El compromiso de Joan Miró

<p>El compromiso de Joan Miró</p>

Cuarenta obras de Joan Miró fechadas entre 1956 y 1983 se exhiben en la Fundación de Barcelona que lleva su nombre en una exposición que analiza los últimos dos decenios de su vida, un período poco estudiado en el que el artista se muestra sensible a los hechos sociales y políticos. A pesar de haber llegado a la madurez y haber obtenido el reconocimiento internacional, siguió teniendo cosas que decir y nuevas vías para explorar.

La creación de estos años muestra una predilección de Joan Miró (Barcelona, 1893-Mallorca, 1983) por los grandes formatos, opción que tiene mucho que ver con su instalación en el espacioso taller de la isla mediterránea de Palma de Mallorca, el contacto con el expresionismo abstracto norteamericano y algunos encargos de murales que le permiten distanciarse de la pintura de caballete y acercar su arte a la gente.

“El vuelo de la libélula frente al sol” (1968), quizá evolución de la letra ‘o’ acentuada de Miró, y, sobre todo, el tríptico “Azul” (1961), prestada de manera excepcional por el Centro Pompidou de París, son dos ejemplos claros de ese nuevo proceder del artista.

En este período se produce un desplazamiento de los intereses de Miró, que da prioridad a los temas más vinculados al entorno y a los valores de orden moral, social o de actitud humana, en detrimento de otros procedentes de fuentes literarias, de la expresión de sentimientos amorosos y de connotaciones eróticas.

En estas décadas, Miró es sensible a la situación política del momento, se sitúa a favor de su país y de la libertad, explora nuevos caminos y expresa nuevos conceptos.

MAYO DEL 68 Y EL TRÍPTICO DE LA ESPERANZA

 En sintonía con las reivindicaciones de los estudiantes franceses pinta una tela titulada “Mayo del 1968” y hace, en testimonio de su repulsa por la sentencia de muerte del joven anarquista español Salvador Puig Antich, el “Tríptico de la esperanza del condenado a muerte” (1974).

Esta última etapa de su obra se caracteriza por la coexistencia de una atmósfera tranquila de clara influencia japonesa y la violencia y la agresividad, que provienen del dramatismo y la tensión de la presencia del negro.

 En estas obras se aprecia un interés por las aportaciones de los artistas más jóvenes, como el uso del propio cuerpo para pintar o el rechazo del mercantilismo.

 Ese Miró crítico con el mercado del arte se apreciar en los cuadros “Personaje, pájaros” (1973) y “Ballet romántico” (1972-74), en los que reutiliza cuadros “kitsch” para crear una nueva obra; o en otros dos lienzos de la serie “Tela quemada” (1973), pintados y a continuación quemados con el soplete.

La exposición se acerca a un periodo de la historia de nuestro tiempo en el que se produjeron profundos cambios sociales y políticos, con acontecimientos como el de Mayo del 68, la Primavera de Praga, la guerra de Vietnam, las últimas sentencias de muerte de la dictadura franquista, o los asesinatos del presidente Kennedy y Martin Luther King.

Esos y otros muchos sucesos definieron el final de una etapa de manera rotunda que fue percibido por el terreno artístico. Miró no ignoró esas circunstancias y su arte se hizo eco de ello. 

Hasta el 25 de febrero “Joan Miró 1956-1983. Sentimiento, emoción, gesto”. Fundación Joan Miró de Barcelona, con la colaboración del BBVA. EFE-REPORTAJES

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