El clavo de Chejov

El clavo de Chejov

DIÓGENES VALDEZ
Anton Chejov, escritor que se distinguió por sus cuentos carentes de un desenlace espectacular, en los que sin embargo, la sensación de destrucción, cuando no el aniquilamiento del personaje principal siempre fue un constante, sin ser un consumado teórico del género, nos dejó una definición perfecta de que lo accesorio ni lo superficial caben en un texto narrativo breve.

En este sentido podríamos calificar a Chejov, sin temor a equivocaciones, que él es el teórico más tacaño de entre todos lo cuentistas. Decía este indiscutible maestro ruso, que «si en la primera línea de un cuento aparece un clavo, en la última el protagonista debe ahorcarse en ese clavo».

Más breve, conciso y económico no podría ser un escritor para definir una situación. Tampoco más preciso, para enseñar a aquellos que no lo saben, que ningún elemento dentro de un cuento puede estar allí de manera gratuita. Todo tiene, obligatoriamente, un carácter utilitario, y nada, dando por

descontado que el cuento está correctamente escrito, dentro de él, puede ser prescindible.

Los fundamentos teóricos de Chejov

Aunque algunos teóricos describen a Chejov como el más alto exponente de «la narrativa intrascendente», de aquélla en que nada sucede, él no es, a pesar de las excelencias de sus textos, en el sentido lato de la definición, «un teórico del cuento». Como todo gran ejercitante del género, tuvo que inventar sus propias concepciones y leyes, para poder crear esa literatura sin altos relieves, en la que lo más importante es, esa sensación de derrota, de destrucción e inutilidad, que abaten a los personajes y por ende, al lector.

De una carta escrita a Anton Chejov, a un posible pariente cercano, con fecha 10 de abril de 1886, se extrae una síntesis en la que queda al desnudo que Chejov tenía un peculiar modo para estructurar sus ficciones.

Estos fundamentos teóricos son los siguientes:
1.- Ausencia total de todo tipo de descripciones prolijas.
2.- Total objetividad.
3.- Descripciones de personas y objetos lo más veraces posibles.
4.- Brevedad extrema.
5.- Audacia y originalidad: evitar el estereotipo a toda costa.
6.- Compasión.

La clásica creencia de que en literatura sólo existen sólo cuatro clases de argumentos (odio, amor, muerte, vida), parece no tener vigencia para Chejov, puesto que para él no existían argumentos literarios y todo -lo profundo, mezquino, mediocre, ridículo, excelso y trágico- existe entremezclado, importando primordialmente, «el efecto dramático» que un texto puede sugerir en cada lector. Para Chejov, más que la «noción» de la tragedia, importa la «sensación» que dicha tragedia deja latente dentro del subconsciente del lector, prefiriendo los desenlaces sutiles, antes que los efectos sorprendentes.

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