Madrid, España. El cineasta ruso Andrei Konchalovski mantiene su mirada irónica y descreída sobre los males del mundo y, a punto de cumplir 78 años, no ha perdido un ápice de fuerza; de hecho, afirma que no tiene intención de jubilarse- “Dios no me deja”, bromea.
Autor de obras memorables como “Siberiada” (1979) y también de las taquilleras “Tango & Cash” (1989) o “The Nutcracker in 3D» (2010), Konchalovski (Moscú, 20 agosto de 1937) concedió una entrevista telefónica a Efe desde Moscú en la que repasa sus cincuenta años de trayectoria profesional y ofrece algunos detalles de su última película, “The Postman’s White Nights».
“Soy 50 años más viejo y el cine ha envejecido lo mismo que yo. El único legado que quiero dejar al mundo, incluidos los cineastas, son mis hijos y mis nietos”, relativiza el director últimamente en los periódicos por negarse a que esta película que ahora trae a España representase a su país en los Óscar.
Afirma que sus críticas a la ‘holiwoodización’ del mercado ruso se deben a que cree que el cine comercial estadounidense influye negativamente en la formación de los gustos y las preferencias de los espectadores, aunque reconoce que “le gusta” recibir premios.
“Claro que me gustan, significan que alguien aprecia mi trabajo, más allá de mi mismo”, comenta este intelectual que, además de cineasta, es pianista y filósofo, y que responde con sarcasmo cuando se le pregunta por su jubilación- “Dios no me deja”, afirma.
Esta nueva película, la tercera que Konchalovski dedica a la Rusia profunda, relata la historia del cartero Lyokha, la única conexión con el mundo exterior para los vecinos del inhóspito lago Kenózero de la región norteña de Arjánguelsk, donde sus habitantes miran impasibles los lanzamientos de las naves espaciales que parten del polígono militar situado justo detrás de sus montañas.