El Conde fue zona de Guerra

El Conde fue zona de Guerra

POR ANGELA PEÑA
Cartelones y gritos expresaban: ¡Fuera los genocidas! ¡Quisqueya sí, yanquis no! ¡Ladrones y traidores a la Patria! ¡Yanquis, go home! ¡Fuera yanquis de Quisqueya!

 Era la revolución de 1965. En El Conde no sólo estaban los locales del Partido Revolucionario Dominicano, la Unión Cívica Nacional y el 14 de Junio, sino la sede del Gobierno Constitucionalista que presidió Francisco Alberto Caamaño Deñó, en el histórico edificio “Copello”.

 Esa fue entonces calle de sangre, muerte, negociaciones, desfiles de protesta, manifestaciones patrióticas, depósito de querellas y reclamos, punto de enfrentamientos y acusaciones entre los mismos combatientes, vía de detenciones, trinchera, sendero permanente de constitucionalistas, revolucionarios, invasores.

 Esa ruta simbólica de las luchas patrias fue desde abril escenario de heroísmo, solidaridad, martirio, blanco del soldado intruso que dejó en los muros de sus casas y edificios el recuerdo aun visible de sus morteros y granadas disparados desde su bunker en  Molinos Dominicanos, en los agitados 15 y 16 de junio. En el segundo y tercer pisos del “Copello” pueden verse todavía las huellas de ese ataque artero, violento.

 “Utilizaron algo que yo creo no se conocía en República Dominicana: los morteros que explotan con un reloj. Calcularon el tiempo de explosión de la granada del mortero, no para que estallara cuando cayera en el pavimento, se nota en las paredes porque las planificaron para que explotaran a la altura de donde estaban los despachos de los ministros que funcionaban con Francis”, recuerda Fidelio Despradel, dirigente del 14 de Junio, comandante de abril, amigo entrañable y fiel colaborador del Presidente en armas.

 Las páginas del periódico “Patria” fueron insuficientes para reflejar tantos hechos victoriosos y trágicos acaecidos en El Conde durante la guerra. La prensa tradicional dejó de circular. De lo acontecido en El Conde hablan combatientes y otros supervivientes y las miles de fotografías que tomó Milvio Pérez, consagrado como el fotógrafo oficial de la Revolución. Ningún suceso escapó a su cámara indetenible, ágil. De los acontecimientos de El Conde durante la contienda tiene centenares de imágenes.

El Conde en la guerra

 A El Conde eran llevados los soldados norteamericanos apresados y allí mismo, los marines capturaban a los que gritaban consignas contra su presencia ingrata. Muchas fueron sus víctimas, como el ingeniero Thomén, Osvaldo Domínguez, hermano de Asdrúbal, y cientos de jóvenes que el recuerdo lejano no logra identificar. Pero están ahí, conducidos, arbitraria y salvajemente aprehendidos y llevados sin tomar en cuenta la pacífica intervención de Florángel Cárdenas, reportera chilena en la batalla dominicana.

 Antonio Guzmán Fernández, Héctor García Godoy, Alberto Malagón, Héctor Aristy, Ellsworth Bunker, fueron quizá los únicos vestidos formalmente para el histórico encuentro con la OEA. Porque todo el público que desfiló por esa calle andaba de chamaco, en camuflaje o ropa de faena, ligerito para el asalto o las posiciones estratégicas. Es probable que Jottin Cury, ministro de Relaciones Exteriores llamado entonces “el canciller de hierro”, llevara saco y corbata para el memorable encuentro.

 Al que todos recuerdan recorriendo El Conde “de punto en blanco”, aunque en acción, es a Luis Lembert Peguero, “un personaje muy especial, dirigente del PRD,  uno de los hombres más firmes en la guerra. Nunca vaciló y mantuvo al PRD en los momentos difíciles en que parte de la dirección se asiló en embajadas extranjeras”, refiere Fidelio que recuerda a este soldado con sus invariables zapatos de dos tonos, sombrero de ala ancha, traje de dril y fusil máuser. “No eran los fusiles que utilizábamos nosotros, los nuestros eran más sofisticados, el máuser era un arma muy larga y él andaba con su fusil, siempre, desde los primeros días de la guerra”.

 Por El Conde pasaron los cadáveres de Oscar Santana y de Jacques Viaud acompañados de compungida multitud de compañeros. Allí cayó Feliciano, el muchacho del pueblo que asesinó un yanqui por negarse a recoger desperdicios en la acera. Milvio Pérez recogió la escena impresionante, desde la agonía hasta caer vencido.

 Caamaño Deñó arengando, saludando, entrando o saliendo de la Casa de Gobierno es imagen multiplicada por El Conde, y junto a él, sus hombres de confianza, militantes, fotógrafos, simpatizantes, corresponsales de prensa extranjera, periodistas y fotógrafos locales. Alberto Malagón con una invariable boina negra, Lachapelle, Montes Arache, Lora Fernández, Fernando Pimentel (Vejé), Manolo Bordas, Julio de Peña Valdez, Hugo Tolentino, Rafael Calventi, Luis González Fabra, Onorio Montás…

Lorem ipsum dolor sit

La encendida protesta de Ángela Herrera en la cara de asombro del invasor ocurrió en El Conde y su foto recorrió el mundo al igual que las exposiciones artísticas de vanguardia que montaron Silvano Lora, Oviedo, Asdrúbal Domínguez, Ramírez Conde y Paul Giudicelli pese al terrible cáncer que se llevó su cuerpo en plena guerra.

 “Manolito” Betancourt dirigió su comando en El Conde, entre Santomé y Espaillat, donde estuvo “La Margarita”  y la galería “Auffant”, también en El Conde, se mantuvo activa exhibiendo las obras y fotos de la guerra. Y era a El Conde, por ser la calle del asiento presidencial, donde los constitucionalistas llevaban sus contradicciones internas, muy agudas, y acusaciones por conductas inadecuadas, como las que se hicieron a comandos de la zona norte de San Carlos.

 En 1965, peleando, negociando, en tregua, en huelga, “El Conde nunca descansó”.

Publicaciones Relacionadas

Más leídas