El cerebro y la
conciencia subjetiva

El cerebro y la<BR>conciencia subjetiva

Pensar, en que fuera necesario no pensar, ya es pensamiento”, el juicio del  talentoso poeta y gran amigo José Mármol, me ayuda a que ustedes mis amables lectores entiendan que el pensamiento neurocientífico tiene obligatoriamente que hacer filosofía, de otra manera nosotros los organicistas del cerebro no pudiéramos ni siquiera iniciar un “conversatorio” sobre el tema de la conciencia, aunque otros muchos  opinan que como la actividad mental es cerebral y, es por tanto, susceptible de análisis por la investigación científica.

El cerebro humano piensa en imágenes, todo lo “vemos”, lo graficamos en nuestros cerebros, hacia eso ha avanzado el desarrollo humano, pero ¿dónde radica la conciencia, dónde termina lo subjetivo? Insisto que de saber la respuesta, yo su amigo, el neurólogo que escribe los domingos estaría instalado en algún tabernáculo en las universidades de Oxford, de Cambridge o en el Instituto Tecnológico de Massachusetts. No tengo la respuesta, ni mucho menos pretendemos en esta apacible mañana de domingo hacer una revisión completa de los numerosos puntos de vistas de lo que se define como: El sentimiento interior mediante el cual el humano aprecia sus acciones. Muy simplista definición, para explicar la complejidad de los fenómenos que se producen en el cerebro humano para originar la llamada “conciencia”.

Ese fenómeno escurridizo que es la conciencia, donde hoy se debate de si algún  día llegaremos a una buena y aceptada hipótesis basada en procesos físicos-neurales, estas grandes discrepancias irrefutables nos explican las veleidades científico-filosóficas que han dado lugar al crecimiento de la neurofilosofía, es un crecimiento convergente de ciencias del cerebro y filosofía, que se adentra en temas clásicos de la propia filosofía, como la naturaleza de la mente y con él la conciencia del yo, el libre albedrío, con elecciones y decisiones. Ella reconoce en el método científico, la capacidad de desentrañar  los mecanismos cerebrales que producen los procesos mentales. A partir de esos datos, contrastados por la observación y la experimentación científica, es posible filosofar, procurando adquirir más conocimientos y formular hipótesis.

Los bebes, antes del primer año se reconocen en un espejo, esta capacidad es parte de eso que llamamos conciencia Ese aforo cerebral, hace que nos planteemos numerosos cuestionamientos. El cerebro físico es producto de una evolución, pero la mente que es inmaterial ¿de dónde surgió? dónde se esconden esas experiencias subjetivas, ¿cuál es la base fisiológica de la subjetividad? No la ha podido replicar la computadora, cómo el humano tiene la capacidad de “ver” sin ojos, de “oir” sin oídos, ¿cómo valoramos los sueños?  esa es la subjetividad de la conciencia que hasta hoy no la podemos explicar.

Algunos estudiosos del cerebro han esbozado dos grandes formas de “conciencia”, las cuales están entrelazadas. Una, que tiene que ver con las emociones y las percepciones y que de manera lógica  se nutre de las informaciones que recibimos de nuestros sentidos y es la llamada conciencia primaria. La segunda planteada, es la consciencia extendida,  relacionada con la cultura y las representaciones abstractas que aprendemos del mundo actual. El hombre moderno, desde hace dos millones de años ha evolucionado para soñar, logrando  pensar en  imágenes, dando inicio a la primera revolución cognitiva, en ese período sólo existía la conciencia episódica. Lo amplio, nos obliga a otros “conversatorios” sobre la compleja conciencia.

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