El Coctelero cerró la farmacia

El Coctelero cerró la farmacia

A eso de las nueve y media de la noche, el pasado 13 de diciembre el Coctelero cerró la farmacia. La tarde de ese sábado compartió animadamente varias horas con sus seres queridos.  Ellos no tenían idea.  Él, sí. No quiso decirles nada para no alarmarlos, para no entristecerlos, pero él sabía que había llegado la hora.

Ese momento parecía de celebración.  Y así fue, la celebración de la despedida.

En ese preciso instante, el Coctelero, rodeado de su más preciado tesoro – esposa, hijos, nietos, cuñadas y sus más íntimos – celebró la vida, cantando en su interior con infinita alegría, “gracias a la vida, que me ha dado tanto”.

Porque tanto le dio la vida, como él le dio a la vida. A los suyos dio amor, al país su talento, su chispa, su consejo, su orientación en momentos difíciles; obsequió a los amigos el mejor de los regalos, la solidaridad, la lealtad sin condiciones, sin dobleces, sin pedir nada a cambio; quienes acudían a él en busca de opinión, consejo, quedaban satisfechos después de escuchar la voz del experto, del maestro.

Optimista empedernido sabía, sin embargo, reconocer cuándo las cosas no iban por buen camino, y lo manifestaba enseguida, sin contemplaciones, en sus escritos, en sus conversaciones individuales, en la peña que por años mantuvo en su oficina en el periódico HOY.

La voz del amigo, del consejero, del crítico mordaz, no se volverá a escuchar.  Sus bromas, a veces cáusticas, tenían siempre un toque pragmático que echaremos de menos.

Lo que sí perdurará en el recuerdo son su entereza, su afecto, su camaradería, su entrega a las mejores causas nacionales, su empeño por contribuir a hacer de ésta una sociedad más justa, más libre, más limpia moral y cívicamente.

Sólo nos resta despedir al Coctelero como lo hizo su nieta mayor en un gesto de gran ternura, cuando el abuelo iniciaba su marcha definitiva.  Dándole un beso en la frente, le dijo: “bye, Cucho”.

Publicaciones Relacionadas

Más leídas