El contagiante y grato aroma de la corrupción

El contagiante y grato aroma de la corrupción

Una constante y pertinaz presencia de la corrupción, en la vida social dominicana, es fruto de las transformaciones sociales desde el momento que la política fue a parar a las manos de los agresivos marginados, elevados socialmente por irresponsabilidad política de los lideres para ser entes gravitantes en la vida dominicana.
El deterioro del accionar de los políticos, cada vez más agresivos en la búsqueda de más dinero, es producto de un panorama político arropado de un elemento humano con escasa preparación, extraído de la pobreza por su agresividad verbal y entusiasmo partidario. Es empujado por sus líderes buscando destruir las esencias de la moralidad y honestidad que pudiera perdurar en la conciencia dominicana.
Ocurre, si un político es honesto y llega a una posición pública para trabajar con pulcritud pero está rodeado de malandrines de la política, enseguida comienza el asedio con el fin de atraerlo a sus redes corruptas. O lo hacen saltar si se resiste a esas presiones para hacer lo mismo de sus compañeros. Hay muchos casos de ciudadanos serios que duran muy poco en un cargo cuando se ven impedidos de trabajar o presionados para que acepten coimas y ser igual de lo mismo… Entonces ocurre, si el tipo es débil de convicciones morales y éticas, se acomoda al status quo de la corrupción gubernamental o en caso contrario prefiere irse a su casa con la frente en alto sin enlodarse con lo que impera en la administración pública.
Pero ya son escasos los ciudadanos que se resisten a las caricias seductoras de ver aumentar sus ingresos con tan solo una forma de hacerse de la vista gorda y aceptar esos negocios tan lucrativos por ser proveedores del Estado pese a tantos controles existentes. Hay ciudadanos, políticos serios que atraídos por una carrera en la administración pública, piensan conservarse sin tacha y no embarrarse pero se ven en la necesidad de someterse al uso y costumbre desde hace años de verse compensados generosamente por los comerciantes de los bienes públicos.
La clase política que domina el panorama cívico del siglo XXI proviene casi en su mayoría de los sectores más deprimidos de la sociedad, en consecuencia sus valores morales y éticos son muy diferentes de los que se han formado en otra escuela casi inexistente de mayor comedimiento y menos agresividad para hacerse de los fondos públicos. Esa es una de las razones, pese al rechazo generalizado a la corrupción, que se manifiesta en las encuestas, porque la misma no cede por ser demasiado popular por las dimensiones que ha alcanzado en cuanto a su extensión y cobertura social. Por el origen de la clase política vigente y con el dominio de la corrupción, no les afecta y ni se inmutan debido a sus raíces sociales, surgidos de sectores muy humildes con hogares desechos sin frenos morales, y obligados por un estilo de conducta, a sacudirse de la pobreza a como dé lugar. Suerte si engancha en la política, en el deporte o la farándula y en caso contrario se sumergen en el delito con el alarmante incremento de la delincuencia. En lo político y la delincuencia es un estilo de arrasar y sacudirse de sus orígenes para darle paso a un nuevo político sin escrúpulos cuyo ejemplo lo vemos de cómo no se sienten aludidos cuando son aireados los actos de corrupción cometidos por ellos sin tapujos ni inmutarse por los mismos.
Y lo penoso de ese proceder de la clase política de la marginalidad, que con tantas acusaciones y denuncias bien fundamentadas, esos funcionarios políticos no son procesados o al menos cancelados por sus indelicadezas tan descaradas. Cada semana tanto Alicia como Nuria presentan en sus respectivos programas los más variados casos de algún político venal encorazado gracias a sus superiores jerárquicos. Estos hacen uso casi personal de los fondos del erario y en una acción de un nepotismo descarado llenan las nóminas con sus allegados más cercanos en especial los familiares y amantes. Es un uso personal de los fondos para satisfacer sus egos y engrosar sus fortunas.
Y lo lamentable de esos casos, denunciados con tantas pruebas, es que el jefe de la Administración Pública, los ignora. No se los toman en cuenta por los compromisos políticos contraídos con esos desfalcadores. Así se protegen a un acamada de políticos carroñeros, que por sus orígenes similares de los hijos de Machepa, expresión acertada del olvidado profesor Bosch por las actuaciones de sus herederos. Ellos han lastrado, sin darle brillo, al gobierno y le han inyectado una gran dosis de incapacidad por los errores cometidos o llevar ciertos ministerios, cedidos por el presidente, a convertirse en botín político para ciertos políticos a presentar nóminas preñadas de botellas y sueldos increíbles.

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