“Si fuera preciso resumir en una palabra el talento particular de nuestra especie, yo retendría este simple verbo: “aprender”. Más que Homo sapiens, somos Homo docens porque lo que sabemos del mundo, en su mayor parte, no nos ha sido dado, nosotros los hemos aprendido de nuestro medio, de nuestro entorno. Ningún otro animal ha podido como nosotros, descubrir los secretos del mundo natural. Gracias a la extraordinaria flexibilidad del aprendizaje, nuestra especie ha logrado dejar su sabana natal para atravesar desiertos, montañas, océanos y en algunos miles de años solamente, hemos conquistado las islas más lejanas, las grutas más profundas, las placas de hielo más glaciales y hasta hemos llegado a la luna.
En la fuente de todos estos triunfos, hay un solo secreto: la extraordinaria facultad de nuestro cerebro de aprender, es decir, para formular hipótesis y para seleccionarlas en función de su adecuación con el mundo exterior hasta transformar esta hipótesis en conocimientos estables. Vemos a través de la conquista, el fuego y de la fábrica de herramientas para la agricultura, la navegación o la física atómica, en fin, a través de la historia de la humanidad que esta no es más que una constante invención, y la sociedad cambiante, en la actualidad dominada por la tecnología, el aprendizaje juega un papel cada vez más importante”. Estas palabras fueron dichas por el neurocientista francés StanilasDehaene, al recibir el grado de “Profesor Honoris Causa” en el salón del Consejo Universitario de la UASD.
No obstante lo anterior, es preciso resaltar que para lograr la adquisición del conocimiento es esencial la atención, la emoción y la inteligencia, es decir, que la interrelación entre el cerebro y los procesos educativos podemos englobarlos como una cuestión de estímulos. Aprender es, pues, reforzar sistemas “plásticos” de nuestras neuronas, por lo que todo aprendizaje tiene un componente cerebral. Atención significa etimológicamente “tender hacia”. Es una palabra que tiene al menos 2,000 años de antigüedad. Implica relación entre los órganos sensoriales de la persona (los 5 sentidos); el contexto, en tanto fuente de información y las vinculaciones entre estos tres elementos mencionados. Cuando logramos convocar la motivación, la atención pone el foco sobre el problema y se interesa en todo lo que pueda ir sumando. Se comienzan a tejer asociaciones neuronales y el entusiasmo crece. Finalmente, el problema se resuelve: el aprendizaje gratifica. En esos fenómenos participa la red de alerta atencional, el docente de forma habitual se preocupa ante el poco discernimiento de los alumnos somnolientos. En la literatura de alerta atencional es conocida la curva invertida de “alerta óptima”; en el extremo inferior está el alumno apático displicente en el otro extremo en el nivel de alerta mayor, está el “hiperactivo”.
La capacidad emocional está relacionada con una de las adaptaciones más logradas del ser humano: el estado de ánimo. Según el evolucionismo, el estado de ánimo es un “acumulador’ de emociones, estableciendo un promedio de estas, vinculándolas con el sistema de expectativas. Por tanto, el estado de ánimo es un concepto que matiza lo positivo o negativo del estudiante, que es lo que determina finalmente el buen aprendizaje. Digamos que las emociones primarias (alegría, tristeza, ira, miedo, asco y sorpresa) son como los colores básicos en la paleta de un pintor y de la mezcla de ellas en cantidades determinadas y en contacto con el entorno surgen emociones de mayor complejidad.
Sabemos que la inteligencia puede ser definida como la capacidad de resolver situaciones novedosas, por tal y como funciona el cerebro es plausible pensar que cuanta más información contenga nuestra memoria más situaciones no nos serán novedosas. La educación debe crear individuos inteligentes con un desarrollo armónico cerebral, que les permita adaptarse a las circunstancias de su devenir biográfico. Consideramos que los profesores deberían saber algo sobre el funcionamiento cerebral, porque es el órgano sobre el que ellos actúan. Reivindiquemos el conocimiento del cerebro en la educación, porque el cerebro es el órgano de la libertad. La enseñanza moderna, para ser vinculada a la realidad, debe contener amén de la tecnología en toda su expresión, también los elementos del conjunto mencionado (atención, emoción, inteligencia), con el fin fundamental de educar con el ideal positivo de insertar el estudiante dentro de las conexiones psico-bio-sociales de la excelencia, para así poder alcanzar exitosamente la espectacularidad de la vida.