El doctor Enrique Silié Valdez, mi primo psiquiatra, médico de gran cultura y acendrada capacidad profesional, me hizo un valioso regalo: el libro El cerebro y el mito del yo, de la autoría del neurofisiólogo Rodolfo Llinás, obsequio que no sé si agradecerlo o no, pues me ha obligado a volver a estudiar el funcionamiento cerebral.
La obra trata el tema de la actividad neuronal, que aparte de apasionarme, me ha costado y me sigue costando un precio elevado en horas de lectura, pero lo fascinante de todo esto es que lo disfruto y me entusiasma, soy así y así moriré- un apasionando en todo, y los retos intelectuales son parte de la razón de mi existencia.
El doctor Llinás, de origen colombiano, es uno de los padres de la neurociencia moderna. Lo conocimos en la ciudad de los rascacielos en un congreso de neurocientistas. Este ha sido por mucho tiempo director del Departamento de Fisiología y Neurociencias de la Escuela de Medicina de la Universidad de New York. Hace ya unos años que iniciamos conversaciones desde esta columna con nuestros amables lectores, sobre el tema cerebro.
Bien sabemos que las experiencias de vida de todos los que somos propietarios de un cerebro tienen algo que ver con las percepciones conscientes de nuestra existencia. Durante mucho tiempo los neurocientíficos fueron renuentes a examinar la percepción consciente. A muchos de ellos les parecía tan misteriosa e indefinible, que sería imposible estudiarla y registrar la actividad cerebral, pero el paso de los años nos ha enseñado que la experiencia consciente puede ser abordada de manera experimental.
Las que sí son difíciles de valorar son las experiencias subjetivas individuales, ésas que cada uno de nosotros conoce muy bien, pues tenemos todos nuestros parámetros de valoración, pero que nadie puede medir, ya que son experiencias muy particulares. Actividad cerebral que nos hace a todos individuos específicos, pues cada uno tiene sus propias experiencias y las valoramos de modo muy privativo.
¿Cómo dar explicación de las cualidades que le damos al frío o al calor, a un color en particular, cuando apreciamos buena música, o cuando rememoramos internamente nuestros propios recuerdos?
No creo que sea posible que otro cerebro lo asuma, lo valore y lo comprenda en igual magnitud.
Siempre habrá, queramos o no, una interpretación individual.
La pregunta de cómo acontece esa acción cerebral individual, cuestionamiento que aparentemente es simple, pero en verdad es muy complejo, y es la razón de porqué los filósofos que estudian la mente las llaman cualias.
La definición de Cualia es: una experiencia del cerebro que no puede ser medida, en razón de que es una actividad intangible, sólo presente dentro de las neuronas de cada ser.
Los patrones de actividad en el cerebro son fantásticamente complejos. En cualquier momento, muchos millones de neuronas generan en nuestros cerebros impulsos eléctricos. Leer lo que está ocurriendo en todas esas neuronas a la vez, queda fuera del alcance de cualquier tecnología actual.
Incluso si se dispusiera de semejante grabación, convertir esas mediciones en una interpretación con pensamientos específicos es cosa de ciencia ficción, y puede que nunca llegue a suceder. Por esa imposibilidad explicativa y no poder medirlas en las neuronas cerebrales, se han ideado los estudiosos el término de Cualias. Continuaremos este fascinante tema.