Los desarrolladores de las ciencias sociales tuvieron que inventarse algunas técnicas equivalentes a las que las ciencias naturales podían hacer en el laboratorio. Los físicos hacen experimentos en tubos al vacío para aislar del medio ambiente, y así determinar la eficacia de una sustancia, por ejemplo.
El biólogo hace experimentos con conejos idénticos. Cuando la sustancia es eficaz, el que fue vacunado se salva y el que no lo fue se muere. Sociólogos y economistas rara vez encuentran situaciones artificiales para probar sus teorías con la precisión que se logra en laboratorio.
Y como los novelistas y poetas, hacen experimentos a su manera. Un tal Orwell se inventó una fábula jocosa para reírse de la utopía marxista, creando en el papel una Granja de Animales, para demostrar que por más iguales que queramos ser, siempre habrá unos más iguales que otros. También Vargas Llosa hizo su experimento sociológico sobre su escritorio, inventando al oficial de nombre Pantaleón, que resolvía los problemas de violencia militar contra las mujeres de la Amazonanía peruana, con un plan de asistencia de trabajadoras sexuales para los pobres guardias.
Los economistas inventaron los modelos económicos para imaginarse una economía en la que todos los comerciantes tienen igualdad de acceso y oportunidad para competir libres presentando sus ofertas. Inventaron lo de los supuestos, como el que ninguno de los participantes podía crear monopolios ni meter zancadillas a sus competidores. O sea, que había céteris páribus, todo lo demás era parejo para todos, y todas las demás cosas que no fueran la vacuna y el conejo, permanecían constantes.
Tanto los economistas como los comerciantes saben que en la realidad las cosas son muy diferentes. Sin embargo, los modelos teóricos económicos son útiles para imaginar o representar cómo más o menos funcionan las cosas; como cuando el sastre nos muestra la revista de modas para convencernos de lo bien que nos quedará el flux, sin que usted repare en que el modelo de la foto es un atleta de 20 años.
Caso algo similar en cuestiones de encuestas son los escenarios. Parecidamente, las preguntas hacia futuro, o de simpatías políticas mucho tiempo antes de las elecciones. Muchas veces se pregunta sobre situaciones no reales, ficticias o solamente posibles, “suponiendo que las elecciones fueran hoy”.
En esto hay también una especie de céteris páribus como el de los economistas: Si todo lo demás es constante o igual para todos, los resultados de las elecciones serían como se presenta en los datos de la encuesta. Pero los resultados reales el día de las elecciones tendrán que ver con factores que no están presentes en el papel ni en la mente del que está respondiendo al “experimento” de la encuesta.
Como sabemos, el que tiene más saliva come más hojaldres. La maquinaria política, los recursos y las estrategias de campaña determinarán realmente los resultados electorales. La publicidad e interpretaciones que hacen otros acerca de las encuestas, sí pueden influir en los resultados. Las encuestas, per se, no predicen resultados, ni ayudan a ganar elecciones.