El color de la miseria

El color de la miseria

Recientemente se conmemoró el “Día Internacional para la Erradicación de la Pobreza”. El concepto envuelve un simbolismo y un eufemismo vergonzosos para la humanidad, pues plantea, por un lado, que nada ni nadie ha podido controlar la pobreza y, por otro, que en “un día de lucha” podría transformarse esa realidad. No obstante, la vicepresidenta Margarita Cedeño de Fernández, como forma de solidarizarse con la celebración, pidió a la población usar, durante ese día, vestimenta blanca.

Los partidos políticos, remedando los propósitos e ideales de las naciones del mundo, adoptan emblemas cuyos colores intentan reflejar  sus filosofías. El Partido de la Liberación Dominicana (PLD) usa los colores morado y amarillo, el Partido Revolucionario Dominicano (PRD) el blanco y el Reformista Social Cristiano (PRSC) el rojo y el amarillo; sin embargo, cuando los miserables de los grandes o pequeños partidos acuden en busca de ayuda o solidaridad gubernamental, no tienen colores; están vestidos de necesidades, arropados de urgencias, cubiertos de insatisfacciones físicas y emocionales, envueltos en enfermedades crónicas o agudas y  todo ese vestuario se denomina “miseria”, que, si algún día se le asignara un color, tendría que ser negro, como las mayorías étnicas africanas, como la oscuridad que no presagia amaneceres sino impactos dolorosos y como el petróleo sin refinar que  los poderosos acaparan para garantizar su dominio sin escrúpulos sobre los más débiles.

Difícilmente podría desligarse la miseria de un racismo subyacente, ya que muchos intereses oscuros la propician y mantienen en contra de grupos donde predomina la piel oscura, de ahí que la solidaridad no puede matizarse con ningún color y debe ejecutarse con la majestuosidad de un arcoíris.

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