El Comegente o el Negro Incógnito

El Comegente o el Negro Incógnito

La historia recogió los nombres de Lemba, Padrejón, Diego de Ocampo y otros negros esclavos, que se hicieron montaraces para esquivar los látigos, los grillos y las cadenas de los deshumanizados esclavizadores o atroces negreros que comerciaban con el ébano vivo de las selvas africanas.

Aquí queremos evocar a un peligroso alzado o cimarrón que se conoció en nuestro país o en nuestro territorio como “El Comegente”; pero que también recibió el nombre de “El Negro Incógnito”. Con respecto a ese macabro y funesto personaje el 22 de enero de 1895, Gregorio Luperón le escribió a Pedro Francisco Bonó una carta desde la isla de Saint Thomas. Carta mediante la cual le solicitaba datos acerca de “El Comegente” para suministrárselos a Casimiro Nemesio de Moya, que se encontraba preparando unos apuntes históricos acerca de sucesos históricos acaecidos en nuestro país. La carta de Luperón le fue contestada por Bonó y en su respuesta le explicaba que ese asunto se remontaba a más de un siglo de distancia.

Y afirmaba que en Santiago en su niñez él llegó a escuchar leyendas o consejas de “El Comegente” que las utilizaban los padres de familia para convertirlo o constituirlo en una especie de Cuco. Algo semejante a lo que hacían en Haití con un pavoroso fantasma que allá nombraban “Lugarú”. También expresaba a Bonó que en un documento sacado de los archivos de las hermanas Villa, de él había leído algo referente al mencionado “Comegente”. En su resumen de “Historia de Santo Domingo” Manuel Ubaldo Gómez también hace referencia de “El Negro Incógnito”, diciendo que al principio del siglo diecinueve hubo en jurisdicción de La Vega un africano conocido como “El Comegente o “El Negro Incógnito”.

Este antropófago, cuyas correrías se extendían hasta las jurisdicciones de Santiago, Moca, La Vega y San Francisco de Macorís, atacaba a las mujeres, los ancianos y los niños, pues era cobarde y le huía a los hombres fuertes. Fue capturado en Cercano Alto común de La Vega; fue remitido a Santo Domingo bajo la custodia de un fuerte piquete al mando de un oficial llamado Regalado Núñez. En el camino hacia la Capital pernoctaron en Sabana de La Paciencia y durante toda la noche lo tuvieron amarrado a un naranjo muy conocido por esa circunstancia.

La historia de ese monstruo fue escrita por el sacerdote Pablo Amézquita y después se publicó en los números 25, 26 y 27 de “El Esfuerzo”, periódico que editaba en La Vega un periodista apellidado Bobea. La espeluznante relación del cura Amézquita fue reproducida en el periódico vegano “El Observador” el 25 de enero de 1942.

Al caso se refiere el artículo del eminente jurista español Bernardo Constancio de Quirós “Pitaval Dominicano, El Comegente, El Monstruo Sádico” publicado en “Cuadernos Dominicanos de Cultura”, correspondiente al número 13, del año 1944.

Debemos consignar que el genial Don Bernardo Constancio de Quirós vino al país con los emigrantes españoles anti-franquista. De aquí se fue a México y allá hizo buena siembra de las simientes luminosas de su profundo saber. Junto a él en la nación azteca, estaba su alumno Luis Jiménez de Azúa el autor de la famosa obra de Derecho Penal titulada “De los Delitos y De Las Penas”.

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