El cerebro y las decisiones

El cerebro y las decisiones

JOSÉ SILIÉ RUIZ
«Hay una misteriosa voz que, viniendo de lo hondo del alma, le anuncia, cuando no se confunde y desvanece entre el clamor de las voces exteriores, el sitio y la tarea que le están señalando en el orden del mundo», José E. Rodó, Los Motivos de Proteo.

«El enternecimiento causado por una inclinación a determinada actividad humana, anima sutilmente a penetrar en esa realidad, quedando complacidamente sirviéndola. Es lo que acontece con la propensión humana a ser Juez. Se crea una afición en el alma, que cada día con más afluencia y gusto, la persona le dedica su tiempo, empeño y consagración, para hacer de la actividad algo así como un apostolado. La noble misión de juez, gratamente encuentra por vocación, abierto camino señalado por el porvenir, para con deleite, dar y darse a esta misión ordenadora del alma, porque halla fuente espiritual de fácil inspiración para volcar sus luces de entendimiento, voluntad y tiempo en esa manifestación de vida a plenitud». Esta introducción es el inicio de la obra «Ética del Juez», de la autoría del Dr. José Silié Gatón. Si el amable lector hace un ejercicio, relee lo escrito y sustituye del texto la palabra «Juez», por médico, ingeniero, sacerdote, licenciado, sembrador, técnico en equis campo, o a lo que usted se dedique, coincidiremos que en eso de hacer lo que uno en verdad siente gusto, brinda una gran alegría, y máxime cuando es consecuencia lógica de una sabia decisión.

De eso trata este «conversatorio», de cómo el cerebro actúa cuando tomamos una determinación. En días pasados conversé como médico, con el hijo de una persona amiga, el «pobre niño rico» ha empezado tres profesiones, sin concluir ninguna, y en la actualidad, a sus 24 años, se ha procurado él mismo, sin trabajar ni estudiar un «año sabático», que es el tiempo libre que generalmente conceden las universidades a profesores con méritos y muchos años de ejercicio fructífero. Todo consecuencia de su penosa «indecisión», de la que mañana muy seguro se arrepentirá, es un «aprendiz de todo y maestro de nada», de esos hay muchos.

A la luz de las investigaciones más modernas sobre el cerebro, sabemos que el entusiasmo, la confianza en uno mismo y la ilusión poseen la capacidad de favorecer las funciones superiores del cerebro. La zona prefrontal de ese «coliflor neuronal», es el lugar donde tiene lugar el pensamiento más avanzado, donde se inventa nuestro futuro, donde valoramos alternativas y estrategias para solucionar los problemas y tomar nuestras decisiones, estando tremendamente influido por el sistema límbico, que es nuestro cerebro emocional, muy primario. Por eso es que una persona ilusionada, con ambiciones y metas claras, presentará un cerebro que funcionará diferente de aquel que se conforma con que las cosas fluyan sin motivación.

Veamos el funcionamiento de esa corteza rectora, específicamente la corteza cerebral órbito-frontal, que es la porción situada encima de nuestros ojos. Esa corteza que guarda relación estrecha con las llamadas funciones ejecutivas, estas se han definido, de forma genérica, como procesos que asocian ideas simples y las combinan hacia la resolución de problemas de alta complejidad. Estos trastornos se han estudiado ampliamente en pacientes con lesiones del lóbulo frontal, los que se mostraban incapaces de plantear metas y objetivos y no diseñaban planes de acción en aras de lograr el objetivo deseado. Eso está muy claro en la neurología y no es nada difícil su diagnóstico, en los pacientes con trauma, tumores, malformaciones, etc., en fin, con un daño en el territorio frontal, área de las «decisiones»; pero ¿qué acontece en esos pacientes, como el joven mencionado? que se comportan como los que sí tienen un daño real y a estos últimos (los indecisos), les practicamos todas las investigaciones «organicistas» de las que disponemos en la actualidad (EEG, TAC, RMN, PET) y las valoramos siempre como «normales».

En el año 1989, John Fuster publicó su teoría general, todavía con gran actualidad, sobre el cortex preferontal, en su obra «Corteza Frontal, anatomía y neurofisiología». En ella sustentó que esa área era fundamental para la estructuración temporal de la conducta y que tenía un papel protagónico en la organización, búsqueda, selección y verificación del recuerdo de la información almacenada. Por tanto, no interviene en los procesos de almacenamientos per se, sino que media en procesos muy estratégicos y complejos, de recuperación, monitorización y verificación de la memoria pasada y reciente. Es decir, que dicha área es un verdadero director de orquesta, con información que se halla en las áreas límbicas y de los lóbulos temporales (las emocionales) y es si se quiere, el área cerebral que le confiere «inteligencia» al estúpido sistema temporo emocional.

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