El Chaltén, refugio patagónico de aventureros

El Chaltén, refugio patagónico de aventureros

Tras recorrer la amplia estepa de la Ruta 40 se ingresa al Parque Nacional Los Glaciares, desde donde se avista la inmensidad del lago Viedma y el glaciar del mismo nombre. Siguiendo el curso del río Las Vueltas, se llega a un pequeño valle franqueado por dos macizos de granito. Bienvenidos a El Chaltén.

A dos horas y media del aeropuerto internacional de El Calafate, y a seis de Buenos Aires, se encuentra este pueblo de 21 años, que nació en 1985 por razones geopolíticas: esa zona es la pieza que le falta a Chile para conectar Norte y Sur, proyecto congelado por el Parque Nacional de los Hielos Continentales.

Caminatas sobre el gigantesco glaciar Viedma, navegación entre los témpanos azul profundo, trekking para todo tipo de estado físico y sobre todo, larguísimas jornadas de aire fresco para el alma que baja puro de los cerros, ríos y lagos del área, es lo que nos espera.

Los descubridores

En el último año, el turismo en El Chaltén creció el 50% respecto del año anterior. Tal es la demanda que, durante la temporada de verano –de octubre a abril- cuando la media ronda los 15 grados centígrados, la cantidad de gente que llega a trabajar triplica a los 350 habitantes que residen todo el año. Sólo algunos soportan los hasta 28 grados bajo cero en invierno. Todos viven de las ganancias que les deja el turista.

Este crecimiento, acelerado por la pavimentación de la ruta que lo une a El Calafate, trajo aparejado un cambio en el perfil del visitante. Desde su fundación, El Chaltén era conocido entre los mochileros trotamundos, amantes de la naturaleza extrema, que aportaron esfuerzos, historias y descubrimientos al patrimonio turístico local.

Hoy El Chaltén cuenta con un hotel cinco estrellas para alojar a aquel que además de aventurero es hedonista y disfruta tanto de las excursiones exóticas como del confort.

Famoso por estar a los pies del cerro Fitz Roy o Chaltén (cerro que humea), este pueblo conserva el espíritu bohemio de los escaladores y aventureros amantes de la montaña.

Precarias casas de madera y chapa, tiendas de campaña y casas rodantes, cálidos refugios donde comer y beber y unos pocos negocios de supervivencia se aprecian en las calles de tierra. El set ideal para que el hedonista lo viva a toda hora desde los mullidos sillones de Los Cerros, cuya construcción de madera y piedra se distingue por enormes ventanales que, para el huésped que saborea su coctel, funcionan como pantallas de magnética belleza natural. Efe/Reportajes

Sensaciones a la carta

De las variadas excursiones se puede elegir entre: sentirse como un astronauta al marchar con grampones sobre el paisaje galáctico del glaciar Viedma; o como un navegante en la Antártida al sortear rumbo entre los témpanos.

Los Cerros, cuya cava atesora 120 etiquetas de vino argentino, ofrece –sólo en temporada– un servicio “all inclusive” que comprende pensión completa y un indispensable menú de excursiones organizadas por afables guías de primer nivel y vasta experiencia, para salidas en grupo o individuales.

De las variadas excursiones se puede elegir entre: sentirse como un astronauta al marchar con grampones sobre el paisaje galáctico del glaciar Viedma; o como un navegante en la Antártida al sortear rumbo entre los témpanos.

También podemos vernos a nosotros mismos como un niño que va de paseo por bosques, lagos y cabañas encantadas o como un escalador avezado que tras cuatro horas de caminata en ascenso festeja en la base del Fitz Roy.

Al día siguiente, el aventurero puede animarse a una extensa cabalgata por terreno sinuoso y empinado hacia los campamentos base de Cerro Torre o Fitz Roy y el hedonista, jugar al “indiana jones dominguero”, que disfruta de los placeres de la comida y la bebida en el Fitz Roy Adventure Camp.

Este establecimiento es un campamento exclusivo –íntegramente edificado con madera de ciprés– en donde se sirve cocina regional y bebida argentina de primer nivel y en donde, sobre todo, se vive la sensación de estar en un refugio encantado, en el medio del bosque y al lado de un río que baja demorado por sus vueltas.

Degustando cordero

Bordeando el río Las Vueltas se llega al Lago del Desierto: un espejo de agua de 12 kilómetros de largo y 240 metros de profundidad, desde el que se ve el famoso cerro Fitz Roy enmarcado por glaciares colgantes que bajan hacia el lago.

En el puesto fronterizo, que se halla en el extremo occidental, los gendarmes tienen mil y una historias de épocas bravías en las que plantaban bandera argentina en un terreno disputado por los chilenos.

En El Chaltén las excursiones suelen ser caras para el bolsillo argentino ya que se trabaja con precios de turismo internacional. Siempre está la opción de lanzarse al azar de un sendero señalizado, aunque aconsejan la salida con guía.

El cordero patagónico es tan popular como la pizza lo es en Italia. Se puede comer asado en cruz o hervido en un caldero, también a la plancha. Es una carne tierna y sabrosa. La trucha, el salmón, la liebre, los ahumados de todo tipo y los frutos silvestres del calafate completan la cocina local.

Las corpulentas cervezas caseras, con toques de cassis o frambuesa; o los vinos de latitud sur con carácter fuerte y sabor perfumado, bien merecen relajar la estadía de todo aquel que disfruta tanto de la aventura como de los placeres de la buena vida.

En El Chaltén el teléfono es satelital y la televisión es un bicho raro, incluso en el cinco estrellas. A cambio, la geografía ofrece múltiples posibilidades para redescubrir la generosidad de la naturaleza virgen que acoge en todo su esplendor. Efe/Reportajes

Publicaciones Relacionadas

Más leídas