El clérigo que está arruinando planes de EU

El clérigo que está arruinando planes de EU

BAGDAD, Irak.- El personaje político más importante en Irak actualmente es el Gran Ayatola Ali Husseini al-Sistani, un anciano clérigo musulmán chiíta. No ha pisado fuera de su casa en seis años, sin embargo el ayatola de barba blanca se ha adueñado efectivamente de la planeación que realiza el gobierno de George W. Bush para la democracia de posguerra.

Su pronunciamiento sobre quién debería redactar una nueva constitución (sólo iraquíes elegidos por iraquíes) forzó a Washington a alterar su cronograma para conceder al país su independencia. La semana pasada, el ayatola rechazó la propuesta de Estados Unidos de elegir una legislatura provisional a través de juntas electorales, inmovilizando la transición. Sus simpatizantes tomaron las calles para apoyarlo.

La influencia del ayatola recuerda la de otro clérigo chiíta alguna vez aislado, Ruhollah Jomeini, quien hace 25 años tomó el timón de la revolución iraní y creó una república islámica implacablemente hostil hacia Estados Unidos.

El ayatola Al-Sistani, sin embargo, no es Jomeini. Al menos eso es lo que indicarían sus propios antecedentes y la historia reciente de los chiítas de Irak. Sus doctrinas siempre han reflejado lo que a menudo es llamado la escuela de pensamiento quietista en el chiísmo moderno, una que dice que los clérigos no deberían dirigir gobiernos. El sistema de Irán, diametralmente opuesto, otorga a los clérigos de autoridad legal y política absoluta.

Las dos teorías nunca han sido puestas a prueba lado a lado. Pero eso, quizá, está a punto de cambiar.

En Irán, los reformadores han desafiado audazmente al legado de Jomeini demandando que los clérigos acepten elecciones verdaderamente libres renunciando a su poder para descalificar candidatos para la próxima votación parlamentaria. Al mismo tiempo, en Irak, donde la mayoría chiíta largo tiempo oprimida está reclamando el poder, Al-Sistani está siendo atraído cada vez más profundamente a la refriega.

«Sistani es increíblemente sensible a la opinión pública y lo que la gente dice sobre él», dijo un miembro chiíta del Consejo de Gobierno Iraquí. «Renuncia al poder político y sin embargo, al mismo tiempo, tiene que responder al hecho de que la gente está ansiosa de un líder».

Aunque la mayoría de los chiítas de Irán son de ascendencia persa y los de Irak son árabes, los maestros y estudiantes religiosos viajaron libremente entre los dos países durante siglos. Al-Sistani, por ejemplo, nació en Irán pero siguió sus estudios religiosos en Irak. Hasta la revolución iraní de 1979, los peregrinos iraníes acudían a Irak en gran número para visitar los recinos chiítas en Najaf y Karbala.

El propio Jomeini pasó los 15 años antes de la revolución en Najaf, y fue ahí donde refinó su teoría de «wilayat al-faqih» o el régimen del jurista. La teoría, de que un eminente clérigo chiíta puede ser la autoridad legal absoluta, es la base del actual sistema político de Irán. Incluso entonces, en su ciudad adoptada, la suya era la opinión minoritaria. El maestro de Al-Sistani y el clérigo de más alto rango en Irak en ese entonces, el Gran Ayatola Abu al Qassim al-Khoei, creía firmemente que incluso los más eruditos de los expertos en la chía no tienen derecho a gobernar.

Sin embargo, muchos chiítas iraquíes religiosos, a quienes la minoría sunita les negó el poder durante más de 500 años, recuerdan sentirse entusiasmados ante el nacimiento del gobierno islámico de Irán.

El sentimiento no duró mucho. Temiendo por su régimen, Saddam Hussein intensificó su persecución de los chiítas de Irak, encarcelando y ejecutando a cualquiera sospechoso de simpatizar con Irán. Con la guerra Irán-Irak en 1980, la imagen de los mullahs de Irán se corrompió más.

