El clamor de Juan Bautista

El clamor de Juan Bautista

POR LEONOR ASILIS
La figura de San Juan Bautista ocupa un lugar importante en este tiempo de Adviento.

Él, quien decía de sí mismo que era la voz que clamaba en el desierto por la conversión y el arrepentimiento, y fue quien indicó que aquel a quien bautizaba (Jesús) era el Mesías y no era digno de desatarle las sandalias.

De Juan Bautista podemos sacar tres enseñanzas.

Primero: la conversión es necesaria para todos los hombres. Si queremos felicidad y paz, debemos recordar que a Dios ya no le tenemos cerca, pues ha entrado  en nuestra historia, y ya es de los nuestros quien nos pide conversión a Él y a nuestros hermanos más desprotegidos.

Segundo, esa conversión es posible porque tenemos todo a nuestra mano, y está con nosotros el Espíritu del Señor, animándonos a la generosidad, a abrirnos a la esperanza en Dios que está en medio de nosotros y a caminar en la fortaleza de quien se siente acompañado de Cristo Jesús, que se encarnó en María, la Madre del Señor, siendo Hijo del Altísimo.

Y tercero: esa conversión significa necesariamente un vivir para los otros: “el que tenga dos camisas, o dos abrigos o dos cobijas”.  Y en este último punto hemos de detenernos. Es tiempo de que abramos nuestros sentidos espirituales y sintamos lo que siente nuestro hermano.

Abrirnos a la solidaridad, a la caridad, al amor, hasta que  entendamos el hecho de que basta que aprendamos a amar, pues al sentirlo, no nos sera posible permanecer indiferentes al dolor humano.

Estamos conscientes de que el proceso de la conversión no termina nunca, y estamos continuamente expuestos a ejercitarnos en el amor. El amor nunca está ocioso.

Decía San Agustín: Ama y haz lo que quieras! El amor es quien nos indica el camino.

Debemos estar alerta  y que nada ni nadie nos impida oír la voz de Juan.

Sería una tragedia el que no oyéremos a Juan, que no hiciéramos nada para iniciar una nueva etapa de nuestra conversión y que el único cuidado que realizáramos de cara a la Navidad fuese el de vigilar nuestro peso para  no engordar demasiado.

Oigamos también al profeta Isaías: “En el desierto preparadle un camino al Señor; allanad en la estepa una calzada para nuestro Dios; que los valles se levanten, que montes y colinas se abajen, que lo torcido se enderece y lo escabroso se iguale. Se revelará la gloria del Señor  y la verán todos”.

Leonor.Asilis@codetel.net.do

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