El Cibao maltratado y la Capital en fiestas

El Cibao maltratado y la Capital en fiestas

A escasos dos días de la fecha religiosa mas importante del cristianismo, y por ende del mundo occidental, nos encontramos en Dominicana con dos actitudes muy distintas en cuanto al ánimo de estas festividades.
El Cibao llora la tragedia del mes de noviembre por los volúmenes de agua de los torrenciales aguaceros que acabaron con las propiedades, dañaron la agricultura, destruyeron carreteras y puentes y ni se diga de las viviendas en sitios vulnerables, deslavadas por las aguas de los ríos. En la intemperie quedaron miles de seres humanos desorientados y como zombies esperan una mano amiga para rehacer sus existencias partiendo de la nada.
Mientras el norte se inundaba y se destruía, los habitantes de la vertiente sur de la Cordillera Central continuaron con sus actividades normales. Las fiestas navideñas de la temporada continuaron su curso normal, con la presentación a casa llena de reconocidos artistas que alegraban a unas multitudes gozando, sin recordarse que miles de compatriotas sufrían las consecuencias de las lluvias desmadradas de noviembre. Hasta la actividad del Black Friday formó parte del jolgorio capitaleño que envolvió a una buena parte de la población en su locura de gastos y tapones en las calles el 25 de noviembre pasado.
La muestra de solidaridad fue tímida. Se celebraron actividades de recolección de alimentos y otros tipos de ayuda. Algunas empresas muy importantes hicieron aportes apreciables de mercancías en especial alimentos, agua y medicamentos que en grandes furgones lo trasladaron a las zonas del norte afectados por las riadas.
El gobierno por su parte adoptó una prudente decisión y supuestamente adoptó la medida de enfriar en su alcance las actividades festivas de los ministerios que en estos días era lo normal. Esos actos le daban muchos beneficios a todos los conjuntos musicales y artistas. Estos de repente creyeron que no tendrían su principal soporte económico del año que eran las fiestas gubernamentales de estos días. Además en el Cibao Central, lleno de modernas y activas discotecas, las fiestas en las mismas fueron pocas y más discretas. Esas discotecas son las preferidas de todos esos artistas que cobran un dineral para sus presentaciones de no más de dos horas. Pero en la costa sureña del Caribe el ambiente era otro. Desde Bávaro hasta la frontera, las fiestas mostraron el egoísmo de las gentes al manifestarse con euforia. Olvidaron por completo la tragedia de sus vecinos del norteño atlántico.
Es el contraste y el comportamiento de los seres humanos, que ignoran cuando sus vecinos sufren en carne viva serias limitaciones alteradores de su modo de vida y hasta los empobrece de mala manera. Ahora, una región busca normalizar sus actividades cotidianas para tratar de que pasado mañana aparentar cierta normalidad. Pero con todos sus ajuares dañados y sus pisos de las casas llenas de lodo.
Fue admirable la reacción del gobierno del presidente Medina, que con su dinámico Ministerio de Obras Públicas, inició su labor de asistencia bajo las lluvias y con caminos inundados y ríos desbordados los equipos iniciaron la labores de rescate, frenar a las impetuosas aguas y corrección temporal de daños. Así se evitaba que la muerte se enseñoreara en las regiones cibaeñas.
La principal lección de un Cibao llorando la calamidad natural es que las autoridades del sector agua son muy tímidas. Actuaron con una lentitud bordeando la desidia al no ordenar el desagüe de los embalses de las presas desde que se inició la temporada ciclónica. La tendencia oficial es guardar el agua en los embalses para los períodos de sequía. Y a cuenta que así estaría disponible en un volumen necesario para generar electricidad, suministro de agua para acueductos o para riego, pusieron en gran riesgo las vidas humanas de la región.
Cuando se inició el temporal del norte hubo irresponsabilidad al no iniciar el desagüe de los embalses para bajar su nivel y crear un espacio de un volumen considerable que pudiera recibir cualquier creciente. De esa manera se hubiese estado en condiciones para abrir las compuertas, generar electricidad a toda capacidad por 24 horas continuas, y si acaso funcionan las compuertas de fondo, utilizarlas para que el agua saliera rápidamente.
De todas maneras, en la víspera de la Noche Buena, hay una región agobiada por la pena de sus pérdidas y un paisaje aterrador de un lodo que se resiste a ser removido. Mientras el sur le da rienda suelta a su alegría de la ocasión para celebrar la Noche Buena. Ojalá que en cada hogar sureño nos acordemos de nuestros compatriotas cibaeños y elevemos una plegaria con mucha fe para que, en poco tiempo, vuelvan a recuperar la alegría de su naturaleza.

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