Como resultado, dicen muchos iraquíes, la experiencia iraní con el régimen clerical nunca desarrolló un grupo real de seguidores, excepto como teoría.

Uno de sus pocos simpatizantes entre los clérigos superiores, el Ayatola Muhammad Yacoubi, describió la doctrina del régimen en manos de los clérigos como una idea cuyo momento no había llegado aún. «No hay nada malo en la teoría de Jomeini», dijo. «Los elementos negativos provienen de la puesta en práctica. La gente no puede absorber y apoyar la teoría de un estado islámico. La gente no está lo suficientemente madura. Incluso los iraníes no estaban lo suficientemente maduros».

Jalaluddin al-Saghir, funcionario del Consejo Supremo para la Revolución Islámica en Irak, uno de los partidos políticos chiítas con un lugar en el Consejo de Gobierno Iraquí, dijo: «Sería un error enorme tomar prestado un modelo de otros. Pretendemos establecer un sistema que refleje la naturaleza y la historia de nuestro propio país. Y vivimos en una sociedad multiétnica».

Al-Sistani, de 73 años de edad, no ha manifestado sus propias preferencias, si es que tiene alguna, en relación a la forma o naturaleza de un nuevo gobierno iraquí. Ni ha dicho qué le gustaría ver en una nueva constitución iraquí, la cual presuminlemente aclararía si los clérigos musulmanes tendrían un papel en revisar o redactar leyes, como lo tienen en Irán.

En su reciente declaración publicada, Al-Sistani limitó su aportación política a insistir en elecciones directas para la asamblea nacional.

Su declaración creó una crisis política en el Consejo de Gobierno Iraquí designado por Estados Unidos, que se supone debe decidir sobre un mecanismo para elegir una asamblea. La mayoría de sus 25 miembros son chiítas; todos han dicho que se inclinan por la opinión del ayatola, pese a la reconocida dificultad de celebrar elecciones sin un censo nacional y con el país bajo ocupación.

El énfasis de Al-Sistani en las elecciones, dicen personas cercanas a él, refleja los temores del clérigo de que los chiítas de algún modo pudieran ser marginados, como lo fueron bajo el régimen británico en el siglo XX.

«Recordamos que bajo los británicos, las asambleas nacionales estaban basadas en nominaciones», dijo Muhammad Hussein al Hakim, hijo de otro destacado ayatola en Najaf, Muhammad Said al-Hakim. «Nunca tendríamos la representación adecuada en esos parlamentos».

Iraquíes que se han reunido con Al-Sistani dijeron que en los últimos dos meses, él ha mostrado un interés cada vez más ávido en los detalles de las negociaciones sobre la transferencia de la soberanía. Sus colaboradores han llamado a líderes políticos chiítas para quejarse sobre sus declaraciones en los periódicos o la televisión iraquíes.

Se dice que ahora el ayatola, según quienes han hablado con él, quiere la opinión de expertos de la ONU sobre la cuestión de celebrar elecciones rápidamente. Su solicitud será transmitida esta semana a Kofi Annan, el secretario general, dijeron líderes iraquíes.

Adivinar las opiniones de Al-Sistani sobre esos detalles se ha convertido en una actividad de tiempo completo para los miembros del consejo, la administración de ocupación estadounidense y el resto de Irak. Y el ayatola parece, según todas las versiones, disfrutar totalmente de la atención. Un miembro del consejo que habló con Sistani a principios de la semana pasada lo describió, con cierta sorpresa, como «muy ansiosos de expresas sus opiniones».

Algunos personajes políticos que no son chiítas han empezado a quejarse en privado de que Al-Sistani ha empezado a ejercer un veto religioso sobre asuntos políticos, al igual que lo hacen los mullahs en Irán. Pero sus simpatizantes dicen que él no cruzaría la línea entre influir en la política y participar en la política.

«Tenemos preocupaciones políticas», dijo Hakim, «pero no tenemos deseos políticos».

Publicaciones Relacionadas

Más leídas