EL CONDE
Euclides Gutiérrez Félix

<STRONG>EL CONDE<BR></STRONG>Euclides Gutiérrez Félix

Por Ángela Peña
Nunca he tenido un verbo galanteador, no enamoro con piropos, esa no es la naturaleza de mi temperamento. ¿Y por qué tú crees que me dicen sangrú? Es porque no soy fácil.

Ese no es mi estilo, creo que a la mujer hay que acercársele, tratarla,  le puedes decir: ¡Mira qué bella esa niña¡ Ven acá muchacha, como yo le pregunto ¡Tan bonita! ¿Dé donde tú eres? Esa no es una forma de ofender, soy un hombre que ni siquiera malas palabras dice, a menos que no sea en un círculo muy íntimo, ni a mis hijos.

 Euclides Emilio Gutiérrez Félix, apresado en  El Conde acusado de “dirigir piropos indecentes a las damas” junto a ocho “individuos”, según reportó La Nación en 1958, y reproducido en HOY el pasado seis de enero, dijo que la detención fue un acto de intimidación política porque jóvenes que transitaban esa vía, entonces la más importante del Distrito Nacional, eran críticos del régimen de Trujillo y exhibían ya “un principio de conciencia política”

 “Fuimos apresados cuando ya estaban en territorio dominicano Rojas Pinilla, Marcos Pérez Jiménez, y días después, Fulgencio Batista, ya Perón había llegado, pero no se juntaba con esos dictadores. Había efervescencia de críticas al régimen, y ante el triunfo inminente del movimiento revolucionario cubano, aquí se oía Radio Rebelde, los que tenían el coraje, entonces esos muchachos hablaban de Cuba. Se oía, además, a los Adecos (Acción Democrática), Rómulo Betancourt era  ya el presidente de Venezuela y había en todo el escenario regional del Caribe, Centroamérica, una manifestación de simpatía al levantamiento del movimiento revolucionario cubano. La mayoría de los que se juntaban en esas esquinas del Conde, éramos estudiantes de término”, contó.

 En El Conde, significó, “era ya muy habitual, en esa pequeña burguesía estudiantil, burocrática, que se reunieran grupos diferentes. Yo me paraba en la esquina 19 de Marzo con Juan y Peter Ripoll, José Andrés Aybar Sánchez y ocasionalmente se unían Gail Villalón Rodríguez y Luis Dihmes Pablo (Chumba), abogado, que fue embajador en Colombia, trabajó en la Junta Central Electoral, diputado cuando Trujillo me hizo senador”.

 Entonces él era secretario de Rafael Augusto Sánchez, que tenía su bufete de abogados en la calle Sánchez 47 y para la fecha del apresamiento y posterior sometimiento a la justicia “habían comenzado a deslindarse los campos en términos políticos. En la Universidad de Santo Domingo, frente a ese auge revolucionario, en la medida en que crecía ese sentimiento de aversión a Trujillo en la última etapa de su gobierno, se creó la Guardia Universitaria”. Añadió que dentro de la carrera de Derecho había un grupo muy reducido, “contrarios a todas esas cosas. Nunca fui de la Guardia Universitaria ni decía discursos en las manifestaciones de la “Juventud Trujillista”. Nunca nadie me vio salir con un uniforme militar, participé en los desfiles de los conscriptos porque era obligatorio”.

 Aparentemente indignado porque se removió esa reseña, aunque después suavizó el carácter al preguntarle su forma de enamorar, explica el apresamiento  en esa conducta de rebeldía. Su incomodidad llegó al extremo de ofrecer todos los detalles, hasta ser descargado, “para que completes con más propiedad tu reportaje”.

 “Ese grupo, manifestó enfático, se paraba en la Sánchez, otro en la José Reyes, donde estaba “La Puerta del Sol”, frente al “Edificio Saviñón”, que era donde estaba “R. Esteva”. El otro grupo era el más numeroso porque era de adultos clientes de “La Cafetera”, “La Bombonera”, después “El sublime”, y “El Ariete”, que estaba frente al “Moroco”, donde estuvo después la tienda de “Miss América”, porque El Conde era el lugar por donde pasaban todas esas muchachas bonitas, los carros más modernos”, refiere.

 Afirmó que antes de que lo apresaran acusado de proferir obscenidades a las chicas decía a los jóvenes que presuntamente criticaban al gobierno: “¿Ustedes no se dan cuenta que todos esos paleteros son agentes, oyentes, los que reportan los comentarios y las burlas?” Dice que vio dos veces a Pérez Jiménez y a Rojas Pinilla comprando en la “Casa López de Haro” y en “La Chic Parisién” y “la gente corría a verlos”.

