El circo del poder

El circo del poder

JOSÉ R. MARTÍNEZ BURGOS
El circo electoral ha quedado instalado. Los payasos ya salieron al ruedo y los trapecistas y los equilibristas ya entraron en acción. Estas son cosas naturales para los aspirantes al poder. Ya cada quien ha fijado sus aspiraciones y las marionetas han hecho sus anuncios triunfantes. Sólo han olvidado que el poder se desgasta, sobretodo en la oposición.

Por suerte en las democracias esto es parte esencial de su razón de ser, pero no se puede hechar en el olvido que quien disfruta en este momento del poder es el que pierde por sus propios méritos o desméritos en las elecciones. La propia democracia facilita un cambio pacífico de Gobierno, como si se tratara de rebelarse contra su propia gestión política, porque se niega a modificar violentamente su propio entramado institucional. Siempre ha sucedido de esta manera. Por eso es que a veces una alternativa bien construida y mejor instalada se convierte en pocos meses en una fuerza imparable.

Sobretodo cuando los pueblos están reclamando cambios y de nuevos planteamientos de Gobierno. Por esto, en nuestro caso la visión que se tiene de una oposición que viene creciendo, que se agranda cada día más ante la opinión pública resulta ser más general, aunque no esté centrada la discusión política sobre temas concretos sobre nuestras profundas necesidades. Nuestras elecciones nunca han exhibido esas manualidades, siempre han sido caprichos de los aspirantes forjados por su carisma. Por eso el voto ha sido negativo para sacar a fulano del poder. Los principios siempre han estado ausentes. Una muestra la acabamos de ver en los cambios en el gabinete; ha sido el principio fundamental que rige el circo: malabaristas de todos los colores.

El poder sin embargo desgasta menos cuando trata de responder necesidades específicas. Por ejemplo, la entrega de las tarjetas de ayuda social a los más necesitados. Ni siquiera el desorden técnico que esto ha planteado ni el hecho que el PRD ofrezca más dinero si alcanzan el poder «desgastan» lo suficiente.

Ni anulan el objetivo electoral que el propio Gobierno se había planteado en este último tramo de su gestión.

Si queremos ver el mismo fenómeno de la lucha electoral desde otro punto de vista, en otras propuestas del PLD, encontramos el caso de la vivienda y el uso de los fondos de la Seguridad Social. No habrá viviendas más baratas y los asegurados perderán, a la larga, sus reservas. Ya eso sucedió cuando Trujillo, tomó, para la construcción de la Feria de la Paz en 1954, los dinero del Seguro Social y más nunca retornaron a la caja de la institución. Es que no es cuestión de cambios de ministros; se tiene que tener una política bien definida con instrumentos económicos bien estudiados. No se descalabra el «empate técnico» entre el PLD y PRD con noticias e informes desmesurados ni puede hacerse una reforma estrafalaria del Estado en una forma asimétrica. Lo que a la sociedad importa es el respeto sin arrogancias, la restauración de la paz, la seguridad en la inversión sin acoso fiscal, menos impuestos y menores gastos del Gobierno.

El poder no puede desafiar la oposición, porque hay una masa silente que lo viene observando y aunque regale plátanos y víveres a precios por debajo de los costos de producción, el pueblo no puede cocinarlos con gasolina y petróleo a precios elevadísimos y con ITBIS sobre las montañas.

El Gobierno, si quiere vencer en una segunda vuelta a la oposición, tiene que seguir el ejemplo de Sarkozy en Francia, con unas cuantas «ideas de fuerza», valores que pueda recuperar en el tiempo que le queda o con planteamientos explicados pedagógicamente, y para eso necesita estrategias, no ideologías.

La oposición puede llegar al poder, pero para eso tiene que sacudirse del pasado reciente y cambiar su estrategia electoral.

No puede seguir contestando insultos ni arrogancias del PLD. Su función es decir cuáles son las líneas maestras de su programa electoral y su línea social y económica y elegir un equipo de hombres y mujeres sin colas que les puedan pisar. La moralidad se impondrá definitivamente o habrá que liquidar el Estado dominicano. Ya no hay Duarte, ni Sánchez ni Luperón. Esa estirpe no puede clonarse.      

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