El circo

El circo

JOSÉ LUIS MALKUM
El circo que todos conocemos es un lugar donde se disfruta de una variedad de espectáculos. La fantasía envuelve el ambiente, el mundo real se transforma y se olvidan las penurias y sufrimientos. Al circo asiste la familia porque hay presentaciones para todos los gustos y edades. Por ejemplo, los magos comienzan a sacar sus conejos y palomas de un pequeño sombrero.

Todo es puro truco pero no por ello carecen de mérito. El ilusionista usa efectos especiales para hacer desaparecer personas o hacerlas levitar.

Después llegan los contorsionistas que parecen camaleones. Mueven y doblan sus partes corporales imitando una estatua de Boleto o en un cuadro de Picasso.

El payaso es el símbolo de un circo. Hacen chistes y entretienen con sus bromas y comedias. Los malabaristas, con sus ingeniosos movimientos de manos, mantienen varias pelotas en el aire. Y los cómicos hacen el intermedio, mientras se prepara el siguiente show.

Los títeres entretienen a los pequeños para que no se aburran. Los domadores de leones y tigres siempre tienen cara de malos y usan vestimentas especiales para justificar un látigo, que solo hace ruido en el aire porque jamas llegan a tocar a los felinos.

Después aparecen los hermosos elefantes blancos montado por habilidosos jinetes. Estos saltan, dan media vuelta y giran sobre la abultada montura del paquidermo, los que hacen su propio show dando vueltas alrededor de la arena o parándose en un taburete.

El momento cumbre llega con los trapecistas. La gente se impresiona con los grandes vaivenes y se asusta cuando llegan los triples saltos que es todo un espectáculo.

¿Pero qué pasa fuera de la carpa de un circo? Ahí encuentras los fenómenos humanos, como la mujer barbuda o el hombre lobo, que son por lo regular, personajes desagradables y que todos le temen. También están los coloridos bazares, donde la baratija abunda a precios astronómicos. La que te lee el futuro, donde siempre te llenan de falsas esperanzas. Y no faltan los padres ilusos que apuestan a introducir una argolla en una botella para conseguirles un insignificante peluche a unos de sus hijos.

En fin, todo es imaginación y fantasía porque la gente eso es lo que busca. Olvidarse de la realidad, escapar de ese mundo que lo agobia y lo asfixia.

Lo que mucha gente no llega a comprender es por qué todos o casi todos los circos que llegan a nuestro país, desaparecen o se desintegran después de sus actuaciones. Es un misterio que nadie se explica. Y o se pregunta, ¿Dónde están o que hacen los ex empleados del circo? Quizás se han metido a políticos. Otros probablemente son abogados o economistas. Los más vivos tendrán su ONG o instalaron sus negocios. Y deben haber muchos trabajando en el Gobierno. En alguna parte tienen que estar.

Eso podría explicar la habilidad de muchos políticos para actuar como contorsionistas, cambiando de forma cuando les conviene. Algunos se han especializado en el triple salto, pasando de un partido a otro y después a otro.

No hay dudas de que numerosos magos del circo ocupan o han ocupado altos puestos en el Gobierno. Cuando se trata de desaparecer bienes públicos, son unos expertos.

La mayoría de los payasos se pusieron de ridículo a crear partidos políticos y ahora se dedican a las bromas electorales.

Algunos audaces malabaristas, haciendo gala de sus habilidades, lograron alcanzar un curul en el Congreso, desde donde siguen dando su atractivo espectáculo.

De algún circo salieron los abogados fabuladores que usan la técnica de los ilusionistas para sus trucos legales. Convierten los juicios en un acto circense y no vacilan en actuar como tigres enjaulados para asustar a la gente.

Ciertos taumaturgos que leían el futuro, seleccionaron como profesión la economía y andan por ahí haciendo falsas profecías.

Muchos domadores de leones deben ser comerciantes o empresarios, porque esquilman a los consumidores a latigazo limpio.

Al sector eléctrico deben haber entrado los cómicos, que se la pasan haciendo chistes infantiles sobre los apagones.

Ciertos comunicadores y medios deben estar influenciados por los títeres, ya que solo se mueven cuando el poder político jala sus hilos.

Las ONGs, con su desprestigio a cuesta, heredaron la práctica de los bazares, ya que especulan con los ilusos vendiéndoles pura fantasías.

Los que se dedicaban a rifar osos peluches, engatusando al público, seleccionaron como negocio las bancas de apuestas, lo que explica su auge y diseminación en todo el país.

El Metro parece que adoptó a los elefantes blancos, que se engullan en comida una porción importante del presupuesto nacional. En la seguridad social deben trabajar la mujer barbuda y el hombre lobo a los que todos le temen y le huyen. Y en el narcotráfico y la delincuencia, hay cientos de acróbatas, ya que nadie puede alcanzarlos.

En fin, vivimos en un circo donde nada es real. Todo es pura fantasía. Disfrútelo mientras pueda.

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