El cerebro y la Neurofilosofía

El cerebro y la Neurofilosofía

Producto de un interesante coloquio con el Dr. Víctor Hugo Delancer, a quien agradezco que sea uno de mis “asiduos lectores” por su propia  confesión, discutíamos aspectos del uso del cerebro y su relación estrecha con la educación. Él como experto en el campo, me enfatizó la necesidad de un nuevo enfoque en la educación.

En el abordaje apasionante para valorar el desarrollo del cerebro y su relación con la cultura, le hice la promesa de que escribiría sobre ese motivante conversatorio. Como lo prometido es deuda, asumí el compromiso. Debo confesarles a los siempre amables lectores que la tarea no ha sido nada fácil; la razón es simple, desde unos 30 años a esta parte por el conocimiento de la intimidad cerebral, los tratados y las investigaciones publicadas son numerosas, por lo que de inicio clamo de los expertos, la indulgencia, y de los demás gran benevolencia, pues condensar en seis entregas lo que se encuentra en bibliotecas enteras, resulta temerario de nuestra parte; pero de eso se trata, es a lo que he dedicado más de la mitad de mi vida, a las neurociencias.

Para comprender el funcionamiento cerebral, cómo se elabora el pensamiento, dónde se fraguan las ideas, cómo el hombre  simboliza el lenguaje, en fin todas esas acciones que nos hacen superiores en la escala biológica, se necesita obligatoriamente de la filosofía y de la epistemología, que no es más que la doctrina de los fundamentos y métodos del conocimiento científico. Corresponde a Patricia S. Churchland, en su libro “Neurofilosofía”, ser la introductora formal del tema.

En su obra señala: “La Neurofilosofía, nace del reconocimiento de que al fin, las ciencias del cerebro y la tecnología están suficientemente avanzadas como para haber logrado un avance real en nuestra compresión del problema cerebro-mente (memoria, aprendizaje, conciencia, libre albedrío). Más claramente, ello predice que la filosofía de la mente desarrollada sin un entendimiento de las neuronas y el cerebro, es altamente posible que se vuelva estéril. La Neurofilosofía, como resultado, se centra en problemas que tienen que ver con la intersección de una naciente neurociencias y una envejecida filosofía.”

Pero es un verdadero maridaje, pues no es posible comprender los fenómenos cerebrales divorciados de la filosofía y viceversa. Veamos un ejemplo común que comentamos con el Dr. Delancer, la educación,  es muy probable que cerca del 95% de la enseñanza actual enfoca  los “procesos mentales inferiores”: aprendizaje memorista de la gramática, las tablas de multiplicar, nombres y fechas históricos. La mayoría de los maestros dedica muy poco tiempo a los “procesos mentales superiores”: resolver problemas, analizar e interpretar, fortalecer el pensamiento lógico. Está demostrado que conforme los niños mejoran en su capacidad de reflexionar, también hay un avance en el aprendizaje de lo memorístico. Saber el significado de una idea o un principio, y cómo se puede aplicar, ayuda al niño a aprender mejor, y a recordar durante más tiempo.

Se  plantea que todos los “sectores cerebrales” son importantes; pero que la razón y el sentimiento son indispensables para la racionalidad, y que el sentimiento de manera general es la “visión” momentánea de un estado transitorio que se llama “el paisaje” corporal, ligado a la percepción o a la reminiscencia de algo que no es parte del cuerpo (una cara, una melodía, una fragancia). Los sentimientos permiten vislumbrar al organismo en su libre curso biológico, un reflejo de los mecanismos de la misma vida. Se observa cómo pacientes con lesiones prefrontales, los efectos de la razón y la experiencia se deterioran juntos, y su incapacidad se pone de relieve en los estudios neuropsicológicos, aunque  atención,  memoria, la inteligencia y el lenguaje aparecen  intactos, pero no es necesario tener que referirse a ellas para explicar la falta grave de discernimiento de esos pacientes afectados.  Seguiremos “neurofilosofando”, en el “conversatorio” del próximo domingo, revisaremos cómo el lenguaje es parte vital de ese complejo funcionamiento cerebral.

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