El conflicto domínico- haitiano en una novela

El conflicto domínico- haitiano en una novela

Hace años que su residencia es el extranjero. México, Brasil, Francia se han convertido en sucesivas moradas. La distancia le permite posar la vista desapasionada sobre su país, el nuestro; le da libertad de pensamiento y le cura de prejuicios.

Poeta laureado en los años ochenta y noventa (dos premios Siboney y un Pedro Henríquez Ureña en su haber), más el premio internacional Nicolás Guillén, otorgado en México y Cuba, Juan Carlos Mieses es un creador disciplinado y minucioso, abierto a lo imprevisible y a las sutilezas, a los rompecabezas de caracteres y destinos.

Ahora acaba de publicar su primera novela, “El día de todos”, por el sello Alfaguara, en la que relata la conspiración ideada por un líder mesiánico de Haití que busca crear el desorden y la alarma en varios puntos de República Dominicana.

En medio del caos  ese personaje arengará a sus pobres conciudadanos para adentrarse masivamente en el lado oriental de la isla. Pero, como se verá en la obra, aquí no hay “buenos” y “malos”.

¿Qué tipo de preparación o de estudio requirió esta novela, la primera que publicas? Numerosos viajes a Haití, a la línea fronteriza y a la basílica de Higüey entre otros, me sirvieron para ambientar la novela. Amigos haitianos, como el profesor Claude Pierre, me ayudaron a mirar esa sociedad desde otros ángulos; claro, leí todo lo que estuvo a mi alcance; pero quiero subrayar que no todo y a veces muy poco en un libro es producto de la reflexión, del estudio o de la planificación. Existe un elemento irracional, terriblemente libertario, podría decir nihilista, que habita en el corazón de todos nosotros y que a veces nos arrastra por sendas insospechadas.

¿Y cuál fue el punto de partida, si es que puede situarse uno?  Yo hablaría más bien de un conjunto de factores. Una noche soñé con una ola gigantesca que se abatía sobre El Seybo, mi ciudad natal; luego vi que era una ola viviente, hecha de cuerpos de haitianos. Yo ya sabía ya que la tierra cultivable, el agua y los bosques de Haití se agotaban a un ritmo aterrador y que un movimiento llamado “lavalás” ?la palabra denota inundación? había alcanzado el poder. La significación  de aquel sueño era evidente. A partir de esa imagen me surgió la idea de la inmigración masiva, una ola humana, que generaría la novela.

¿Desde cuándo y cómo te vinculas con la cultura haitiana?  No me considero un especialista de la cultura haitiana, sólo pretendo estar vinculado con la cultura en general en su sentido más amplio; me preocupa como a todos nosotros el pasado y el porvenir de esta isla. Creo firmemente que ignorar la realidad de nuestros vecinos o encerrarlos en estereotipos que halaguen nuestros prejuicios no encaja con mis principios de honestidad.

Se nota una profundidad mayor en los mundos interiores de los personajes haitianos si se comparan con su contraparte dominicana, situados como militares y jerarcas de la Iglesia católica…  Hay más personajes haitianos que dominicanos; es un hecho. Además, los recursos de la magia contribuyen quizás a darle un colorido mayor a los primeros que los segundos. Preferí correr el riesgo de cierto desequilibrio en la riqueza descriptiva de unos y de otros antes que buscar un balance estructural o una corrección política a toda costa; la novela no reposa sobre un esquema o en un plan cartesiano, sino que se fue formando como las piezas de un dominó van colocándose unas junto a otras un poco al azar.

¿A partir de qué o de quién construyes tu cardenal?  Construí mi personaje con los materiales que tenía a mano, mi cultura católica y un poco de imaginación. Sé que no pocos lectores verán en mi cardenal una creación inspirada en su eminencia reverendísima y el hecho que sólo haya un cardenal en este país puede llevar fácilmente a esa conclusión.

El título de la novela se refiere al último día de una semana en la que cada día alude o simboliza algo. ¿Es una tradición o creencia haitiana?  No, no es un elemento tradicional sino una invención que me permitió cerrar mi círculo narrativo, algo que persigo siempre en mis libros, sea cual sea el género. Los ciclos son importantes para mí; me dan una impresión de orden, de armonía y de eterno recomenzar. Como la anécdota no llega a una conclusión definitiva, en algún momento me di cuenta de que precisaba de una conclusión simbólica, no sólo anecdótica. El final de un ciclo, por ejemplo la semana de siete días, me brindaba esa posibilidad y la aproveché.

Quizá ahí descanse la belleza subyugante que encontramos en la narración del caos inminente: el orden puesto por el pequeño creador.   En el Génesis, excelente lección de sobriedad, el caos infinito se convierte en armonía gracias a una sola frase: Fiat Lux, y la estrofa más sangrienta de la Marsellesa va acompañada de la más dulce melodía. Siguiendo esos ejemplos pensé que la manera más efectiva y dramática de narrar una escena de violencia o de desorden era describiendo sus efectos en los personajes, por medio de un lenguaje a la vez sobrio y elegante.

Los tambores de la cultura haitiana en paralelo a la oración silenciosa de los cristianos dominicanos. Dos mundos, dos naciones, dos visiones. ¿Tu apuesta se encamina hacia la convivencia, hacia el conflicto o hacia la dispersión? Los símbolos nos rodean, nos definen y nos sirven para precisar toda clase de límites; los tambores en este caso son puertas a un mundo mágico; al igual que los hombres, los dioses hablan lenguas diferentes; Allah usa la voz humana, Jehová la de las trompetas, Cristo la del bronce, Damballah la del cuero y la madera. Por otra parte, como no tenía la menor idea de cual era la solución del conflicto ?me refiero al de la novela?, un final que reflejara la incapacidad general de encontrar una simple solución al complejísimo problema de convivencia entre dos pueblos me pareció adecuado, así que opté por otras soluciones; por ejemplo, cada personaje llega a la conclusión lógica de sus propias acciones.

¿Y qué te parece la tendencia de los lectores de hoy, o de las audiencias de hoy, a alimentarse de historias reales, a buscar lo fáctico en la ficción? Hoy más que nunca la literatura pasa por un periodo de adaptación ante una realidad cada vez más usurpadora. Encontramos tanta fantasía en nuestra vida cotidiana que hasta los cuentos de hadas se inspiran de los gadgets de Silicon Valley. La frontera entre la realidad y lo virtual se desdibuja cada vez más y para muchos lectores sus conexiones son naturales o inevitables. Los autores, sin embargo, debemos cuidarnos de soluciones de promiscuidad. Si bien la realidad puede ser recurso artístico, nunca debe suplantar la imaginación y la reflexión.

En síntesis

Premios y vida

El escritor Juan Carlos Mieses nació en El Seybo  en 1947. Fue actor del Teatro de la UASD  de 1966 a 1969. En 1983,  obtuvo con el libro Urbi et Orbi el Premio Siboney y en el 1985 ganó  el mismo Premio con la obra Flagellum Dei. En el 1991 ganó el ‘Pedro Henríquez Ureña’, por Gaia. En el 2001  Premio Internacional de Poesía Caribeña ‘Nicolás Guillén’.

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