (Ciencia de la soledad) encontraron que las personas con sólidas relaciones sociales y familiares tienen un 50% más de chance de sobrevivir que aquellas aisladas con escasas relaciones sociales.

Está comprobado en la producción del Alzheimer, por ejemplo, que las personas que socializan adecuadamente tienen menos chance de padecer la enfermedad del alemán.

Desde los años 80, se confirmó que las personas que viven socialmente aisladas tienen la tendencia a tener una salud más mala, pero todavía no sabemos cómo exactamente esa soledad nos afecta en la inmunidad y lo emocional, cómo se nos altera el cerebro para iniciar esa cascada de manifestaciones orgánicas.

Como en las actuales circunstancias de la pandemia muchos millones de personas en el mundo han vivido en el aislamiento, hay una nueva preocupación de las neurociencias para valorar los efectos inmediatos y tardíos que dicha soledad y aislamiento producen y continuarán produciendo.

El aclarar parte de estos cuestionamientos se consiguió luego de un experimento fallido. Como parte de su PhD en el Colegio Imperial de Londres la investigadora Guillian Mathews estuvo tratando de determinar cómo la drogadicción afectaba el cerebro de las ratas.

Con el aislamiento de las ratas se pudo comprobar que una de las áreas del cerebro que se alteraba con la soledad era el núcleo del rafe dorsal; esta es una estructura que se encuentra en la línea media del tallo cerebral, que a su vez es lo que comunica el cerebro con la médula espinal.

En el 2020, se publicó un estudio del Instituto de Tecnológico de Massachusetts, confirmando que el cerebro humano responde al aislamiento al igual que los ratones de la Mathews.

En la oportunidad Livia Tomova reclutó 40 voluntarios a los que se les pidió que dejaran sus celulares, las tabletas y laptops, etc., ella enfatizó su investigación en las áreas cerebrales ricas en el neurotransmisor dopamina.

Quedó confirmado con resonancia magnética que cuando vamos a hacer cosas gratas o tenemos pendiente una agradable socialización estas neuronas del placer se activan con anticipación, no así cuando estamos aislados y sin socialización. Así se pudo ver que tal vez sea esta la explicación a los daños del aislamiento.

Es decir que, a pesar de conocer las alteraciones del aislamiento prolongado, hasta hoy no tenemos respuestas absolutas a de cómo nos daña el cerebro la soledad. Esta pandemia habrá de enseñarnos muchas cosas, entre estas espero esté la explicación a estas alteraciones cerebrales.

Una de las mayores áreas de la investigación es de cómo esta pandemia puede impactar en las personas más jóvenes, en los que lo cognitivo y su socialización están en desarrollo. La modernidad con su tecnología nos ha ayudado a comunicarnos.

Socialice usted adecuadamente para así tener una mejor salud. El prominente neurólogo francés Boris Cyrulnik señala que: resisten mejor el confinamiento los que tienen una buena disposición.

Su fortaleza se basa en tres factores: Confianza en sí mismos, un dominio del lenguaje que les permite contar lo que les pasa, y tener a alguien a quien contárselo, es decir, una red afectiva de familiares y amigos¨.

Las personas que socializan adecuada mente tienen menos chance de padecer Alzheimer

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