El comercio internacional ¿Quién roba a quién?

El comercio internacional ¿Quién roba a quién?

En tanto que las verdades no reveladas -las que no provienen de la religión- no son inmutables y pueden cambiar según el contexto histórico o el paradigma científico imperante, no hay que alarmarse cuando una verdad científica es cuestionada. La ciencia es cuestionar, no afirmar.
Si algo positivo tiene que Trump haya puesto de moda de nuevo el viejo debate sobre el proteccionismo versus el libre comercio es precisamente que las cartas conceptuales han vuelto a barajarse. Y digamos que si nadie hace trampa: nadie afirma algo como verdadero sin haber sido comprobado, puede que descubramos en el largo período en que primó el consenso de Washington y sus modificaciones algunas cosas que dándolas por ciertas no lo eran. Todavía, sin embargo, estamos esperando esos datos.
El Presidente estadounidense ha pasado de la retórica a los hechos, y algunos tememos que las escaramuzas verbales se conviertan, como ha venido sucediendo apresuradamente, en una guerra comercial a gran escala. Los países que tienen claro que el comercio internacional es mejor opción que el proteccionismo, aunque en el proceso haya sectores nacionales particulares que sufran deben abstenerse de caer en el mismo error que el equipo económico del Gobierno estadounidense.
Entendemos que en la Era de la posverdad y el antiintelectualismo que avanza impulsado por la incertidumbre, la quiebra de la confianza, debilitamiento del liderazgo de los países y los escándalos de corrupción, es difícil, pero imprescindible, continuar demostrando en los hechos lo que se afirma con las palabras. Y argumentando con herramientas conceptuales, allí donde se discute con la mera intuición y titulares de prensa.
En este punto del libre comercio volvemos a escuchar que los problemas de déficit de balanza comercial son un robo del país que tiene el superávit contra el que tiene déficit y, se vuelve a argumentar que medidas de protección solo crean (y no destruyen, a la vez) empleos y valor para el país que las impone. En materia de política económica internacional no hay unilateralidades, todo lo que vemos en un lado del balance, tendrá consecuencias en el otro.
Quizá vale la pena recordar que la teoría apunta que la balanza comercial es un indicador irrelevante acerca del estado de una economía. Que la misma forma parte del balance en cuenta corriente que también mide el intercambio en el sector servicios, y que a su vez es parte de la balanza de pagos, que contiene la balanza financiera. Repasar los capítulos que tratan sobre la división internacional del trabajo y de las ventajas comparativas, y así afinar la puntería cuando algún sector particular haga lobby por su pérdida de participación en el intercambio comercial.
No existe una relación directa y relevante entre el tamaño del déficit comercial y el nivel de actividad económica que mide el PIB, o la salud de la economía, es algo que también deberíamos recordar y si apura, comprobar históricamente, pues la tozuda data es que en los momentos de expansión económica (crecimiento, confianza, inversión y pleno empleo) son justamente los momentos que suele ocurrir mayor déficit comercial y que, lo contrario, en momentos de depresión económica ha venido de la mano con el déficit comercial. ¿Quién roba a quién? Es una pregunta que Trump (y todos) deben poder responder sin apresurarse. La alerta es que ya no es solo Trump.

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