El clientelismo infaltable en la fauna política

El clientelismo infaltable en la fauna política

Muchos políticos admiten en forma desfachatada sus prácticas clientelistas

Causa asombro, en la forma tan desfachatada e ingenua de muchos políticos, admiten sus prácticas clientelistas a la hora que llegan a un cargo público.

Y es que  se dedican a colocar a familiares, amigos, amantes, simpatizantes, activistas y conocidos en los cargos, removiendo a los viejos servidores, que ahora lo “desvinculan” de los puestos para reemplazarlos por los nuevos seguidores y favoritos  del nuevo incumbente bajo la sombra benevolente del jefe supremo de la administración.

Es la ración del boa como decía un hábil y recordado político que en sus gestiones supo administrar con tino el uso del clientelismo a  su mejor conveniencia y mejores resultados. Aquella vez, con una nómina pequeña, las exigencias de complacer y aplacar  ambiciones, era más fácil de distribuir los favores, y las exigencias monetarias eran menores.

Ahora, la cosa es de mayores dimensiones y se requieren de  abundantes recursos para aplacar y saciar las ambiciones de muchos que algunos han pasado  años, sin disfrutar de una botella en una posición que le dé lustre a sus egos aplacados por el tiempo  del desempleo fuera de las nóminas oficiales.

Desde la fundación de la República, y siguiendo la tradición latinoamericana, el clientelismo es parte esencial de la actividad política  para complacer a los seguidores  o establecer nuevos amarres con sectores que antes eran opositores y se busca la forma de atraerlos al redil oficial, calmándolos con un cargo a veces sin funciones o simples botellas pero bien pagados como ocurre ahora.

En los pasados 20 años la nómina estatal se convirtió en la fuente nutricia de enriquecimiento  de  más deslumbre,  y apetecido de los políticos que no veían llegada la hora cuando fueran llamado por el Presidente de turno o llevado de la mano por los asistentes  más señeros para enrolarlos en la nómina, y que ahora,  después de 16 años de disfrute son desvinculados por una administración que pasó 16 años sin disfrutar de tener un cheque en su cuenta.

No podían  darse el lujo de disfrutar de las  exquisiteces que se acostumbran ahora en los lugares de mayor postín para degustar sabrosos manjares.

Esos lugares del buen comer, que han  florecido  en los pasados 20 años, se sostenían por el gasto alegre de una clientela alimentada por sus lujosos ingresos oficiales, que les importaba poco de dónde provenían  esos recursos,  con tal de que fueran cubiertos por las cuentas de los departamentos en que ostentaban cargos importantes con caja chica generosa y despilfarradora.

Con razón esos desfavorecidos del erario por 16 años envidiaban a quienes por pertenecer al grupo político de peculiar estructuración ideológica y propósitos políticos que se aprovecharon hasta el final de sus gestiones,  y que ahora desvinculados, esperan muchos de ellos el peso de la Justicia por las indelicadezas  cometidas hasta que fueron separados de la generosa ubre nutricia estatal, inagotable como fuente de riqueza primaria.

Supuestamente se creían sin consecuencias penales, cosa que ahora se cree que no ocurrirá el borrón y  cuenta nueva.

Pese a que han transcurrido siete meses del cambio, la gente  no ha visto una acción contundente,  dirigida para enderezar entuertos y poner al oficialismo a respirar otros aires de prudencia administrativa. 

O fue que fueron muy hábiles para ocultar las indelicadezas de manera que sea difícil desempolvarlas y ponerlas junto con los acusados al frente del Cristo del tribunal.

El derroche del clientelismo es sorprendente en la forma como se lleva a cabo sin ningún rubor y se acepta en la opinión pública que tal cosa es comprensible  después de un grupo político que no podía  disfrutar de las mieles del poder cuando otro grupo por tantos años lo acaparó para ir formando nuevos sectores, poderosos económicamente, hasta con más poder y garras que los  tradicionales existentes,  fruto de otras aventuras de un clientelismo amparado en las redes del poder de la ocasión.

De ahí que resultó llamativo para la opinión pública la desfachatez y boca sabrosa de una alta funcionaria del seguro que declaró al país que había elevado la nómina mensual de su departamento en 4 millones de pesos mensuales para los reemplazos de los que fueron desvinculados y más los nuevos que se agregaron los cuales se fajaron en su campaña y debían ser recompensados con un cargo que se lo merecían por su lealtad y trabajar a favor de la funcionaria de marras.

No se sabe  bajo qué criterios de preparación.  Pero eso es lo típico de la política criolla y tal cosa se acepta como algo gracioso y de frecuente ocurrencia.  Pero tiene una “zarruma” en el fondo es para demostrar que ellos como políticos están por encima de quien  ostenta el poder en la administración pública.

Desde la fundación de la República el clientelismo es parte esencial de la actividad política

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