El colegio comunitario

El colegio comunitario

POR JESÚS DE LA ROSA
En uno de sus discursos de campaña, el entonces candidato a la presidencia de la República por el Partido de la Liberación Dominicana, doctor Leonel Fernández Reyna, prometió que el gobierno que él habría de presidir convertiría la Universidad Autónoma de Santo Domingo en una de las mejores universidades públicas de la América española; y en el que pronunciara con motivo de la apertura del presente año escolar, refiriéndose al espinoso tema de las desigualdades de oportunidades educativas, el joven mandatario dijo que una de las metas de su gobierno, en el trascurso de estos cuatro años era hacer que las escuelas públicas puedan alcanzar los mismos niveles de calidad que tienen los mejores colegios privados.

Recientemente, el presidente Fernández propuso reformar el sistema educativo para que responda a las necesidades de un nuevo modelo de desarrollo, en el discurso que pronunció en el acto de inauguración del simposio “Educación Tecnológica a Nivel Superior” que tuvo lugar en la sede de la Fundación Global Democracia y Desarrollo, el 18 de octubre próximo pasado.

Esos pronunciamientos expresan la intención del presidente Fernández de hacer de la educación un instrumento de transformación social, basado en la justicia, la paz y la democracia; por lo que habrá de esperarse que el gobierno que él preside invierta más en el sector que lo que invirtieron los gobiernos precedentes. Y ya apareció una señal que indica que así será: el presupuesto elaborado por la Secretaría de Estado Educación para el año 2005 por un monto de 19 mil 50 millones de pesos.

De aprobarse y ejecutarse ese presupuesto, el gobierno del presidente Fernández habría, en su primer año de gobierno, más que duplicado el presupuesto de Educación; y el sistema de instrucción pública de la República Dominicana habría dejado de ser el peor financiado de la América española.

En el caso de que la inversión del gobierno en educación llegara a duplicarse, las autoridades de la Secretaría de Educación deberán mostrarse muy cuidadosas a la hora de decidir hacía dónde y cómo canalizar el grueso de los cuantiosos recursos que habrían de invertirse.

Es cierto que no hemos tenido recursos económicos suficiente para llevar a cabo una profunda reforma de nuestra educación pública; pero, también es verdad que hemos desperdiciado cuantiosos recursos ensayando con proyectos de reformas de la educación que nunca llegaron a cuajar como el Plan Estratégico de la Educación Dominicana 2003-2012 que ¨nadie conoce¨ porque, contrario a como se hizo con el diseño del Plan Decenal, el Plan Estratégico fue formulado por un equipo de especialistas, entre los que se encontraba el autor de esta crónica, sin la participación y conocimiento de quienes habrían de ser sus ejecutores.

A pesar de nuestros fracasos, algo hemos logrado. Y aspiramos a lograr más. Estamos dispuestos a continuar el esfuerzo hacia la igualdad de oportunidades educativas, sobre todo ahora que existe un consenso nacional de que se debe tener educación de la mejor calidad al alcance de todos, y que ha quedado de manifiesta de parte del gobierno del presidente Fernández la voluntad política de que sea así.

En su discurso del 18 de octubre, el presidente Leonel Fernández sugirió que en la República Dominicana se establezca un modelo de educación media similar al comumunity college (colegio comunitario) de los Estados Unidos.

El colegio comunitario es una institución eminentemente estadounidense. Por lo general es administrada por las comunidades y financiada en gran parte con fondos públicos. El colegio comunitario, además de ofrecer estudios técnicos y semiprofesionales, prepara a los estudiantes para ingresar a los colleges o universidades que otorgan títulos de carreras profesionales de cuatro años de duración. Esto hace que los colegios comunitarios sean demandados por personas con un amplio margen de intereses.

Hace casi un siglo que aquí existen institutos politécnicos como alternativas válidas de los liceos secundarios tradicionales aunque mucho más costosos y difíciles de administrar que éstos últimos.

Los institutos politécnicos de aquí aunque organizados y gerenciados de manera diferentes a los colegios comunitarios estadounidenses realizan funciones similares a éstos: posibilitar que sus egresados se incorporen al mercado de trabajo con independencia de que decidan o no cursar estudios universitarios.

En un discurso que pronunció el 14 de abril de 1952, en el acto de inaugural de la primera Escuela Nacional de Artes y Oficios, el entonces secretario de Educación doctor Joaquín Balaguer se refirió ampliamente al tema de la crisis de las profesiones liberales y al de la búsqueda de un modelo de escuela profesionalizante diferente al modelo universitario.