 “¿Tú te imaginas el espectáculo que era tener en este país, asilados, en ese feudo monárquico que hizo Trujillo de la República, a tres gobernantes de Hispanoamérica, de expresión de los regímenes severos de mano militar y después, acabando de sacarnos de la cárcel, el uno de enero, llegó Fulgencio Batista?”, preguntó.

¡Servicio de Inteligencia: Arriba!

 Narra el político y abogado que en 1958 tenía una novia empleada de “La Chic Parisién” y él se detenía a esperar que saliera “para acompañarla. Nos íbamos por la calle Sánchez hasta su casa, en la Arzobispo Portes”.

 Pero antes de que ella se presentara, “vino un grupo en una guagua gris, pequeña, cerrada, un minibús con placa familiar, y se apeó el  coronel Olmos, que ya era uno de los jefes del SIM, y dijo: ‘!Todos estos que están aquí, todos! Nos cogen: Servicio de Inteligencia Militar: ¡Arriba! A nosotros no nos cogió la policía, eso es mentira. ¿Dónde están los piropos? Busca el expediente a ver si hay piropos,  eso es una mentira”, significó.

 Asegura que los arrestaron “porque era la forma de reprimir y de bajar los comentarios cínicos, hirientes, que hacían todos esos muchachos. Éramos estudiantes universitarios, ahí se paraba un profesional apellido Latour Batlle, hermano de Chachá Latour, que parece llegó a esperar a su esposa, y se lo llevaron”.

 Fueron conducidos al palacio de la policía, les quitaron correas y pertenencias, no les permitieron hacer llamadas telefónicas a pesar de que reconocieron en “Gutierrito” al hijo del capitán Euclides Gutiérrez, y discretamente un teniente confesó al futuro abogado: “Ustedes están presos por el SIM, no es por la policía”, narró. Hicieron el sometimiento. El padre del apodado “Euclidito” vino de Montecristi a conocer las razones del encarcelamiento. Conversó con el Procurador Luis Suero,  el subjefe de la policía, Castain Noboa y finalmente envió un telegrama al presidente “Negro” Trujillo, padrino del inculpado. “Guille” Lithgow, ayudante militar del hermano de “El Jefe”, lo remitió por orden superior “al procurador Juan Julio Morales y éste lo que hizo fue reírse: “Lo que son las cosas de la vida, todos esos muchachos de la Universidad que viven en las esquinas no se dan cuenta lo peligroso que es, eso es el SIM, vamos a hacer que los juzguen y pongan en libertad, que eso es una represalia”, refirió Gutiérrez.

 A los once días, añade, los llevaron al Juzgado de Paz de la Primea Instancia, en la calle Mercedes, el juez  Juan Carlos Duluc Alemany, dice, los condenó a tres meses de prisión y 50 pesos de multa. “Apelamos la sentencia y pagamos los 50 pesos”. El 8 de enero, “el doctor Pacocó Ruiz Velásquez, fiscal, fue buscado para seguir el caso, por recomendación de Luisito del Castillo. ‘Dile a tus compañeros que vengan, para resolver eso. Cuando trajeron el expediente, el juez era Andreu, pero el fiscal era Raymercán, cocolo, muy inteligente, ahí nos descargaron”.

 Euclides negó que le llamaran “lanzallamas” y reiteró que la prisión fue política, razonando: “¿En ese régimen de Trujillo tan severo y tan agresivo quién se atrevía a ir a El Conde, por donde bajaban y desfilaban todas esas muchachas del Gregg, íntimas de Angelita? Eso no fue más que un pretexto, una expresión de la dictadura”.

 Dijo que a El Conde no iba gente de las capas bajas de la población. “Había que vestir saco, corbata, sombrero” y que los apresamientos anteriores y posteriores también fueron por política.

 Consideró la crónica de La Nación “un contrasentido” pues, según él, “las muchachas salían a exhibirse a El Conde. A las mujeres lo que más le gusta es un requiebro, que le digan: ¡Qué bella estás! ¡Mira qué bonita! ¡Muchacha, mírame! Eso lo oí  20 mil veces en El Conde. Yo nunca expresé piropos de esa naturaleza, pero las mujeres, inclusive, se vestían con pantalones “pescadores”, a las rodillas, y esas criollas exuberantes, como son las dominicanas, con los fundillos, los senos, eran muy bonitas”.

 -Mucha gente lo creyó porque dicen que usted era muy enamorado- se le observa.

 “Ja, ja. ¿Dicen eso? No es verdad, he sido siempre silencioso en asuntos de mujeres, mi madre me enseñó: Usted puede pegarle fuego a Montecristi, pero que nadie lo sepa”.

Publicaciones Relacionadas

Más leídas