El colapso de las plantas de tratamiento de aguas residuales

El colapso de las plantas de tratamiento de aguas residuales

El mantenimiento y operación de las plantas de tratamiento de aguas residuales, bajo la supervisión y administración de INAPA, ha sido nefasto desde que en el régimen del doctor Balaguer comenzaron a construirse las nuevas plantas que en pocos meses, en 1975, estaban colapsadas por falta de mantenimiento y mal manejo de sus equipos.

En aquella ocasión, a raíz de un artículo que escribí en Ultima Hora, el presidente Balaguer designó una comisión de notables ingenieros para que investigara mi denuncia, y en caso que no fuera cierto, hacer los desmentidos de lugar, cosa que no pudo cumplirse ya que era evidente la situación existente. En la capital, bajo el régimen de la CAASD era peor, ya que no existían plantas funcionando y las cloacas de la zona colonial y de Gascue estaban colmatadas y reventaban con frecuencia.

Durante tantos años, y la construcción de hasta 56 plantas de tratamiento de aguas residuales en que solo 14 están en servicio, revela el desinterés del personal del organismo especializado para cuidarlas y operarlas. INAPA, para llevarlas al estado actual de abandono, cuenta con unos funcionarios que dirían para allá no voy a mirar, puesto que el objetivo es construir nuevos acueductos y plantas con más beneficios. Atienden a los sistemas de acueductos, que a veces solo requieren para su mantenimiento instalarle los cilindros de cloro o de sulfato de aluminio.

Las plantas de tratamiento de aguas residuales, con excepción a las que antes cuidaba celosamente CORAASAN en Santiago, operan con eficiencia durante el tiempo, que después de su entrada en operación, podían transcurrir algunos meses sin darle mantenimiento, que tan pronto se dañaban los motores de los aireadores, o de sedimentación, o se trancan las compuertas o las válvulas, se inicia el martirio con la acumulación de las aguas residuales, que los encargados, optan por dejarlas desaguar por las salidas de emergencia, para que ese líquido contaminado vaya a parar a los ríos o al mar.

El editorialista de este diario, el pasado sábado 13, elevaba su lamento al país y criticaba el descuido en el mantenimiento a esas plantas de tratamiento de aguas residuales, después que el director de INAPA, en una intervención conmovedora el pasado jueves 11 ante la comisión de Salud de la Cámara de Diputados, buscaba más recursos para su organismo y como los ojos están puesto en el estado de esas 56 plantas de tratamiento, afirmaba que no tenía recursos para corregir una situación de abandono que se arrastra desde la década del 70 del siglo pasado.

Lo que se deduce de esa desidia oficial, para preservar el patrimonio nacional, es ya la tradición de no proporcionarle mantenimiento a las obras físicas. Se ha establecido que cada funcionario deja destruir esas obras para ir hasta la Presidencia de la República a buscar recursos para construir nuevas obras y olvidarse del mantenimiento y operabilidad de las existentes. El caso del programa tan exitoso de las diez mil aulas, es fruto de que el presidente Medina se dio cuenta del estado de las escuelas, que padecían de severas irresponsabilidades en su cuidado y el sistema educativo estaba en emergencia y al borde del colapso por falta de aulas adecuadas. Tal es el caso de los hospitales, y ahora están a la orden del día, el desastroso estado de hospitales en otrora emblemáticos como el Cabral y Báez, de Santiago, o el infantil Robert Reid o el Juan Pablo Pina de San Cristóbal, con muchas de sus áreas clausuradas y acumulando deficiencias, que el Ministerio de Salud Pública no puede atender por estar desbordado por la frecuencia de peligrosas epidemias y los recursos no le alcanzan para atender las exigencias de cada día.

INAPA, por desinterés o falta de recursos, o por incapacidad, no puede atender a las poblaciones dominicanas que antes contaron con plantas de tratamiento de aguas residuales y estaban conscientes de que esas aguas eran tratadas adecuadamente para garantizar la salud. Eventualmente las poblaciones aguas abajo de la salida de esos efluentes, como los de Santiago, estaban tranquilas a sabiendas que esas aguas residuales no eran tan peligrosas, cosa que no ocurre ahora al conocer la denuncia del director de INAPA.

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