El cólera: exponente de debilidad institucional

El cólera: exponente de debilidad institucional

Ahora que los dominicanos estamos recibiendo los primeros impactos severos de la epidemia del cólera, que ya se aposentó en Haití, nos damos cuenta de fallos institucionales, y de carencia de autoridad, que nos ha llevado a las angustias actuales, que ya arropan a todos los sectores sociales.

El común denominador de los focos, donde se están desarrollando los brotes de cólera, nos muestran el origen de esos hacinamientos humanos, cuando miles de familias rurales se movilizan de sus lugares de origen, para buscar una mejoría en los cinturones de miseria de las principales ciudades.

Santo Domingo, Santiago, San Cristóbal, San Pedro y San Francisco de Macorís se ven golpeados por un crecimiento con el surgimiento de paupérrimas construcciones ilegales, en invasiones de terrenos, permitidas por las autoridades que por su politiquería barata no ofenden a quienes luego serán engañados para que sean votantes cautivos.

Todos nos acordamos de cómo La Ciénaga fue extirpada, en una de las administraciones del doctor Joaquín Balaguer, para establecer a sus moradores en Las Caobas, en la parte norte de la capital, de su extrema pobreza a cómodas viviendas, que luego fueron vendidas o alquiladas para retornar a la miseria de su hábitat de hacinamiento y enfermedades.

El establecimiento de esas villas miserias, en terrenos públicos a orillas de los ríos en especial del Ozama, incentivó una promiscuidad y una insalubridad manifestada de cómo conviven entre materias fecales los niños y adultos, que acostumbrados a ese estado, hasta se inmunizan y resisten todo tipo de enfermedades, hasta que llegó el cólera al cual no le tienen defensas y la epidemia es más notable, mientras las autoridades atacan la enfermedad curándola, pero tímidamente impiden su propagación. Debe ser un ataque frontal al problema, que conllevaría a un traslado masivo de personas que viven en condiciones insalubres, a lugares más adecuados, lo cual también originaría otro problema con el retorno de los habitantes originales, o de nuevos llegados más pobres que los evacuados, y hasta de haitianos en forma masiva. Esos pobres retornan a su hacinamiento debido a que sus centros de trabajo informal o de delincuencia, se les aleja cuando son llevados a más de 20 kilómetros de la capital.

El cólera nos desnuda ante el mundo, y el lustre de país civilizado y moderno, cuando teníamos índices de crecimiento superiores al 7% hasta el pasado trimestre que se redujo al 4,3%, nos habla de un engaño que los funcionarios políticos nos aturden, recomendando calma sin atacar los orígenes y sus causas. Se están aplicando acciones urgentes de frenar la enfermedad para frenar una propagación, pero ésta se expande como un reguero de pólvora con la secuela lamentable de muertos.

Existe una debilidad institucional, en que los funcionarios más empeñados en otros menesteres de la buena vida, creen que suministrando los medicamentos necesarios cumplen con su rol de prevención y cura, en lugar de resolver la circulación de aguas contaminadas, si no se pueden reubicar, donde los infelices recurren con el recurso de emigrar hacia la capital y otros centros urbanos para no morirse en sus campos, víctimas ahora del acoso de los cuatreros diezmando las reses de hacendados y campesinos que poseen tan solo su vaquita para su sustento.

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