PUERTO PRÍNCIPE. — Cuando su hija tenía cuatro años, Jennifer Jean abrió una pequeña empresa de catering en Bourdon, un distrito de clase media-baja de la capital de Haití, Puerto Príncipe.
Desde sus inicios en bodas o actos corporativos ocasionales, el negocio prosperó y Jean llegó a ganar hasta 1.000 dólares al mes, una cantidad suficiente para pagar las facturas y enviar a su hija, ahora adolescente, y a su hijo de siete años a una buena escuela privada.
Pero entonces llegaron los apagones, que imposibilitan las tareas básicas. Sin refrigeración, tiene que comprar hielo en la calle para mantener fría la comida que prepara.
“Antes podías sacar tu auto a cualquier hora de la noche, a la 1 o las 2 de la madrugada”, dijo Jean, que está pensando en emigrar a Estados Unidos. “Ahora todas las calles están oscuras. No sabes qué te vas a encontrar”.
Gracias al programa de ayudas venezolano Petrocaribe, Haití llegó a recibir unos 60.000 barriles de crudo al día en condiciones mucho más favorables que las de mercado. Más de la mitad de los costos del petróleo, que se vendía com un fuerte descuento, podían devolverse a 25 años con un interés del 1%, lo que supuestamente permitía que el gobierno utilizase estos beneficios para fomentar el desarrollo económico. A cambio, Haití respaldaba a Venezuela ante Estados Unidos en foros regionales como la Organización de los Estados Americanos.
Pero a medida que el gobierno del presidente Nicolás Maduro hacía frente a la caída de la producción del petróleo y a sus propios problemas económicos, Caracas dejó de enviar miles de millones de dólares en petróleo subvencionado a países de Centroamérica y el Caribe, incluyendo Haití, donde el fin del crudo barato produjo importantes cortes en el suministro eléctrico.
Por otra parte, la Oficina de Monetización de Programas de Ayuda al Desarrollo de Haití (BMPAD por sus siglas en inglés), se topó pronto con sus propias dificultades. Tras empezar a comprar crudo en los mercados internacionales, el departamento dijo este año que se quedó sin fondos operativos y dejó de entregar de forma regular el combustible necesario para las estaciones eléctricas que mantienen las bombillas encendidas.
Ahora, la mayor parte de la población de Haití tiene electricidad durante apenas tres horas al día.
Durante la noche, la actividad casi se ha paralizado mientras aumentan el número de robos armados a vendedores callejeros o en viviendas aprovechando la oscuridad. Las gasolineras pasan días vacías, lo que dificulta que muchos haitianos puedan acudir a su trabajo, hacer recados o llevar a sus hijos a la escuela. Los hospitales confían en generadores de emergencia para funcionar.