En esa ocasión, el doctor Joaquín Balaguer habló en estos términos: ¨la escuela que hoy abre sus puertas a la juventud de la República, será uno de los mejores establecimientos de su género en los países latinoamericanos. Es esa la opinión expuesta a la Secretaría de Educación por el señor Wallace Chéster Cummings, técnico del Instituto Cooperativo Interamericano, y ese es además el propósito de la Secretaría de Educación que desea ensanchar con este centro de estudios los horizontes abiertos al porvenir de la juventud dominicana. Hasta ahora nuestra juventud no ha tenido más perspectivas que las de la Universidad y no hay ya un solo dominicano, de los que pertenecen a la llamada clase intelectual, que no aspire a poseer un título universitario. Sin dejar de reconocer ese noble afán como una de las consecuencias más beneficiosas del progreso logrado en el país en los últimos tiempos en el campo de la educación, la oportunidad es propicia para hacer hincapié en la conveniencia de que una buena parte de nuestra juventud abandone el camino de la Universidad y asuma un papel de mayor importancia en la vida actual de la República y en su desenvolvimiento futuro. Las puertas de la Universidad, las cuales sólo deberían abrirse, en la presente situación del país, a las personas dotadas de condiciones intelectuales superiores conducen en general al parasitismo o malogran aptitudes que en otros campos de la actividad humana podrían ser quizás mejor aprovechadas. El país dispone ya de mayor número de médicos y de abogados de lo que realmente necesita, sin embargo, es evidente que escasean cada vez más en el medio los buenos profesionales. Esa situación contradictoria obedece sin duda a que la Universidad atrae, con su espejismo engañoso, a toda la juventud, y a que ningún joven se detiene a meditar, antes de emprender estudios universitarios, si tiene o no-vocación para la carrera que ha elegido. El hecho de que no existiera una buena Escuela de Artes y Oficios, dotada de grandes maquinarias modernas y dirigida en sus comiezos por técnicos especializados traídos del extranjero, justifica en gran parte ese estado de cosas ¨ ( Balaguer; Joaquín ¨ Temas Educativos y Actividades Diplomáticas ¨ Fuentes Impresoras, S.A. México, DF, 1973, páginas 19 y siguientes)

Era que el doctor Joaquín Balaguer creía que la universidad debía de ser un coto reservado para una élite intelectual; consideraba que quienes no pertenecían a ella deberían contentarse con asistir a una escuela técnica formadora de obreros especializados. El fallecido político y hombre de letras no vislumbraba el hecho de que mientras más aumentaba el número de graduados universitarios más demandaba el mercado de ellos porque no entendía el concepto de capital humano.

La Escuela de Artes y Oficios que inauguró Balaguer hace ya más de medio siglo no era una escuela media; no preparaba para ir a la universidad.

No obstante, la Escuela Nacional de Artes y Oficios tuvo un impacto muy positivo en nuestra economía agro importadora entonces en auge.

A principios de los años cincuenta, la maquinaria de producir riqueza de Rafael Leonidas Trujillo se vio significativamente ampliada y modernizada como resultado de los excedentes económicos acumulados por el dictador durante la Segunda Guerra Mundial.

En esos años de gloria trujillista, el dictador se vio en el dilema de exportar el grueso de su capital originario producto del pillaje o invertirlo aquí en empresas industriales que no existían entonces pero podían ser creadas; el sátrapa optó por lo segundo.

Trujillo les compró a propietarios norteamericanos los ingenios Catarey, Rio Haina, Porvenir, Ozama, Amistad, Barahona y Monte Llano, poniendo bajo su control la producción azucarera del país. A partir de entonces, la producción del dulce se elevó de 490 mil toneladas a inicios de los años cincuenta a una zafra superior al millón de tonelada antes de terminar la década. Trujillo también creó decenas de grandes y medianas plantas industriales de producir artículos manufacturados de consumo masivo.

Para operar esas industrias propiedad del dictador, además de técnicos altamente calificadas, se requería de obreros especializados y de operarios muy bien entrenados. Por ello, Trujillo dispuso la contratación de un numeroso contingente de profesionales y de obreros especializados extranjeros, a tiempo en que fundaba la Escuela Nacional de Artes y Oficios.

La Escuela Nacional de Artes y Oficios había de responder a lo que entonces era un nuevo modelo de desarrollo económico y social.

De los colegios comunitarios que se piensan instalar en el país podrían egresar los operarios y obreros especializados que demandan las zonas francas del país y otros parques industriales de capitales nativos o foráneos.

El Instituto Politécnico Loyola, fundado a principios de los años cincuenta, de donde han egresado miles de técnicos medios, es el modelo de institución más parecido a un colegio comunitario. Ambos tienen en común que preparan al individuo para que ingrese al mercado laboral y para que curse, si ese fuera su deseo, una carrera universitaria.

En materia de preparación sistemática de mano de obra calificada, la antigua Escuela Nacional de Artes y Oficios, el Instituto Politécnico Loyola y otros politécnicos fundados por el gobierno dominicano y administrados por ordenes religiosas desarrollaron programas que han dado muy buenos resultados.

También, no han sido pocos los fracasos que hemos tenido en materia de enseñanza técnica y laboral.

Terminada la Guerra de Abril de 1965, el gobierno de Balaguer, contando con el apoyo de la Agencia Internacional para el Desarrollo (AID) y el Cuerpo de Paz de los Estados Unidos, pretendió convertir nuestros liceos secundarios en escuelas diversificadas de las cuales habría de egresar jóvenes operarios u obreros de muy limitada calificación. Ese programa fracasó debido a la oposición de la Universidad Autónoma de Santo Domingo y de cientos de educadores dominicanos que entendíamos que dicho proyecto estaba orientado a quebrantar nuestra cultura y a alterar nuestras tradiciones.

A principios de los años 70, contando con la asistencia técnica y financiera del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) y del Banco Mundial, se puso aquí en práctica un plan de reforma de la enseñanza secundaria con el propósito de que, al igual que los graduados de colegios comunitarios estadounidenses, nuestros bachilleres pudieran ingresar al mercado laboral o estudiar una carrera universitaria. Lo menos que puede decirse de ese programa es que tuvo muy pocos éxitos.

El último fracaso en materia de preparación sistemática de técnicos y de manos de obra calificada lo tuvimos a finales de la década de los años 80 cuando las universidades del país se involucraron en un proyecto de preparación de técnicos medios financiado por el BID a través de la Fundación de Crédito Educativo. A ello nos referiremos en una próxima entrega.

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