El colapso de las plantas de tratamiento

El colapso de las plantas de tratamiento

Soy un apasionado, por ser ingeniero civil desde 1961, del tema de las aguas y su tratamiento, por lo tanto me resulta incompresible que se conozcan los lamentos de los legisladores, de los organismos comunitarios y la ciudadanía en general del deterioro de las plantas de tratamiento de sus poblaciones. Y no se hace casi nada para resolverlo. Todo por un descuido y desconocimiento de la forma correcta para tratar dichas unidades operativas y asegurar la salud colectiva de la población.
No son pocas las veces, que en los pasados 45 años he escuchado de las plantas modernas de tratamiento de aguas negras y potables que se anuncia su construcción, su inauguración y puesta en servicio. Se venden como la solución al problema de las aguas servidas y de la salud por disfrutar de agua potable garantizada. Pero antes de los dos años, las plantas de tratamiento dejan de funcionar por falta de mantenimiento y de seguimiento a su operación. O le faltan los químicos esenciales para un uso apropiado de los equipos mecánicos de esas plantas.
Las aguas servidas en muchas poblaciones ya no llegan a las plantas en desuso. El agua cruda que llega a las plantas de potabilización no es tratada adecuadamente. Es que por falta de mantenimiento están paralizados o sustraídos sus equipos. Entonces, las aguas servidas que ya no llegan a las plantas, se van acumulando en las tuberías de arrastre y por presión explotan con el tiempo de acumulación y el lodo se infiltra en el terreno. O brotan por los registros o imbornales. Esto provoca el hundimiento del terreno encima de la tubería dañada que por lo general es una calle de la población.
Las aguas residuales de plantas paralizadas por falta de operación y de mantenimiento se infiltra en el terreno. Esa agua subterránea contamina el agua existente en el subsuelo. Esto ocurría antes de las plantas de tratamiento cuando el sistema de disposición final de las aguas servidas era en base a sépticos y filtrantes. El agua cloacal hace explotar las tuberías y provocan hundimientos del pavimento de las calles. Esa agua residual contaminada permanece circulando por la calle por varios días, y hasta meses, ante la indiferencia de los responsables que no acuden a resolver ese problema.
La situación de las plantas de tratamiento de aguas residuales o servidas es crítica. Tan solo en Santiago se mantiene una operación adecuada de las plantas de CORAASAN con el mantenimiento y en operación la planta ubicada en el sector de Rafey. El efluente tratado va al río Yaque del Norte, engrosando su caudal para las poblaciones aguas abajo de Santiago.
Es una lástima que las plantas de tratamiento de aguas negras o servidas se le preste tan poca atención. Es una obra que no aporta capital político y no es una obra de relumbrón aun cuando sea necesaria. Se le esconde por el uso al cual se destina. Fueron varias de esas plantas que se construyeron en la parte final de la década del 60 y durante la del 70 del siglo pasado, durante la administración del doctor Balaguer. En un momento dado dejaron de funcionar y se ordenó una investigación. Y por lo mismo de ahora de la falta de mantenimiento, falta de energía eléctrica y robo de sus equipos.
Ahora sería bueno que el presidente Medina por decreto designe una comisión de técnicos calificados e independientes para realizar una evaluación e inventario de las plantas de tratamiento existentes en todo el país, tanto para las aguas negras como las de agua potable, bajo la responsabilidad de INAPA o de las Cora. Incluso se inspeccionarían las más recientes como la de La Ciénaga, que atraviesa problemas desde su construcción a orillas del Ozama. De esa manera existiría un informe técnico muy valioso y permitiría si es posible sacudirse de la indolencia ancestral del burócrata dominicano para ocuparse del mantenimiento de las obras.
Uno de los casos más patéticos, y que llora ante la presencia de Dios, es la situación de la planta de tratamiento de aguas negras de la ciudad de Baní. Esta planta está destruida desde hace más de veinte años. Y es nulo el esfuerzo de los técnicos de INAPA para retornarle su utilidad. Las estructuras de hormigón ya no existen. Para una nueva planta sería necesario una intensa labor de cateo, para determinar las condiciones de las tuberías del sistema cloacal previo a la construcción de una nueva planta. Muchas de las cuales están saturadas y hasta solidificado su detritus sin tener por dónde circular, al menos que la tubería explote o se despeguen las juntas.

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